Las Bolsas chinas causan perplejidad en los inversores. La montaña rusa del martes opacó las oscilaciones más fuertes de la historia bursátil. Un día después de que el índice de Shanghai se derrumbara un ocho por ciento, comenzó en China un arriesgado zarandeo. Las cotizaciones trepaban sin descanso al comienzo de las operaciones, para luego precipitarse a toda velocidad hacia los subsuelos y terminar la jornada con una ganancia del dos por ciento. Para los pequeños inversores en el mercado chino fue un sentimiento de continuo sube y baja. En las salas públicas de los agentes de inversiones, caras preocupadas seguían con atención los monitores, donde parpadeaban muchos más números verdes que rojos. Pues, al contrario que en el resto del mundo, en la China comunista el verde marca una caída en las cotizaciones y el rojo, las ganancias. Muchos ni siquiera se habían recuperado del día anterior. La bolsa de Shanghai no retrocedía tanto desde el “martes negro” de febrero pasado. “Esto es pánico”, describió Chen Huiqin, analista de Huatai Securities, al “Shanghai Daily”. Los mercados internacionales no se muestran esta vez impresionados por las oscilaciones en China. Han comprendido que las Bolsas chinas funcionan según sus propias reglas. Los inversores chinos tienden al comportamiento imitativo y a los ataques de pánico que desatan ventas masivas. A veces es suficiente un simple rumor para que las acciones se desplomen y con su valor desaparezcan los ahorros de pequeños inversores. Los chinos han aprendido a especular en la Bolsa. Estudiantes, amas de casa y hasta jubilados buscan el dinero rápido y fácil. Los críticos comparan esta nueva fuente de riqueza y pobreza con un casino, y a veces es difícil determinar el tamaño de la burbuja especulativa. Durante mucho tiempo, los inversores chinos no se dejaron influir por ninguna mala noticia sobre sus activos en las Bolsas nacionales, que el año pasado crecieron un total del 130%. En el 2007 llevan, por ahora, un 60%. Los economistas alertan hace tiempo sobre la posibilidad de una burbuja. El jefe del Banco Central chino, Zhuo Xiaochuan, manifestó su “preocupación”, a la que se suma la de personalidades como el ex presidente de la Reserva Federal Alan Greenspan o Li Ka-shing, el hombre más rico de Hong Kong. Pekín intenta por tanto enfriar los mercados. En las últimas semanas, los inversores fueron sorprendidos con la triplicación del impuesto que grava el comercio con acciones. Cuando alcanzó momentáneamente su punto más bajo, el índice de Shanghai había perdido más del 20% en una semana. “La introducción de un impuesto sobre la renta de capital podría calmar al mercado de la manera más directa y efectiva, pero también podría desatar graves turbulencias”, opina Guo Tianyong, experto en finanzas de una universidad pequinesa. Por el momento, es evidente que la burbuja no ha estallado. Algunos expertos esperan correcciones de hasta el 30% e incluso las recomiendan. Casi nadie duda de que el gobierno logrará evitar el abismo. Demasiadas personas en China tienen ya su fortuna invertida en Bolsa, y una caída abrupta podría desatar serios disturbios sociales.
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