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Ausente, esperando el siglo
El escritor no estuvo presente, por motivos de salud y su avanzada edad, en la reciente Feria del Libro. Dosifica cada vez más sus actividades.

Tiene 95 años. Cuando llegó a los 80, hizo una promesa: cerrar el telón a los 100.
Sigue viviendo en Santos Lugares. “Aquí fusilaron a Camila O’Gormann y a su amado”, recuerda siempre que habla del lugar que hace más de medio siglo eligió con Matilde, su esposa, para vivir. Matilde ya no está.
La llegada de la hora tan temida. La que él jamás se imaginó vivir. La partida de Matilde.
–Mi mayor desgracia... la compañera de toda mi vida, desde que éramos unos chicos...
Tampoco está Jorge, uno de los dos hijos que ambos criaron en esa casa con frente de abedules y coníferas. Murió trágicamente.
Desgarros encadenados.
Sin espacio para el respiro.
Sin dudas, la ausencia del autor de “El Túnel” y de “Sobre héroes y tumbas” fue una de las más llamativas de esta exitosa edición de la Feria del Libro.
Más allá de las valoraciones sobre su aporte y su figura, Sábato no deja de ser una pieza clave de la literatura argentina moderna.
Confrontado con dolores extremos, el escritor se replegó más hacia la pintura que a la escritura a la que tanto entregó y debe.
Y apuntalado por el afecto de amigos y la pertenencia a una inmensa familia, resistió esa nueva arremetida del mar de dolores y angustias en la que desde siempre se agitó su vida.
Una vida ajena al nihilismo. Pero signada por mucho de existencialismo tardío.
Una vida modelada por una espiritualidad atormentada por el destino del hombre, de la especie.
Un permanente sufrir por el acorralamiento al que el ser humano suele someter la reflexión, la racionalidad, la dignidad o, en todo caso, la vida misma.
Angustia, siempre mucha angustia.
–Angustia, sí, pero paradójicamente unida a gran vitalidad –advirtió hace algunos años en un ping pong con “La Vanguardia” de Barcelona.
Ese ping pong en el que él mismo se preguntó cómo le gustaría morir. Y se respondió:
–Consciente de mí mismo, sin injertos ni operaciones monstruosas, como yo mismo: no como una basura anónima y drogada.
–¿Mi lema?–se inquirió.
–Resistir...
Polémico. Contradictorio. Con dejos de dosificada vanidad.
Oteando el desenlace.
Y esta vez, no fue a la Feria del Libro.
Mandan los años .



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