Lo llaman “Teufelsberg” –“monte del diablo”– y después de la Segunda Guerra Mundial se convirtió en la colina más alta hecha por el hombre en Berlín, un cúmulo de 16 millones de metros cuadrados de escombros de la bombardeada ciudad. En la posguerra fue coronado por una gran instalación de inteligencia, con antenas y radares de forma de gigantescas pelotas de golf, a través de los cuales se seguían los movimientos de tropas y se escuchaban las conversaciones telefónicas militares a Moscú en la era comunista. Hoy en día, sin embargo, despierta más curiosidad lo que está debajo del Teufelsberg. En 1937, Hitler depositó allí la primera piedra de lo que debía convertirse en una gigantesca academia militar diseñada por Albert Speer, el arquitecto favorito del dictador. Los nazis aspiraban a que fuera un equivalente alemán a la universidad inglesa de Oxford y parte de “Germania”, la capital del sueño fallido de los nazis de un “Reich de los mil años”. Las obras para la construcción de la academia no pudieron ser terminadas “debido a problemas relacionados con la guerra”, según consta en un protocolo interno nazi de 1940. Tras la guerra, el gobierno militar británico consideró emplear las estructuras inacabadas para instalar allí su sede administrativa, pero desechó posteriormente la idea y se estableció en el complejo de edificios en torno del estadio olímpico de Berlín. La existencia de la academia militar de Teufelsberg debajo del monte de 116 metros de altura cayó en el olvido hasta que una asociación berlinesa sin fines de lucro descubrió documentos relacionados con ella. La organización, que también ha descubierto refugios antiaéreos –búnkers– de los nazis y túneles en la capital germana, planea cavar en el monte para encontrar “el último secreto que alberga la Berlín subterránea”. Dietmar Arnold, uno de los fundadores de la asociación, está convencido de que la escuela militar está intacta pese a los intentos de derribarla con dinamita que se efectuaron en las postrimerías de la guerra. Un equipo tratará de penetrar la ladera noreste de la colina y cavar hasta encontrar el perfil de hormigón del edificio. “Estamos seguros de que abajo hay además un gran complejo de búnkers”, agrega. En los años que siguieron a la reunificación de Alemania, en 1990, corrieron rumores de que sobre el monte sería edificado un gran hotel o un museo sobre espionaje, pero ninguno se concretó. El lugar en el que llegaron a trabajar unos 150 oficiales de inteligencia estadounidenses y británicos quedó vacío y demandó gastos por 35.000 dólares al mes para seguir en ese estado. Arnold asegura que durante la era nazi se construyeron cerca de mil refugios subterráneos en Berlín. Muchos fueron destruidos, pero decenas de ellos siguen intactos: la organización de Arnold ha encontrado 50 en los últimos diez años. Consciente de la fascinación que ejercen en el público los búnkers y túneles de la época de la guerra, la asociación reconstruyó en computadora aquel en el que Hitler se suicidó en la primavera de 1945. El refugio situado debajo de la Wilhelmstrasse fue dinamitado y en su lugar el gobierno de la entonces Berlín comunista construyó una guardería para niños.
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