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Dalmiro Sáenz y el Bajo del Gualicho | ||
La promoción y el marketing turístico no siempre fue potestad del mundo moderno ni del siglo XXI. Y el anzuelo lleva años tirándose con la caña de pescar, incluso apelando a un suculento y supuesto diálogo cuya participación se le atribuye al menos en uno de los contertulios al célebre escritor argentino Dalmiro Sáenz. Los dimes y diretes son la belleza y la fealdad del Bajo del Gualicho. Apenas iniciada la provincialización, Viedma sembró su primera semilla en la difusión de las bondades naturales. Aún la industria sin chimeneas ni siquiera gravitaba como en la actualidad en el Producto Bruto Interno y era impensada para la provincia de Río Negro la segunda actividad en ingresos. Por esas épocas se formó una comisión ad honórem llamada Comisión Municipal de Turismo. Empleó como plataforma para fomentar la caza mayor (jabalíes, guanacos y pumas) en el Gualicho, un llamativo folleto en el que describe el inmenso desierto ubicado en un nivel inferior al mar. En el intercambio de opiniones, extraído de una novela de ficción, se le pregunta a Sáenz cuál es a su juicio el lugar más feo de la Argentina. El responde: "Como todo lo importante de la vida, la fealdad y la belleza son cosas imposibles de definir. ¿Qué es lo lindo o qué es algo feo? Son preguntas que podemos contestar con nuestros sentimientos, instintos, con nuestras frustraciones, con cualquier cosa menos con nuestra inteligencia, porque no existe ninguna fórmula de belleza o fealdad". El extenso soliloquio se ve interrumpido por la insistencia en la misma pregunta. Admite, sentenciando a la muerte al Bajo del Gualicho, es un lugar situado en la zona atlántica, entre San Antonio y General Conesa. Hace una descripción microscópica del lugar bañado por una inmensa salina. "No sé por qué (es feo) apunta pero creo que es por la sensación agresiva de su falta de agua. Si uno se interna en el bajo, pronto pierde noción de su ubicación. El monte tupido detiene constantemente la marcha del caballo trabando el usado recurso de confiar en su instinto para poder salir de ese mar espinoso y agresivo que nos hace sentirnos el último habitante de la tierra. La fealdad reside en su falta de grandeza. No se nos impone, simplemente está ahí como una mancha del desierto. Mantiene una forzada virginidad, no se defiende del hombre, simplemente no lo atrae ni lo provoca, ni fustiga su vanidad de conquistador, sino que está al alcance de cualquiera como una vieja herida del mundo ya cicatrizada, sin dolor, ni tamaño, ni importancia". Quizá olvido recrear la leyenda atribuida a un gaucho que se internó en una cueva de las inmediaciones para venderle el alma al diablo a cambio de ser un eximio guitarrista o aquel otro paisano que dijo haberse batido a cuchillazos con la figura de Lucifer. Lo inhóspito, lo agreste reporta en la actualidad todo un desafío. Con los años, llegó la actividad humana para extraer la sal de las entrañas de la tierra. Todo un vital producto que genera productividad desde la empresa Alcalis de la Patagonia en la fabricación de soda solvay. El turismo de aventura fue ganando espacio con varias empresas que hacen conocer a los visitantes cómo se trabaja en la extracción de sal, en ese espacio del mundo, y observar la paz y la quietud del anochecer. |
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