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La violencia ataca, la negligencia se suma

En la Confluencia la falta de previsión es muy peligrosa.

El episodio congeló la sangre de todos en la cancha de Argentinos del Norte. El juez de línea Ariel Maldonado se desplomó y un par de segundos después su cuerpo comenzó a sacudirse de forma espasmódica. La desesperación se apoderó del lugar. Minutos que parecieron una eternidad y que no terminaron en tragedia de milagro.

Lo milagroso fue que Maldonado salvó su vida porque en el banco de suplentes del local había un enfermero jubilado, y gracias a que el padre de un jugador de Pillmatun lo trasladó al hospital en su camioneta particular. El hecho toma ribetes aún más graves no sólo porque quien lo agredió de atrás es un joven que no supera los 18 años, sino también por lo que relataron varios protagonistas y hasta un dirigente del club roquense. "Había un par de policías y no hicieron nada. No protegieron a los jueces y fueron totalmente pasivos cuando el hombre sufrió las convulsiones". Ahora Maldonado teme por las secuelas, mientras que el agresor, el arquero cipoleño Maicol Millar, fue suspendido por 10 años.

Desde hace tiempo que las canchas de la zona son fieles exponentes de los altos niveles de violencia que azotan la sociedad. Las de la Liga Confluencia no son la excepción, con el agravante de que las negligencias de los dirigentes, los clubes, técnicos, jugadores y los mismos árbitros en cualquier momento se van a cobrar una vida.

El tema es peligroso. Lo que antes simplemente era participar de la Liga, se transformó en una práctica donde la violencia ganó grandes espacios.

Las responsabilidades siempre giran en torno a los mismos actores pero las soluciones, soslayadas por la sequía económica de los clubes, nunca superan las simples expresiones de preocupación y algún que otro acta de compromiso de que "desde ahora la cosa va a cambiar".

En la Confluencia la violencia se conjuga peligrosamente con la falta de previsión. Los clubes no están preparados, un cóctel temerario. "Jamás vi una ambulancia o un médico en una cancha", reconocieron tres entrenadores, una confesión que ni siquiera esconde el presidente Tomás Ibáñez. Esa carencia se sustituye muchas veces con una avivada criolla y el casillero del médico lo firma cualquiera. El riesgo está latente. Lo peor de todo es que el "alto costo" económico se potencia con la desidia de los mismos dirigentes para conseguir los recursos que resguarden la vida de los jugadores, árbitros y espectadores. La Liga no termina de ponerse firme, porque los clubes "no tienen plata". Entonces se hace un círculo vicioso y hay quienes reconocen que exigir una ambulancia en cada cancha, sólo provocaría una lluvia de multas por incumplimientos.

Lo único que demanda la Confluencia es un médico, pero muchas veces la planilla la firma un colaborador y, como "no hay plata" para un veedor, los controles son una utopía.

En la última fecha del Apertura, durante la definición en tercera división entre Argentinos y Pillmatun, el oscuro panorama salió a la superficie y la 'violenta negligencia' quedó al desnudo. Algunos días después, con Maldonado fuera del hospital, los "platos rotos" los pagaron Millar, el técnico Marcelo Chiaccharini y su colaborador Carlos Salazar, éstos con un año y seis meses de suspensión, respectivamente.

Lo llamativo del caso es que en el informe del tribunal de Penas nada dice acerca de la responsabilidad del club organizador, que no tenía un médico. Sí tomó como agravante para la sanción al arquero que "el línea agredido debió ser internado y ello originó la suspensión del partido de primera".

Tampoco sufrieron ningún tipo de sanción los efectivos policiales que incumplieron con su tarea de funcionarios públicos, de acuerdo al artículo 249 del Código Penal argentino. La precisa intervención de los médicos permitió que Maldonado se estabilizara, pero el hombre estuvo varios días con efectos secundarios y teme que sufra secuelas.

 

JOAQUIN PERALTA

jperalta@rionegro.com.ar

SEBASTIAN BUSADER

sbusader@rionegro.com.ar



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