El domingo pasado los electores neuquinos ratificaron la vigencia de un esquema de competencia política basado en el predominio electoral del MPN. Además, como sucedió en el 2003, confirmaron la subordinación de algunas piezas peronistas al partido provincial. A mucha distancia, aunque no necesariamente desde la diferencia conceptual y programática, quedaron las restantes fuerzas políticas. Es que los mismos electores fortalecieron el “carácter sistémico” o “funcional” de lo que resta del radicalismo provincial, además de las otras partes del peronismo y fórmulas políticas variopintas de líderes sin partidos y expresiones que se hacen llamar “nuevos espacios políticos”. Desde las alturas dirigenciales de este último conjunto (la denominada “oposición”) se ha dado cuenta –una vez más– de comportamientos meramente tácticos. Y, si aceptamos el carácter “sistémico” de estas piezas, está a la vista que su principal razón política práctica para el presente eleccionario –también en su pasado– fue repetirse a sí mismo dentro de una estrategia conocida. Su lógica es sencilla: sabiendo que por sí solos –y aun con la suma de algunas de esas partes– resulta insuficiente para desbancar del gobierno al MPN, asumen un tipo descarnado de competencia entre ellos para acceder a menguadas posiciones de poder. Transitan entonces un camino útil para prolongar su vida de actores políticos de reparto pero carentes de significación para relanzar sucesivos tiempos de oposición con oportunidades. Por ello Neuquén se distancia del conjunto político federal, donde hay alternancia, acercándose a realidades provincianas donde no existe, como las de La Pampa, San Luis y Río Negro, entre otras. El electorado confirmó la vigencia del MPN como un sistema político en sí mismo, de la misma manera que convalidó su naturaleza de “sistema de partidos” con un alto nivel de competencia. En esto no hay ninguna novedad, porque el partido provincial funciona como su primo hermano peronista, tanto a escala nacional como en las provincias donde es gobernante desde 1983. Igual que éste, la sucesión no siempre pacífica de liderazgos, dirimidos en ocasiones en una arena electoral propia, marca la continuidad de sus sistemas políticos y partidarios. Con el triunfo del domingo, el liderazgo de Jorge Sapag está en condiciones de marcar un nuevo “tiempo”, el cuarto para la historia del partido provincial, y su alcance eventualmente sumará ocho años, o sea, dos turnos gubernativos. Ratifica la fórmula que le ha sido exitosa para su continuidad. Esa sucesión de tiempos partidarios con la superación de liderazgos destinados al arcón de su historia partidaria y provincial pudo corresponderse con la administración de ciertas “capacidades” burocráticas y de las otras. Porque, sin duda, el MPN es un partido de base clientelar. Y como signo de estos tiempos partidarios ha sabido procesar las contradicciones que este tipo de relacionamiento genera tanto por su carácter inclusivo como excluyente en una sociedad que está lejos de ser de iguales. Pero también ha sabido mejor que sus contendientes “sistémicos” disponer de incentivos de identidad y en la selección de los equipos profesionales y de gestión pública para confirmar un estilo decisionista tanto gubernativo como presupuestario, propio de las democracias latinoamericanas. Es cierto que con esto último consolidó la integración del gobierno con el partido y estos dos mundos con el Estado. Todo ello fue plebiscitado el 3 de junio último. Posiblemente por todo esto es que el partido provincial repite su historia, aunque el nuevo capítulo electoral sea la correcta lectura de un presente que siempre merece actualizarse. Porque a este presente, que suma las últimas tres contiendas electorales, el MPN está estancado y por ello repite la historia del tercio electoral propio. En efecto, alejados del capital obtenido por Felipe Sapag en 1995, las contiendas de 1999, 2003, 2005 (las convencionales deben ser asimiladas a las elecciones de corte netamente provincial ya que era su propio gobernador el que encabezaba la nómina a constituyentes) y la del domingo pasado ubican al partido provincial en el mismo caudal electoral. Durante esos cuatro comicios continuos sólo ha superado la barrera de los 100.000 sufragios con la presencia de los partidos colectores que aportó el peronismo: Opción Federal y Apertura Popular en el 2003 y ambos junto a Servicio y Comunidad para el turno de este año. Por supuesto que ese patrimonio electoral fue suficiente para salir airoso en cada una de las contiendas. Pero también da cuenta de que prácticamente no ha sumado nada de los 90.000 nuevos ciudadanos con que se ha engordado el padrón electoral desde 1999. De la misma manera, hay que señalar que la oposición tampoco ha entusiasmado a ese nuevo cuerpo de electores, tal su grado de estancamiento si sumamos a todas sus partes. En esta nueva historia Jorge Sapag ha asumido la personificación de quien está distante de la dimensión conflictiva esencial a “lo político”. En los términos críticos de Chantal Mouffé, tenemos un claro ejemplo de la “pospolítica” para una era en la cual se pretende la desaparición del antagonismo. Lo cierto es que nos encontramos ante la promesa de fundar un orden “más allá de la hegemonía” y como tal parece haberle dado buenos resultados al triunfador. También es cierto que esa misma narrativa estuvo presente en la mayor parte de los contendientes del domingo, sobre todo en el dirigente máximo de la segunda fórmula más votada. Y en el caso de aquellos que hicieron de “lo político” el verbo neto del partisano provinciano, fracasaron. Une y las variadas izquierdas fueron parte del lote de los perdedores. Aquel discurso fue adecuado a un nuevo tiempo que promete consagrar “la autonomía” de la política con respecto a la realidad social. Se explican entonces una elección y un resultado que estuvieron a mucha distancia de la realidad social conflictiva que llevó al asesinato del docente Fuentealba. También porque esa autonomía resultó ser paradójicamente de la propia política práctica o en todo caso de las políticas de un gobierno que se sucede a sí mismo y que deja como herencia su propio caso Skanska –Banco Provincia del Neuquén y Temux– y el avasallamiento de la Justicia, entre otras cuestiones de difícil resolución. La oposición en la política neuquina El reciente proceso electoral deja al Movimiento Popular Neuquino triunfante pero con uno de sus registros históricos más bajos en lo que respecta a elecciones ejecutivas de toda la democracia: poco más del 36% de los votos. Además, y para aumentar el margen de su victoria, tuvo que sumar el aporte de fuerzas menores aunque satélites y directamente vinculadas, como en las últimas elecciones ejecutivas. En tanto, la Concertación, consciente de los complejos y trágicos conflictos vividos en los últimos meses, de la consecuente imagen negativa del actual gobernador, del control de varios municipios y la gestión local desarrollada, del “apoyo” nacional, del reciente triunfo municipal en el norte de la provincia y de la apuesta a la polarización para convertirse en la única alternativa de cambio, aspiraba a destronar finalmente un predominio político afianzado y anquilosado en las estructuras del estado provincial. No lo logró pero no fueron magros sus resultados, quedando a sólo cuatro puntos del MPN y triunfando en varias ciudades de relevancia, algunas de las cuales ya dominaba previamente. De hecho, casi igualó el mejor resultado coalicional de la oposición neuquina en este tipo de elecciones, el obtenido por la Alianza en 1999. Por otro lado, Unión de los Neuquinos, la fuerza sobre la que varios analistas habían vaticinado un crecimiento sorpresivo, no alcanzó los resultados esperados, pagando el precio de no controlar territorio y de su origen sindical y “antipolítico”. La polarización electoral, eterna justificación de terceras y cuartas fuerzas, no explica por completo este resultado, en particular cuando previamente se sabían competidoras por el tercer lugar con la alianza liderada por Podestá. De hecho, Alternativa Neuquina demostró nuevamente la importancia del control territorial, básicamente en Zapala y en la ciudad de Neuquén, votos estos últimos aportados por Libres del Sur que, con un nuevo acierto coalicional, sigue su proceso de consolidación política legislativa y partidaria. Pese a las voces que recuerdan con amargura no haber seguido la experiencia unificada de Encuentro por Chos Malal, la sumatoria simple de los principales partidos de la oposición no garantiza automáticamente resultados favorables a nivel provincial. Y es que, más allá de las grandes diferencias políticas existentes, la ciudadanía neuquina viene reclamando no sólo el cambio, como lo demuestra el total de votos no oficialistas, sino una dirigencia política responsable que sepa conducir en forma unificada y transparente este proceso, alejada de atribuciones personalistas y patrimoniales sobre los sufragios. De hecho, será materia de análisis estimar la presencia no menor de un fuerte voto útil antioficialista, sustituto de una adscripción partidaria sincera. En este sentido, la próxima construcción legislativa y los comicios municipales aún pendientes pueden ser las instancias de ensayo propicias a los deseos de un buen número de neuquinos. Francisco Camino Vela Especial para “Río Negro”_ Licenciado y magíster en Historia DEA. Programa de doctorado en Historia e ideologías políticas contemporáneas. email: saroca@ciudad.com.ar
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