>
Guerra en las favelas, o cómo vivir esquivando las balas y la pobreza
Las favelas de Río de Janeiro están en guerra y el costo de las balaceras va en aumento: casi a diario una persona muere o es herida por una bala perdida procedente de los barrios marginales, donde arrecian las batallas entre pandilleros y policías.

En las zonas más violentas, comercios y escuelas cerraron sus puertas. Miles de niños dejaron de ir a estudiar. Hasta el tráfico aéreo se ha visto afectado, ya que se suspendieron las rutas hacia uno de los aeropuertos más céntricos al estallar una batalla en una favela cercana a la playa de Copacabana. La gente, por otra parte, evita transitar de noche por la autopista que conduce al aeropuerto internacional, pues pasa junto a uno de los barrios más peligrosos.

Turistas y empresarios a menudo optan por pagar los hoteles más caros con vista a Ipanema no sólo por la visual, sino porque son más seguros. Y en los mejores barrios de la ciudad, los apartamentos que enfrentan las favelas valen un 60% menos que los del otro lado del edificio, donde es más improbable la llegada de una bala perdida.

El tema de la violencia cobra prominencia ante la inminente realización de los Juegos Panamericanos de julio, para los cuales serán desplegados 15.000 agentes policiales.

"En Río no estamos acostumbrados a estos problemas en eventos de este tipo", declaró el alcalde de la ciudad, César Maia. Agregó que las celebraciones del carnaval y de Año Nuevo atraen multitudes y transcurren sin incidentes.

El gobierno reconoció por primera vez que hay un problema y comenzó a seguir el asunto de cerca. Descubrió que las balas perdidas mataron o hirieron a 87 personas en el primer trimestre del año.

Una de las últimas víctimas fue Ailton Lopes Moreira, quien recibió un balazo en el pecho cuando se dirigía a un supermercado. Es poco probable que se descubra quién mató a este ingeniero de 53 años. La policía cree que la bala fue disparada en una favela a dos kilómetros del lugar, escenario de feroces combates entre pandilleros y la policía que dejaron 23 muertos y al menos 67 heridos en 47 días. "Pensé que había sufrido un

ataque cardíaco. Recién en la ambulancia me di cuenta de que tenía un balazo expresó la esposa, Lucimere Negrao, de 45 años. Todo sucedió muy rápido".

Río tiene una de las tasas de homicidios más altas del mundo y la mayoría de los balazos da en el blanco, según el Instituto de Seguridad Estatal.

El instituto comprobó que sólo 19 de las 4.539 personas que fallecieron tras recibir un disparo el año pasado en Río fueron alcanzadas por balas perdidas. Aproximadamente el 10% de las 2.098 personas heridas de bala fue víctima casual.

La mayoría de las matanzas tiene lugar en la zona norte, la más pobre, en la que a lo largo de kilómetros y kilómetros se suceden barrios marginales, a espaldas del Cristo Redentor y de cara a los sectores más acaudalados y las célebres playas de Río.

Dada la particular geografía urbana, casi nadie está a salvo de las balas perdidas. Las favelas de la colinas circundantes se erigen sobre los barrios residenciales y desde los condominios más suntuosos se ven los caseríos marginales, que son controlados por pandilleros armados hasta los dientes.

BALAS TRAZADORAS ILUMINAN LA NOCHE

 

El presidente Luiz Inácio Lula da Silva sostuvo este mes que los titulares alarmistas sobre las balas perdidas exageran la nota. Pero el técnico de la selección nacional de voleibol dijo que se vivía una "guerra urbana'' y que le preocupaba la seguridad de las familias de los deportistas durante los juegos.

"Río es el campeón de las balas perdidas, superada tal vez sólo por Irak dijo Antonio Rangel Bandeira, coordinador de un programa de desarme lanzado por la agrupación Viva Río. Hay otras ciudades en Brasil que son tan violentas como ésta, si no lo son más, pero ninguna tiene tantas víctimas a causa de balas perdidas".

Rangel atribuye el problema a que policías y traficantes de drogas se han embarcado en una carrera armamentística. Ambos bandos usan armas automáticas de alto calibre como AK-47, M-16 y FAL, que son difíciles de controlar y despiden proyectiles en cualquier dirección.

En Leme, un barrio de clase alta cerca de Copacabana, el agente de bienes raíces Neimar Valladares dice que la gente paga precios mucho más altos por propiedades desde las que no se ven las favelas.

El propio Valladares pasó un susto recientemente. "Puedo ver una favela desde la parte trasera de mi departamento y hace poco sentí el corazón en la boca cuando tuve que agacharme al sentir el zumbido de una bala", relató.

En las favelas, los residentes están resignados. "Todos los días hay balaceras aquí; un primo mío recibió un balazo y también una vecina", comentó Edivaldo Lins Genuino Junior, un obrero de la construcción de 23 años que también fue alcanzado por una bala en una pierna cuando iba a trabajar, en mayo.

Las autoridades aseguran que los pandilleros disparan hacia las viviendas intencionalmente y luego acusan a la policía. Los residentes de las favelas, en cambio, dicen que los policías son los que abren fuego. La policía mata a unos mil civiles todos los años en lo que describe como actos de defensa propia.

El gobernador de Río, Sergio Cabral, dice que es imprescindible el uso de armas pesadas para contrarrestar la violencia de los pandilleros. En la actualidad hay una especie de guerra de trincheras en las que nadie cede terreno.

En la favela Vila Cruzeiro, agentes policiales con el dedo en el gatillo inspeccionan nerviosamente vehículos, tratando de impedir el ingreso de armas y municiones. A pocas cuadras, los pandilleros fuman marihuana y pierden el tiempo en las esquinas, con fusiles AK-47 a su lado. Permitieron el ingreso de un periodista y un fotógrafo de AP a la favela, donde mostraron un individuo que, según dijeron, había recibido un balazo de la policía en una pierna en mayo. "La policía me vio venir y abrió fuego dijo Leandro Sales de Oliveira, 28 años, portero de un edificio. Para ellos, todos los residentes de las favelas son un blanco. Primero disparan y después hacen preguntas". La portavoz policial Carla Rocha dijo que no podía comentar el caso ya que Oliveira no había hecho denuncia alguna.

 

Sólo los proyectiles perdidos mataron o hirieron a 87 personas en Río de Janeiro este año, mientras los intentos de la policía por imponer autoridad en los barrios pobres de la ciudad, dominados por narcotraficantes, dan escasos resultados. La violencia ya forma parte del paisaje y afecta a la gente común.

La música, una vía para salir de la miseria

En la violenta favela carioca Vigario Geral, miles de jóvenes encuentran en la música la oportunidad de escapar de las drogas, un mundo al que generalmente son condenados por ese entorno de miseria.

A casi 15 años de su creación, la banda de hip-hop Afro Reggae es, con sus proyectos comunitarios, una esperanza para que miles de brasileños eviten quedar atrapados por el narcotráfico y el subempleo, dos flagelos que se nutren de la pobreza que impera en ese suburbio de Río de Janeiro.

"Afro Reggae fue fundada por tipos que estaban totalmente destruidos dijo a AFP uno de ellos, José Junior. Y funciona añadió. La idea es crear ídolos para jóvenes narcotraficantes", señaló. El fútbol, pasaje de escape de la pobreza para unos pocos afortunados, está "fuera del alcance" de la mayoría de los residentes de Vigario Geral.

Actualmente, Afro Reggae tiene dos discos grabados, uno editado con Universal Studios en 1998 y otro con Warner en el 2006. En febrero del año pasado fueron elegidos como teloneros de los Rolling Stones, lo que les permitió tocar ante los 1,3 millones de fanáticos congregados en la playa de Copacabana para ver a la legendaria banda británica.

Más importante aún para ese mundo de miseria, Afro Reggae ha dado origen a siete grupos musicales de entusiastas niños y jóvenes, cinco de los cuales son bandas de percusión que utilizan tanques reciclados como instrumentos, como en el caso de Afro Lata.

Otra, Akoni, es una banda femenina de danza y percusión.

Afro Reggae comenzó como un grupo pequeño, que llevó a sus músicos a formar otros, como los Afro Samba, una banda de percusión liderada por Raquel Melo Gomes, de 19 años. Gomes se muestra agradecida con la música por no darle tiempo a deprimirse por el diminuto apartamento de dos dormitorios que comparte con cuatro hermanos, su madre, su padrastro y tres familiares. "Cada vez que pienso que puedo llegar a tener un tiempo libre, de golpe ¡hay que ensayar para otro concierto! ¡No da el tiempo!", exclama esta joven, que cursa su primer año en la universidad mientras estudia teoría musical, percusión, batería, danza y canto en un centro de Afro Reggae.

El grupo empezó con un pequeño boletín que, con el mensaje "combatiendo la violencia a través de la cultura", invitaba a la gente a tomar lecciones de música, danza y capoeira, una disciplina afrobrasileña que combina la danza con las artes marciales. Hoy el boletín se convirtió en una revista y el grupo cultural tiene 70 proyectos funcionando en cuatro favelas. Con las recaudaciones de conciertos y las ventas de camisetas y discos, el grupo inauguró en noviembre un centro de computación en la favela Parada de Lucas con máquinas donadas por Hewlett Packard, donde los niños son alentados a ir a la escuela, pero no obligados.

El centro también alberga un proyecto de radio por internet de la ong británica RadioActive y la BBC, en el que desde abril los jóvenes aprenden a producir y emitir sus propios programas a través de la red Afro Reggae Digital. También hay una sala para asesoramiento social y psicológico. "Trabajamos con las familias y con la comunidad. El objetivo no es rellenar formularios", aseguró la asistente social Claudia Augusto, una ex funcionaria.

MICHAEL ASTOR

AP



Use la opción de su browser para imprimir o haga clic aquí