Se instaló en China durante un tiempo largo, la recorrió, la estudió y sus conclusiones conducen y en su libro juzga que hay mucho de ligereza en cuanto a que China, como se sostiene a escala mundial, se vaya a convertir en una potencia económica arrolladora. Incluso define de “enano” a la economía China. ¿Admite usted que su diagnóstico va a contramano de lo que deduce una infinidad de análisis existentes sobre este tema? –Bueno, no se trata de admitir o no. Yo simplemente estoy convencido, con argumentos, de que para que China se convierta en la potencia económica dominante, como suele decirse, tiene que resolver infinidad de contradicciones, muchas de ellas no necesariamente fáciles de asumir ni de resolver. Cuestiones que, para asumirlas y darles solución, de alguna manera implican negar mucho del sistema sobre el que se ha construido China en la posguerra. Por lo demás, una aclaración: yo no niego las posibilidades de la economía china, pero sostengo que por ahora no está en condiciones de transformarse en la potencia arrolladora que muchos vislumbran. –¿La falta de un sistema político abierto está en el centro de la contradicción? –Esa es una cuestión fundamental, muy condicionante o, si se quiere, determinante para la existencia de otras contradicciones. Se abre la economía pero no la política. Se define todo desde un sistema de decisión política vertebrado por el partido único e instituciones definidamente burocráticas con intereses incluso muy propios. Esto implica la existencia de instituciones muy alineadas a la dialéctica que tiene toda esa estructura de poder, lentas en reacción. SER POTENCIA, ESA OBSESION –Se infiere de su libro que la obsesión china por transformarse en potencia decisiva en los destinos del mundo de alguna manera fractura toda posibilidad de llevar al país hacia la democracia. ¿Esto implica un orden de prioridades por parte de China? –No. Lo que sucede es que el sistema político restrictivo, cerrado, de partido único, o sea, el Partido Comunista, es funcional al proyecto estratégico de convertir el país en potencia porque –como lo señalo en el libro– el proyecto de potencia es el sentido mismo del partido, lo que le da su razón de existencia (N. de R.: en su libro, Sorman sostiene que el “despegue económico no vuelve a China menos comunista, ya que el desarrollo es la justificación primera del marxismo; la negación de las libertades individuales siempre ha sido marxista-leninista, la dictadura y el partido único también”). –¿Qué es el partido en la cotidianidad de China? –El control de la sociedad, garante de orden. En China, el concepto de orden es muy particular. No funcionan más del 1.000 millones de seres si no es bajo cierta cultura del orden, la disciplina muy férrea y, por momentos, con atisbos de violencia muy dirigida a la castración directa de legítimas aspiraciones de la gente. –¿El control en política de nacimientos? –Por ejemplo... hay violencia y problemas muy serios, fundamentalmente en el inmenso interior rural de China, debido a las regulaciones que tiene la conformación de una familia. –Usted es muy crítico en cuanto al sistema mediante el cual China procura renovarse tecnológicamente: copiando. Sin embargo, ese método parece haberle dado muy buenos resultados al conjunto de los países asiáticos, especialmente a Japón. ¿Por qué critica a China en esto? –Más que una crítica, yo diría que se trata de exponer un problema que hace a la formación de cuadros técnicos y profesionales. Las universidades chinas, tal como están conformadas, no facilitan el debate de ideas, la comunicación abierta y horizontalizada de los conocimientos... los mismos estudiantes se amoldan a un sistema que tiene mucho de burocratización en el manejo del conocimiento y –como lo señalo en el libro– en general se muestran muy pasivos. Por supuesto que ésta no es una situación estática, pero no lo es menos que hoy la creatividad, fundamento de toda universidad, en China está muy, muy lenta. EL ELEGIDO Fue a partir de mediados de la década del ’80 cuando el ensayista francés Guy Sorman se convirtió en el intelectual más mimado por la simbiosis de liberales-conservadores que en la Argentina de aquellos días se expresaba a través de la Ucede, fuerza liderada por Alvaro Alsogaray. A lo largo de casi una década, prácticamente una vez al año, Sorman llegó a la Argentina para dictar conferencias y cursos en los que siempre mostró singular interés en el destino del país. Y siempre, en cada uno de sus viajes, expresó la seducción que le generaba esa inmensa contradicción que signa la historia argentina y que suele definirse como civilización o barbarie. Siempre en aquel lapso, sus libros, interesantes en algunos casos, se convirtieron en biblias para el emergente neoliberalismo nacional. En esos términos fungieron “La solución liberal” y “La nueva riqueza de las naciones”. Años después llegaría “El retorno de los bárbaros”, un libro que abrió cauce en relación con la dimensión que ya estaban adquiriendo a escala nacional los movimientos migratorios. A comienzos de los ’90, en plena conferencia dictada en la entonces Fundación Carlos Pellegrini, Sorman señaló que la dirigencia liberal de la Argentina había adolecido de protagonismo en materia de defensa de los derechos humanos durante la dictadura militar. Esto provocó la reacción del ingeniero Alsogaray, quien prácticamente defendió la lucha contra la subversión o, en otros términos, a la dictadura. “Un 20% de desempleados es una cifra plausible” “¿No está el desempleo estabilizado en el 3,5%? Este número oficial, invariable, se anuncia por adelantado a principios de cada año. Lo que hay de cierto en él no se puede realmente calcular: no se puede considerar ni empleados ni desempleados a los 100 millones de inmigrantes que se desplazan sobre el territorio y que, en función de las circunstancias, trabajan en una obra, en una mina o vuelven al campo. Tampoco se puede incluir a los millones de campesinos desocupados, sin tierra, o que viven en una parcela de tierra insuficiente; si tuviesen la posibilidad de dejar el campo para conseguir un empleo en la ciudad, lo harían. ¿Un 20% de desempleados en China? Es una cifra plausible. ”Este desempleo no sólo afecta a los humildes: las dos terceras partes de los ingenieros recibidos en las universidades chinas no encuentran un trabajo acorde con sus calificaciones en los tres años posteriores a la conclusión de sus estudios. El desempleo de los que tienen un título se debe a la naturaleza del desarrollo, que se basa más en la utilización masiva de una mano de obra poco calificada que en la investigación o en los servicios que necesitarían más calificaciones. Es entendible porque muchos de ellos parten para los Estados Unidos o Canadá”. (Guy Sorman en “China. El imperio de las mentiras”; Editorial Sudamericana, página 143)
La lupa sobre la Argentina • “Hay una pregunta que he oído muchas veces: ‘¿Menem es sincero?’. Y ésa es una pregunta que carece por entero de interés porque los políticos raramente son sinceros, cuando no directamente maquiavélicos. Poco importa la sinceridad del presidente, a quien debe juzgarse únicamente por sus actos concretos, por su programa y por sus proyectos”. • “La crítica es una cosa buena. Y no es necesario que sea constructiva. El reproche que un gobierno hace a la oposición de no ser constructiva es un reproche infundado. El rol de la oposición es, precisamente, el de oponerse. Y es esta función crítica la que obliga a los gobiernos a aceptar ser más discutidos y más eficaces”. • “La resistencia de la burocracia es tanto más fuerte en la Argentina cuanto la economía se empobrece. A partir del momento en que la única esperanza de llevar una vida decente consiste en entrar al servicio del Estado central o de los estados locales, es normal que exista una gran aspiración popular a la estabilidad burocrática y que los burócratas no tengan en consideración otros destinos para ellos mismos y sus hijos. La respuesta a la burocratización es, pues, el desarrollo”. • “Nosotros no dominamos más que una parte ínfima de nuestro destino, el cual puede ser incesantemente modificado por millares de circunstancias. Pero, aun así, es necesario pronunciarnos sobre aquello que podemos manejar. Evidentemente, hay que evitar caer en el ridículo. Por ejemplo, la mayor parte de las previsiones bursátiles, o bien son ridículas o bien están fundadas pura y simplemente en el azar. Pero la actitud que consiste en declarar, después de que un acontecimiento se ha producido, ‘Yo se lo había dicho’, es una actitud intelectualmente deshonesta. La economía es como una esfera aparte, es lo imprevisible por definición. No hay, pues, ningún modelo. Desde que existe la humanidad, la única solución, el único remedio eficaz en materia económica, es el trabajo. Y el problema de la Argentina es que no trabaja de manera productiva”. • “Creo que la filosofía política en la Argentina, vista desde el exterior, siempre está muy dislocada en relación con la realidad. Y ello ocurre fundamentalmente porque los partidos políticos argentinos están todos condicionados por su origen histórico; cada uno es portador de una especie de legado, lo cual suele contribuir a desfigurar un poco la realidad”. • “Las democracias son más conservadoras que revolucionarias; no recuerdo ninguna que haya apoyado una revolución o votado por ella porque todas constituyen, finalmente, sistemas conservadores con una ventaja fundamental de la que carecen otros regímenes: la de poder desembarazarse de los malos dirigentes”. • “La memoria es importante, pues un pueblo sin historia no es un pueblo libre. Agregaré que el perdón, la gracia o la amnistía, si concierne a todos deberá, por desgracia, ser selectiva y tener en cuenta las actitudes y responsabilidades particulares. Sin olvidar que esa medida de gracia o amnistía no debería permitir que individuos peligrosos se incorporen normalmente a sus funciones habituales. No me parece aceptable que un militar que haya torturado a prisioneros reencuentre un lugar en el ejército; así como también sería peligroso”. ( Reflexiones de Guy Sorman durante un largo diálogo mantenido en 1990 con el entonces columnista de “La Nación” Juan Carlos Casas, conversación que se publicó bajo el título “No a la decadencia de la Argentina”; Editorial Atlántida, 1990)
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