NUEVA YORK (AFP).- Para satisfacer a sus accionistas, los grandes grupos estadounidenses consagran anualmente enormes sumas –siempre en aumento– a la compra de sus propias acciones, una operación contable que tiene sus detractores. Unos 118.000 millones de dólares dedicaron las empresas del índice Standard and Poor’s 500 a la recompra de sus acciones en el primer trimestre del 2007, una cifra en alza del 17,5% en un año. A lo largo del 2006, estas operaciones alcanzaron 431.830 millones de dólares, es decir, más que el PBI de Bélgica. Desde el 2001, los grandes grupos estadounidenses han casi cuadruplicado el dinero dedicado a estos programas de recompra de acciones. Entre los grupos más voraces se encuentran la compañía petrolera Exxonmobil –que lleva gastados 31.600 millones de dólares en los últimos doce meses y ha reducido el número de sus acciones por 27º trimestre consecutivo–, el gigante de la informática Microsoft (21.300 millones) y el grupo Procter & Gamble (10.300 millones). Las recompras pueden tener varios objetivos: disuadir las OPA (oferta pública de adquisición de acciones) no solicitadas, haciendo subir los precios de la acción; evitar la disolución del capital debido a la emisión de stocks-options o elevar el beneficio por acción de la empresa. Pero la ola actual se debe en especial a esta última razón. Al reducir el número de sus acciones en circulación, los grupos han hecho subir matemáticamente sus beneficios por acción, a menudo considerado como el alfa y omega de los mercados financieros. “Las empresas recompran sus acciones porque piensan que eso va a beneficiar a sus accionistas”, dice Hugh Johnson, analista de Johnson Illington Advisors. “Tienen la capacidad de hacerlo porque son muy productivas, las tasas de interés son bajas y los negocios son buenos”. Consecuencia de este fenómeno: desde el punto de vista de la financiación de las empresas, la Bolsa se ha vuelto una máquina de destruir capital. Desde hace al menos diez años, las empresas estadounidenses han reducido continuamente el tamaño de su capital, emitiendo menos acciones que las que recompran. La tendencia, también visible recientemente en Europa, ha sido denominada “de-capitalización bursátil” (de-equitisation) por los analistas de la banca estadounidense Citigroup. “Eso subraya una cierta forma de aberración: es completamente estúpido reclamar una rentabilidad del capital del 15%”, dice Evaristo Lefeuvre, economista en la banca Natixis. Según él, las empresas están, en efecto, más alentadas a tomar prestado en el mercado de obligaciones, donde las tasas de interés se acercan al 5%, que a emitir acciones por las cuales los inversores reclaman una tasa de rendimiento tres veces superior. También es racional para ellas recomprar sus acciones endeudándose. Pero para Howard Silverblatt, analista de la agencia Standard and Poor’s, el problema está en otra parte: “A corto plazo, las recompras de acciones son un fenómeno de pura ganancia para las empresas y para muchos inversores –dice–. A largo plazo, sin embargo, estamos preocupados. Estas recompras pueden hacer subir los resultados a corto plazo, pero la cuestión es saber de dónde vendrá el futuro crecimiento de los beneficios”, señala el analista.
|