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Demostró que estaba de paso
Tras una final para el infarto, Cipolletti logró
el ascenso.

Locura, satisfacción, desahogo, emoción. Sensaciones que confluyeron en una “Visera de Cemento” que fue escenario  de una tarde histórica. Después de 22 años, Cipolletti consiguió un ascenso en su cancha y así recuperó el lugar que hace 14 meses había perdido en el Argentino A.
El partido fue digno de una verdadera final, con goles, polémicas, un marco de gente como en las épocas del gloria del “albinegro” y un 2-0 sobre Racing de Olavarría que desató una catarata interminable de festejos, ante un logro llamado a entrar en la historia grande del club.
Fue el premio mayor para un plantel  que demostró ser el mejor a lo largo de todo el torneo, y que tuvo en Oscar Padua al abanderado del gol.
El “Loco”, como en  aquella noche frente a Sporting, se llevó la mayor ovación luego de anotar los dos goles que terminaron de asegurar el ascenso.
Fue un domingo de fiesta desde principio a fin. Desde el mismo momento en que se abrieron las puertas del estadio hasta entrada la noche, cuando el plantel ofrendaba el logro en una interminable caravana por las calles de la ciudad.
Antes hubo un emocionante partido de fútbol que fue seguido a puro nervio por las diez mil almas que colmaron la “Visera de Cemento”.
Al albinegro asumió el protagonismo de entrada y en la primera aproximación casi abre el marcador. La jugada arrancó por la izquierda con un centro pasado que Weisser volvió a meter al área y Carou no alcanzó a enganchar con su tijera a media altura.
La insinuación se convirtió en realidad a los doce con una jugada ensayada durante meses. Salida del lateral, Julio Ibáñez que gira y le gana la espalda a su marcador y centro punzante al medio del área. Allí estaba Padua, en el lugar exacto para elevarse y desatar la primera alegría de la tarde con un cabezazo de manual.
Dos minutos después el visitante estuvo muy cerca de la igualdad, pero Raúl Ruiz logró sacar un tiro libre que se metía en el primer palo.
Marcos Coronda no quiso ser menos que el “1” albinegro y devolvió gentilezas ahogándole el grito a Bruno Weisser al sacarle un cabezazo que llevaba destino de red.
El juego aéreo parecía ser el camino y por esa vía Julio Ibáñez se lo perdió al optar por bajar un centro cuando se imponía el remate directo.
Por momentos hubo buen fútbol, pero en otros el nerviosismo también hizo lo suyo.
Cuando se iba la primera parte Ruiz saltó con Serfaty, aunque la pelota salió para el medio y Robledo se la encontró de cara al gol. El volante le pagó como venía pero la pelota se fue el lado del palo izquierdo.
En el complemento hubo un “Cipo” más contenido y cediendo demasiado terreno.
Si bien Racing no contó con llegadas claras, la posesión del balón del visitante y los centros al corazón del área generaban incertidumbre.
En el “peor” momento del albinegro llegó la segunda alegría. Oscar Padua cambió por gol el penal que Arco cobró en una jugada en la que pasó de todo en el área.
Sólo quedó tiempo para la agónica espera del final, que se acrecentó cuando Racing puso el descuento, pero el árbitro lo anuló por posición adelantada.
Hasta que llegó que el esperado final y la alegría desatada por el ansiado ascenso.

“Soñaba con esto”

Si decide colgar los botines, Henry Homann se habrá retirado de la mejor manera. Si decide seguir jugando, continuará recibiendo el reconocimiento a un verdadero símbolo de Cipolletti que volvió para ascender con sus colores amados.
“Se lo quiero dedicar a toda mi familia. Ellos saben el esfuerzo que hice para volver a jugar. Soné con esto miles de veces y haber podido contribuir para llevar a ‘Cipo’ al ascenso”, contó Homann en medio de una emoción incontenible que llegó llanto descontrolado.El vestuario estalló en un enfundado abrazo de un plantel que consiguió el objetivo mayor. Y allí estaba Pablo Pérez, el espigado defensor que tampoco pudo contener las lágrimas y su garganta sólo alcanzó a soltar una dedicatoria para su esposa y su hijo Rodrigo.
Jorge Cid fue otro de los hacedores de este ascenso y le tocó ver el último partido desde afuera por una suspensión. “Fue la mejor manera de demostrar que fuimos los mejores. Esto es para toda mi familia”, afirmó el “Máquina”.

Una espera de 22 años 

La historia reciente del albinegro sabía más de amarguras que de alegrías. Si bien en el medio hubo invitaciones, la última vez que Cipolletti había conseguido un ascenso en la cancha fue en 1985 cuando derrotó 2-1 a Huracán de Comodoro Rivadavia y se clasificó para jugar el Nacional.
Más precisamente fue la tarde del domingo 27 de enero cuando el albinegro venció agónicamente a los chubutenses en cancha de Olimpo de Bahía Blanca.
Ese día el equipo de la ciudad estuvo acompañado por unos tres mil simpatizantes que vieron como Marcelino Britapaja adelantó al “Globo”.  El partido se moría al compás de la ilusión del ascenso, pero a los 41 del segundo Jorge Giner puso el 1-1 y a los 45 Ricardo Ogas le dio la ventaja y el ascenso al albinegro con un zapatazo de 35 metros.
Cipolletti, dirigido por Horacio Harguindeguy formó con Marcelo Yorno; Osvaldo Cortés, Carlos Russo, Jorge Solari y Jorge Fernández; Rodolfo Torres, Ogas y Edgar Cifuentes; Rubén Diéguez, Marcelo Sisi y Giner. (AC)

Con el corazón...

El abuelo lloraba como si fuese la última vez. Apretaba a su nieto contra el pecho y repetía sólo dos palabras: “Por fin...”.
La Visera fue una caldera, el epicentro donde confluyeron un cóctel de sensaciones, el escenario de una tarde que terminó de la mejor manera. Con los jugadores albinegros en andas, semidesnudos, los ojos clavados en el cielo, con festejos interminables en la cancha y el centro de la ciudad, con ese abuelo aferrando a su nieto, la unión de varias generaciones...
“Ves que somos los más grandes del sur”, repetía un dirigente mientras veía como la calle O’Higgins se transformaba en un hormiguero humano, aún algo más de una hora antes del partido. Al colorido no le faltó nada y las 10 mil gargantas locales enmudecieron al puñado de hinchas de la ‘Academia’, que aceptó estoico un final que los tuvo como perdedores.
La presión y los nervios gobernaron los sentidos durante todo el partido, pero la impaciencia comenzó a sobrevolar cuando ‘Cipo’ se desdibujaba y Racing presionaba sobre el arco del ‘Oreja’ Ruiz. Ahí apareció el aliento incesante, que devino en explosión cuando el ‘Loco’ Padua clavó el definitivo 2-0, y que supo ser silencio sepulcral algunos minutos después, cuando la visita decretó el descuento que finalmente no fue. Entonces vino la invasión del campo (que algunos locales pidieron antes), la locura sinfín que del vestuario y la cancha continúo en las calles hasta bien entrada la noche, y que dejó algún incidente aislado (como la rotura de los vidrios de una óptica de la calle España).
En la cancha los muchachos de Perilli rompieron el karma de las finales perdidas y su gente se lo agradeció con el corazón.

 



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