En Teherán, una mujer dará a luz un niño. En el este de China, un joven del campo probará suerte en Shanghai o un campesino se trasladará con su familia a las favelas de São Paulo. La fecha pasará inadvertida, aunque formará parte de la historia de la humanidad como un punto de giro: según los pronósticos de Naciones Unidas (ONU), el año que viene –con 3.300 millones– por primera vez vivirán más personas en las ciudades que en el campo. Muchos de ellos, en las llamadas “megaciudades” y sus suburbios, con diez millones o más de habitantes. En 1950 había sólo dos ciudades de ese tamaño: Nueva York-Newark y Tokio. Ahora son veinte. En Nueva Delhi, entre 1950 y el 2005, la cifra de habitantes se multiplicó por once, según la ONU; en São Paulo, por ocho y en Ciudad de México, por siete. Ya existen treinta y nueve metrópolis con cinco millones de habitantes o más. En el 2015 serán –según estimaciones de Naciones Unidas– 60, y en ellas vivirán en total 600 millones de personas. Más de dos tercios de estas aglomeraciones urbanas estarán en países en vías de desarrollo. “Estamos viviendo una gran transformación urbana”, dice Frauke Kraas, profesora de Geografía Humana en la Universidad de Colonia. “Muchas ciudades alcanzaron ya ahora la dimensión de países”, dice Kraas, que dirige el programa “Megaciudades: dinámica informal del cambio global” en Alemania. El delta del río Perl, en el sur de China, tiene con 48 millones de habitantes tantos como España y Portugal juntos. La ciudad más grande del mundo, con 35 millones de habitantes, la meta o hiperciudad de Tokio, tiene más que Canadá (32,9 millones). Ciudad de México, con 19,4 millones, suma la cantidad de habitantes de toda Australia (20,6 millones). En comparación, la región urbana más grande de Europa –la zona del Rin-Ruhr– es pequeña, con 14 millones de habitantes. Las razones de esta afluencia son múltiples: en Asia, las posibilidades de ganar más dinero atraen a la población pobre del campo. “Las personas esperan bienestar”, comenta Anselm Smolka, vicedirector de la oficina de investigación de riesgos geofísicos en la aseguradora Münchener Rück. Muchas veces, un traslado a la ciudad –según Kraas– significa más calidad de vida, debido a una mejoría en la atención médica y a ofertas de formación. Entre las ventajas de las zonas de aglomeración urbana se cuenta, además, la menor utilización de superficie por cabeza y un manejo más eficiente de los recursos. Claro que esto requiere de planificación. En muchos lugares, el problema es la forma en que se produce este crecimiento. Sobre todo en Asia y Africa, el desarrollo, en general, no se produce de forma ordenada. “Los planes de aprovechamiento del terreno, la planificación de espacios en general... en muchos países en desarrollo esta planificación ni siquiera se produce”, asegura Kraas. Muchas veces esto es imposible debido al enorme crecimiento. La cifra de habitantes de Dhaka (Bangladesh) se multiplicó por diez en las últimas tres décadas, situándose en unos 11 millones. “¿Cómo se puede reaccionar ante eso? Se diseñan planes, pero son superados por la realidad”, comenta Heinrich Blotevogel, planificador urbano en la Universidad de Dortmund. Cada vez hay más personas que nunca en la vida abandonan su ciudad o su barrio. “Muchas veces, las ‘megaciudades’ son construcciones completamente autoorganizadas”, describe Kraas. Dos tercios de la construcción de viviendas en las ciudades de los países en vías de desarrollo se producen de forma no controlada. Muchas veces, las estructuras de los pueblos se trasladan a la vida urbana, apunta Blotevogel. Los privilegiados se aíslan por miedo a la delincuencia, por lo que aumenta aún más la brecha entre pobres y ricos. Con su enorme tamaño, también cambia el significado de las ciudades. Así, ahora en algunos estados una única metrópoli es el motor económico de todo un país. Según Kraas, “En Bangkok está concentrado el 70% de la economía de Tailandia”. Una crisis económica como la de Asia en 1997 tiene entonces consecuencias globales: “En un mercado de capitales fuerte, una crisis puede ser fatal para los mercados de todo el mundo –subraya–. Más ‘megaciudades’ significan más riesgos para la economía”. También catástrofes naturales, como terremotos o huracanes, las afectan especialmente. “Las ciudades enormes son vulnerables”, destaca Blotevogel. “Ya catástrofes de tipo medio tienen efectos devastadores allí”. Pero más peligrosas son las amenazas permanentes como la contaminación del aire y del agua, así como las enfermedades, sostiene Kraas. Infecciones como el SARS o el dengue aparecieron en grandes ciudades. También tiene que ver con el cambio climático la densidad de vehículos en un país como China, advierte Rainer Wehrhahn, investigador de la Universidad de Kiel. “Aún es muy baja, pero ¿qué pasará si allí uno de cada dos personas tiene un coche?” También el sociólogo Mike David es pesimista: “En vez de vivir en ciudades luminosas que se alzan hacia el cielo, gran parte del mundo urbano del siglo XXI se hundirá en la miseria en medio de contaminación ambiental, excrementos y basura”. Pero los expertos no sólo ven lo negativo: “Las ‘megaciudades’ no sólo tienen aspectos oscuros –subraya Smolka–. Todo desarrollo económico, después de todo, tiene lugar en ciudades”. También en el informe del Programa de Población de la ONU (UNFPA) se señala: “Desde la industrialización ningún país alcanzó un crecimiento económico verdadero sin la expansión de sus ciudades”. Entre las ventajas de las zonas urbanas, Kraas cuenta la administración central de la distribución de alimentos e infraestructura. Lo que está claro es que las gigantescas aglomeraciones urbanas son significativas para las transformaciones climáticas y como “núcleo de mantenimiento de la paz. En las ‘megaciudades’ se decide el futuro del mundo”, dice Kraas. El economista Jeremy Rifkin habla de un “nuevo fenómeno” que “es de tanta trascendencia como la época agraria y la Revolución Industrial”’. IRIS AUDING/ANNETT KLIMPEL Dpa Wi-Fi: ¿solución o pesadilla cara? por ANICK JESDANUN AP Muchas ciudades estadounidenses están descubriendo que sus proyectos sobre redes inalámbricas Wi-Fi han resultado más onerosos y menos atractivos que lo esperado, lo que ha provocado preocupaciones de que varias de estas infraestructuras serán un fracaso que derivará en la pérdida de millones de dólares provenientes de los impuestos, que podrían haberse empleado en la construcción de carreteras o en el combate a la delincuencia. Más de 230 millones de dólares fueron erogados en las redes inalámbricas municipales o metropolitanas conocidas como “Wi-Fi’’ durante el año pasado en Estados Unidos. Grandes ciudades como Filadelfia y Portland, Oregon, completan sus programas preliminares y expanden sus redes. “Son los monorrieles de esta década: la tecnología es errónea, las promesas fueron totalmente exageradas y no se cumplirán en absoluto’’, vaticinó Anthony Townsend, del Institute for the future. Los proyectos de Wi-Fi municipal utilizan la misma tecnología que brinda acceso sin cables a internet en cafeterías, aeropuertos y redes domésticas. Cientos de miles de antenas se instalan encima de los postes del alumbrado público y en otros lugares. Las computadoras portátiles y otros dispositivos tienen tarjetas de recepción Wi-Fi que intercambian información con la red de internet, utilizando frecuencias abiertas y libres de regulación. En teoría, es posible revisar el correo electrónico y navegar por internet desde cualquier lugar. Unas 175 ciudades o regiones estadounidenses tienen sistemas de cobertura parcial o total y varias más prevén hacer lo propio. Rhode Island ha propuesto incluso una red que abarque todo el estado. San Francisco, Los Angeles, Chicago y Atlanta también lo quieren. “Me sorprendería si la mayoría de estas redes fuera exitosa y no resultara en un desperdicio del dinero de los contribuyentes”, dijo Michael Balhoff, ex analista de valores de telecomunicaciones en Legg Mason. Muchas ciudades y vendedores subestimaron el número de antenas que serían necesarias. Redes como la de Saint Cloud, Florida o Portland tienen dificultades para enviar la señal a través de los muros. Cuando el servicio funciona puede ser más lento que los de banda ancha ofrecidos mediante cable. “Hay una antena prácticamente en la esquina de mi casa pero, cuando trato de conectarme, la señal se corta una y otra vez”, dijo Landon Dirgo, residente en Lompoc. Buscando armonizar confort y ambiente La calefacción y la ventilación de las viviendas en la ciudad Sky serán provistas aprovechando las temperaturas naturales en el subsuelo. Los aparatos eléctricos contarán con baterías recargables mediante energía solar y las casas tendrán una orientación tal que el sol veraniego no las calentará mucho. Además, los habitantes podrán cultivar algunos de sus alimentos en el jardín que cada casa tendrá o en huertos comunitarios. Si todo marcha conforme a lo previsto, las 600 familias en esta población del brazo territorial de la Florida reducirán sus emisiones de anhídrido carbónico a la atmósfera y quizá no usarán el automóvil, salvo para llegar a la escuela o al trabajo. Bruce White, uno de los constructores, pretende crear la comunidad soñada por la gente que se preocupa por el cambio climático. Parte de la creciente industria de la construcción sustentable, que representa unos 12.000 millones de dólares al año, la población de Sky busca ser un modelo de la ciudad ambientalista del futuro. Actualmente en el lugar sólo hay pinos, pastizales, arroyos y algunos gladiolos. White y su socia Julia Starr Sanford se preguntaron por qué en Florida todas las casas debían estar en suburbios desorganizados. “Las cosas tienen que cambiar’’, dijo White. El Centro de Sistemas Avanzados de Energía, de la Universidad Estatal de Florida, está colaborando y sus ingenieros ayudan a diseñar la población. Luego analizarán el resultado. Los ingenieros piensan que el elemento más promisorio es que el consumo sustentable de la energía se realizará en toda la comunidad y no sólo en algunas casas. Quieren tener solamente un sistema de aire acondicionado, desde donde se distribuirá la ventilación para cada casa. Parte de los sistemas de calefacción y enfriamiento se basaría en una tecnología geotérmica, en la que se envía líquido al subsuelo para que la Tierra lo caliente en el invierno y lo enfríe en verano y luego vaya a las viviendas. Los encargados de la planificación dijeron que los residentes mitigarán también el impacto ambiental mediante la producción comunitaria de alimentos. Aproximadamente la mitad de las 231 hectáreas de Sky será reservada para la agricultura. La población tendrá cobertura de internet inalámbrica, de modo que los residentes podrán trabajar en sus viviendas. Sin embargo, algunos críticos en la zona señalan que si la gente desea realmente ayudar al planeta, no debería construir un desarrollo urbano de 600 casas, que requerirán calles y generarán tanto basura como aguas servidas. “Estamos asfaltando el hábitat de la vida silvestre y debemos protegerlo de algún modo’’, opinó Betsy Knight. White dijo que el sistema para reciclar las aguas de la población protegerá los arroyos y estanques. DAVID ROYSE AP
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