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Como el agua para la navegación
Los fundamentos del proyecto de ley –mal llamado de “muerte digna”– son equivocados. Nadie defiende el ensañamiento terapéutico, pero categorizar como “tratamientos desproporcionados” aquellos cuyos costos no se quieren pagar, incluyendo agua y alimentos, es un disparate.

Sostengo que tanto los fundamentos como el articulado de los proyectos de ley, uno el mal llamado de "ley de muerte digna" y el otro "del registro de voluntad anticipada", son equivocados y no benefician al pueblo rionegrino. Invocar en ellos el derecho personalísimo es una falacia, pues allí no se discute cómo quiere morir cada uno sino que se pretende endilgar esta decisión a un tercero. La autonomía es un principio ético de la persona que deriva de su dignidad, no al revés.

Nadie puede defender el ensañamiento terapéutico, pero categorizar como tratamientos desproporcionados aquellos cuyos costos simplemente no se quieren pagar, incluyendo agua y alimentos, es un disparate.

Realidad e idealismo, la salud es un estado utópico hacia el que se dirigen esfuerzos y cuidados. Como estatus defectivo, la pérdida de la salud conforma enfermedad.

En la existencia humana, y como parte de ella, esta afección se asumió como daño, mal (nosos, morbus), flaqueza, invalidez (astheneia, infirmitas), sufrimiento, dolor (pathos, passio, dolentia). Estas significaciones, amplias e históricas, no tienen nada que ver con la magia ni con creencias trascendentales que tanto irritan a algún legislador.

Estando muy enfermo, afectado de ánimo y pensamiento, es improbable conocer suficientemente qué hacer. ¿Puede alguien esperar una libre declaración de voluntad anticipada en esa situación? ¿De quién es el apuro?

La ley 3.076, promulgada hace diez años, establece claramente los derechos del paciente, incluso a rechazar tratamientos. Pues bien; pregúntese por caso el lector cómo funciona en la vida real un instrumento tan importante como el consentimiento informado.

En temas de salud abundan las leyes "vanguardistas" (que enorgullecen a...). Sin embargo, muchas aún siquiera se cumplen parcialmente. En nuestra provincia, con excepción de los programas especiales, la atención ambulatoria no reporta diagnósticos y muchos de los establecimientos privados ni siquiera denuncian las patologías que ordena la ley.

De los diagnósticos de egreso en los hospitales públicos, más de una quinta parte están mal definidos; en clínicas y sanatorios directamente son desconocidos por completo por Salud Pública.

¿De qué enferman los rionegrinos?

No se precisa la causa de casi el 10% de las muertes. Más de la mitad de las muertes en niños menores de un año pudo haberse evitado con intervenciones oportunas. Los accidentes, suicidios y agresiones originan el 50% de las muertes en los distintos grupos de edades.

Una de cada tres mujeres que fallecen, entre 10 y 49 años, lo hace por cáncer. ¿Hará falta agregar que apenas una minoría de ellas accede al papanicolaou y/o colposcopía oportunamente? ¿O esto será un "criterio secuestrado por las creencias religiosas"? Hay un predominio de fallecimientos prematuros (antes de los 65 años) en el grupo de varones: nos morimos 10 años antes que las mujeres. ¿Será una "interpretación miope" (sic)?

Casi la mitad de los rionegrinos no tiene cobertura de obra social o seguros médicos. Existe una gran iniquidad en el acceso a la salud. Es habitual el recurso de amparo judicial para recibir atención. No hay ningún tipo de monitoreo en cuanto a calidad de atención, acreditación de establecimientos ni fármaco-vigilancia.

La tragedia social sobreviene cuando, además:

" se abandona al sufriente;

" se tolera una medicina para privilegiados y otra para el resto;

" se acepta de manera indolente la pérdida de oportunidades de intervenciones de salud en etapas precoces de enfermedad;

" se asumen, por el atraso tecnológico o por simple ignorancia, como intratables enfermedades que no lo son;

" se puede llegar a considerar terminal a un paciente por no contar con recursos adecuados.

"Primero no dañar" no es un eslogan. A lo largo de la historia de la medicina ha sido el compromiso para con los pacientes y el resto de la sociedad. Es la única certeza que se espera de nosotros. Es el agua en la que navegamos.

Permitir la sola sospecha de que el médico no siempre aplicará todo lo posible para tratar, curar y aliviar sino que asumirá determinar, en el contexto descripto, "quién vivirá y quién no" no es sólo un cambio paradigmático: es un golpe letal a la noble herencia hipocrática y a la tradición médica argentina.

No hace falta atacar con miserias y narcisismos a quienes disentimos.

A los legisladores y a la ciudadanía propongo deponer la prisa hasta poder discutir este tema cuando estemos en condiciones de demostrar que cuando, habiendo hecho todo lo correcto, aun así tengamos que decirle a otro rionegrino "No hay nada más que hacer por usted", sea verdad.

 

NORBERTO C. DELFINO (*)

ncdeflino@yahoo.com.ar

 

(*) Médico. Especialista en cirugía general en Salud Pública y auditoría médica. Máster en Salud Pública y Magíster en Gerencia y Administración de Sistemas y Servicios de Salud



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