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Los pibes sí saben ser campeones

Con garra, corazón y fútbol Argentina se coronó por sexta vez en la historia. Es el "capo" de la categoría.

Fue más duro de lo que se pensaba, pero en el fondo el pueblo argentino sabía que los pibes no fallarían. Y como es una costumbre en estos últimos doce años, no lo hicieron. La Argentina, con coraje,

tesón y momentos de buen fútbol derrotó a una férrea República Checa y se alzó con la sexta corona en la categoría. Para completar el combo, el "Kun" Agüero se convirtió en el goleador y mejor jugador de la competencia, además de ser el único argentino es ganar dos mundiales Sub 20. El pequeñín Maxi Moralez recibió el Balón de Plata.

Hubo que sufrir hasta el final para disfrutar de una vuelta olímpica que se olió desde el inicio. Por esas paradojas del destino, el gol del campeonato (2-1) cayó desde los pies de Mauro Zárate, un muchacho que no tuvo un buen torneo y que contra los checos, hasta ese momento, estaba peleado con el balón.

Los chicos de Tocalli, como de costumbre, demostraron ADN de campeón. Fútbol, corazón, temple y caballerosidad. Un proceso exitoso que obtuvo cinco mundiales en siete disputados (Qatar '95, Malasia '97, Argentina 2001, Holanda 2005 y Canadá 2007) y que quedará marcado a fuego en la historia.

El partido fue durísimo, muy parecido al debut que terminó empatado en cero. El escenario: Argentina con el control del balón, moviéndolo de aquí para allá, pero sin conseguir profundidad; en el otro rincón, los checos, altos, duros, fuertes, todos metidos cerca de su arco y a la espera de alguna contra. Su idea fue abortar los intentos de Maxi Moralez, el "Kun" Agüero y Cía., como sea. Lo hicieron. Casi siempre con brusquedad.

La Argentina sintió las ausencias de Cahais, Yacob y Di María y chocó con la muralla checa. Los primeros 45 se fueron entre patadas europeas y algunas insinuaciones criollas.

Pero en la segunda parte Hugo Tocalli metió mano en el equipo y no se equivocó. Ever Banega regresó a su posición de 5 natural y desde ahí comenzó a marcar el ritmo de cada jugada. Moralez se involucró más con el juego y su cerebro comenzó a pensar con mayor rapidez. ¿Agüero? Las peleaba todas, con entereza, sabiendo que debía marcar el camino.

A los 4 lo perdió mano a mano Moralez y en la contra Sergio Romero se salvó de milagro. Pero a los 14 caería un baldazo de agua fría, cuando Martin Fenin recibió de pecho y clavó una maravillosa media vuelta de zurda que congeló los corazones criollos.

Lejos de caerse, este equipo argentino sacó pecho, se levantó y batallón. Y así empató cinco minutos después, con una exquisita habilitación de Banega para que Agüero marcará con enorme calidad. Y así lo ganó, cuando Zárate, apagado en todo el Mundial, se iluminó, dibujó una apilada por izquierda y definió al primer palo. Y así festejó, con sonrisas enormes y lágrimas en los ojos... los pibes, como de costumbre, no fallaron.



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