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¿Cómo fue la educación formal de los que influyen y mandan?
Primero fueron determinantes el coeficiente intelectual y la excelencia académica. Después, la inteligencia emocional y, más tarde, la inteligencia social. Ahora es el turno de los valores. De las tantas tendencias, ¿qué educación eligen los que influyen? ¿Los abanderados de hoy serán los líderes del futuro? ¿Los malos alumnos serán geniales protagonistas con su creatividad?

¿Vale la pena estudiar?

Parece impertinente la pregunta. Irrespetuosa. Por el alto nivel de cinismo y de hipocresía de una mayoría y por el convencimiento real de una minoría, la gente dice que "sí". ¡Cómo que no vale la pena estudiar!

Está bien, no se discute: a todo el mundo le interesa la educación pero, concretamente, ¿cómo se traduce en los hechos lo que verbalmente se dice? ¿Qué educación eligen los padres para sus hijos? ¿Qué especulaciones, razonamientos, cuentas y expectativas despliegan a la hora de elegir la escuela para sus hijos? ¿Qué peso tiene la educación cuando piensan en la crianza y formación de sus hijos?

El niño nace y no bien le eligen y ponen el nombre ya están pensando también en el nombre del jardín al que lo van a mandar. Si ya tienen elegido el jardín, es probable que ya hayan pensado también en el tipo de escuela primaria al que va a ir. Y si ésta ya fue elegida, el secundario ya está decidido, ¿no? Por el secundario han optado pensando en su ida a la universidad.

¡Claro que vale la pena estudiar! De lo contrario, todo sería trágico. Pero "¿qué relación existe entre la educación y los logros profesionales? ¿Qué relación existe entre la educación y el reconocimiento público? ¿Qué grado de correlación hay entre la educación y el éxito?". Estas son las preguntas iniciales con que la periodista Luciana Vázquez plantea su libro "La educación de los que influyen. ¿Vale la pena estudiar en la Argentina?", de editorial Sudamericana, cuyo éxito de ventas evidencia, de algún modo, el interés que aún se manifiesta por la cuestión educativa en el país, al menos por parte de los padres.

Luciana acotó aún más las preguntas para investigar su duda inicial: "¿Cuántos de los argentinos que se consagraron en sus respectivas disciplinas encuentran en la educación la base de su éxito? ¿Será cierto que el futuro de nuestros hijos será uno o el contrario según la educación que les demos y según cómo les vaya en el colegio y la universidad?".

Para ello entrevistó a decenas de referentes de la vida argentina actual (política, negocios, finanzas, arte, ciencias, mundo intelectual), que van desde Maitena a Tomás Abraham (filósofo) pasando por otros como Juan Bruchou (presidente del Citibank Argentina), Martín Caparrós (periodista y escritor), Gabriel Cavallo (camarista), Pablo Devoto (presidente y gerente general de Nestlé Argentina

SA), Tamara Di Tella (empresaria), Conrado Estol (neurólogo), Alan Faena (empresario), Jorge Fontevecchia (periodista y empresario editorial), Justo Laguna (obispo), Cris Morena (empresaria) y Alfonso Prat Gay (economista), entre otros.

En el recorrido, Luciana se enteró de que Beatriz Sarlo fue una alumna disciplinada y previsible en la primaria y secundaria pero recontramala en la universidad, Adrián Suar no terminó el secundario, Alan Faena pasó 15 minutos por la universidad, Alfredo Coto llegó hasta segundo año del comercial de Vicente López, Carlos Avila pasó por cuatro colegios y abandonó el secundario, Gregorio Klimovsky fue un chico curioso pero despelotadísimo y desatento, Magdalena Ruiz Guiñazú siempre estuvo bien lejos de la bandera de ceremonias y Maitena... qué no decir de Maitena... no hubo colegio que no la echara. Su padre, que fue ministro de Educación, llegó a estar convencido de que su hija era el peor de los desastres.

Pero, por otro lado, Luciana encontró a quienes pusieron la educación en un pedestal y les fue más que bien. Ejemplos: los Techint, Alfonso Prat Gay, Martín Redrado, Adrián Paenza, el productor de televisión Diego Gvirtz, Tamara Di Tella...

Absolutamente a todos empezó preguntándoles: "A la hora de repasar el camino que lo trajo a este lugar de logros y reconocimiento, ¿por dónde empezaría a contar su historia?". Consulta suficientemente abierta como para que el entrevistado hallara ese momento en el hogar, la madre, el padre, los abuelos, un amigo, una maestra en particular, un profesor influyente, un viaje, una novia... una película, una enfermedad... algo. "Quería constatar cuánto habían pesado sus estudios en la percepción que tenían sobre su propia historia", piensa Luciana y le contesta a "Río Negro".

¿Qué te quedó en limpio, finalmente, de este im

presionante trabajo?

Que la educación no te salva siempre ni te condena siempre: te enriquece.

¿Qué te parece que busca la gente a la hora de elegir el colegio para sus hijos?

Tres cuestiones, fundamentalmente: que adquieran conocimientos, que incorporen valores y que construyan una red de contactos.

¿Una red de contactos? Por eso de que "nunca se sabe"...

Esto es lo que forma el capital social. El 70% de la gente está convencido de que se consigue trabajo gracias a nuestros conocidos.

¿Ves en esta elección del colegio que los padres buscan "iguales" o "pares" de sus hijos teniendo en cuenta la clase social?

Sí, eso es fuerte. Es la segmentación. Se busca cada vez más una educación menos democrática.

Maitena pudo haber sido un mamarracho pero su talento es único, Lanata pudo no haber pisado nunca una facultad pero su creatividad parece ilimitada... Ellos dos, justamente, no son ejemplos para responder si vale la pena estudiar.

Creo que ni Maitena misma sabía de su propia capacidad. Hay dos categorías abarcativas de los casos que estudié. Una "zigzagueante" (con Maitena, Lanata, Pergolini y Tinelli, entre otros), que se inventaron a sí mismos en esferas laborales en que la creatividad y los saberes blandos son los dos ejes de su actuación. Por otro lado está la categoría de "los lineales", cuyo éxito es el resultado de una planificación perfecta, donde todo está "alineado", "focalizado", "claro en los objetivos"... no hay desvaríos ni se los permiten. La educación, en estos casos, es la llave para el futuro y, en muchos casos, "la única llave".

¿Hay algún caso que sea un mix de zigzagueante y lineal? ¿Cuál te impactó más?

Sin dudarlo, el de Afo Verde, quien hoy es presidente de la discográfica Sony-BMG Sur. Cuando era chico, Afo quería ser corredor de autos. Por lo tanto sus padres, con muchísimo sacrificio, lo mandaron a cursar el secundario en la Escuela Técnica Henry Ford que la empresa Ford Motors Argentina tiene en su planta de Pacheco. En ese momento pretendían ingresar más de 300 chicos y sólo accedían unos 30; Afo fue uno de los afortunados. Todas las mañanas tenían Motor I, Motor II, rulemanes, matemática, física y más. A la tarde, algo de literatura e historia. En general, de esos 30 que ingresaban, sólo unos 14 ó 15 egresaban. En la promoción de Afo lograron

obtener el título 29 chicos. Sin dudas, tuvo la fortuna de cursar con chicos creativos, estudiosos, constantes y desafiantes. En los tiempos libres pocos, por cierto aprendió a tocar la guitarra con la Cantarock. Después le gustó componer, pero por hobby nomás. En los '80 fue el cerebro de La Zimbabwe Reggae Band. Supo instalar ese ritmo en un tiempo en que pocos sabían cómo se pronunciaba correctamente "reggae". Después dejó los conciertos y se puso frente a una consola y empezó a producir. En los '90, la discográfica líder BMG lo captó como ejecutivo. No tenía ni idea de cómo se armaba un "business plan", pero su olfato lo orientaba seguro, siempre, al éxito. Prueba de ello lo dieron Vicentico, Soda Stereo, Diego Torres, Los Auténticos Decadentes, Fabiana Cantilo, Divididos, Serrat, Xuxa, Las Bandana...

¿Cómo es que le sucedía este éxito?

Cuando la BMG lo manda a Harvard a cursar un seminario con los popes de la industria para compartir las claves y los secretos para lograr un éxito, Afo escuchó que había que hacer lo que él había aprendido en la Henry Ford de Pacheco. "Hay que rodearse de individuos muy diferentes a uno, no iguales; de distintos orígenes económicos y sociales, creativos y competitivos, que sean capaces de hacernos sacar lo mejor que nosotros tenemos y que nos diferencia del resto", le decían. "Es lo que yo aprendí en mi adolescencia", repetía Afo para sí mismo.

Y pensar que sus padres decían "para qué lo mandamos a la Henry Ford" cuando lo escuchaban en La Zimbabwe...

"Son los caminos de la vida", diría Vicentico...

Son los caminos de la educación, diría yo.

Y Luciana completa el razonamiento tal cual lo plantea en su libro, tan indispensable para los padres en estos tiempos:

" "La vida es más diversa y misteriosa; es inútil reducirla a los indicios que dan los boletines".

" "Los protagonistas de los casos que cuento encontraron el nudo de su historia en el hogar. Es éste el que inclina, finalmente, con sus valores enseñados y aprendidos, la balanza de la educación obtenida".

" "La educación formal es un paso obligatorio que puede ser definitivo. O no".

" "Vale la pena mandar a nuestros hijos a los mejores colegios. Pero ¿existen los mejores colegios? ¿Los mejores según qué? ¿Qué hace mejor que otro a un colegio?".

" "No hay nada mejor para los chicos que el que su padre disfrute con ellos, al máximo posible, los veinte años que pasarán por las aulas sin transferirles, en lo posible, nuestras cargas y frustraciones".

Y, para el final, Luciana reflexiona genialmente sobre una obviedad más que olvidada: "Recuperemos el presente; después, el tiempo dirá". Y si no, preguntémosles a los papás de Afo, ahora.

 

 

HORACIO LARA

hlara@rionegro.com.ar



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