BUENOS AIRES.- En principio, las inversiones de empresas argentinas en el exterior se destinaron al aprovechamiento de recursos naturales (en particular, petróleo y gas natural), alimentos, bebidas, petroquímica, energía eléctrica, construcción, transporte, comercio y comunicaciones. Influyeron, en ocasiones, criterios de racionalización productiva (sobre todo en siderurgia); participaciones en privatizaciones y concesiones, y adquisiciones de firmas existentes. El Centro de Estudios para la Producción (CEP) interpretó que el crecimiento de las mismas podía interpretarse de diferentes maneras: * Por el número de empresas participantes, fundamentalmente grandes, como consecuencia de su competitividad, que incluso llegaron a competir con las de dimensiones similares de los países en los que se instalaron y las corporaciones transnacionales. * Por los flujos de inversiones orientados al Mercosur, que pusieron de manifiesto que no se limitaban al incremento del intercambio comercial sino, además, a la integración de segmentos productivos. En realidad, la historia habría comenzado a fines del siglo diecinueve, con la textil Alpargatas, y continuó en el veinte, con la cerealera y alimenticia Bunge y Born y más tarde con la metalmecánica Siam Di Tella, según señalaron Daniel Chudnovsky (ya fallecido) y Andrés López, del Centro de Investigaciones para la Transformación (Cenit) y docentes de la Universidad de Buenos Aires. La “internacionalización” surgió como necesidad de supervivencia y expansión de firmas locales para explotar mejor sus respectivos “activos estratégicos”, en sectores en los que eran –son– más competitivas, en vez de buscar diversificaciones poco sinérgicas en el ámbito local. Desarrollaron así nuevas capacidades, tanto en la gestión productiva y calidad –haciendo más eficientes sus plantas y organizaciones–, como en los aspectos comercial y financiero. También redefinieron sus carteras de negocios, concentrándose en aquellos con mayores capacidades competitivas o en los previeron mejorar posiciones. Más cerca en el tiempo, influyeron las crisis de 1998 y de 2001, la mayor inestabilidad, la extranjerización de la década pasada, combinada con la falta de apoyo a los capitales locales, y la escasez de financiamiento. Luego de afrontar complicadas situaciones, varias multinacionales competitivas con capitales mayoritarios argentinos, que se sintieron obligadas a desprenderse de sus posiciones, procuraron recuperarlas. Del mapa local desaparecieron algunas firmas tradicionales que aceptaron fusiones y adquisiciones con extranjeras, resignando participaciones, totales o parciales (casos emblemáticos serían Pecom Energía, Acindar, Loma Negra y Alpargatas). También desembarcaron aquí fondos de inversiones y hasta alguno fue conformado con una estrategia que le permitió captar accionistas norteamericanos y chilenos, como Southern Cross, cuyos activos superan los 1.600 millones de dólares y controla a las argentinas Laboratorios Northia y Compañía General de Combustibles, las chilenas Essbio (proveedora de agua potable) y Campanario (generadora de electricidad) y la mexicana cadena MM-Cinemas. Chudnovsky y López destacaron aspectos positivos del crecimiento descripto, como “el aumento de las exportaciones, el acceso a información y activos tecnológicos, la capacitación de los recursos humanos, y el ingreso a nuevos mercados”. Diferentes estudios coincidieron, asimismo, en que hubo un boom de las multinacionales pertenecientes a economías emergentes, como subrayó Boston Consulting Group, el año pasado. A su vez, Accenture Bussiness señaló el impacto de las firmas que conquistan velozmente nuevos mercados, aprovechando su competitividad. En tanto, Booz Allen Hamilton explicó semejante tendencia por la consolidación de empresas con base en la región, que salieron a las naciones vecinas para crecer algo que ya no podían hacer puertas adentro. Deutsche Bank citó en un informe, en marzo, el crecimiento de las “multilatinas” (multinacionales latinoamericanas) a nivel mundial. Datos del balance de pagos del INDEC, demostraron que el saldo de la inversión directa de las empresas argentinas en el extranjero ascendió a 21.299 millones de dólares en el tercer trimestre de 2006, por lo que fue el 9,3% superior al de 2005. Esto se atribuyó a que las compañías argentinas volvieron a efectuar tales incursiones –estimaciones privadas consideraron que el saldo sería mayor–, tras mejorar sus finanzas y cuando la economía local avanza. “La tasa de crecimiento de la Argentina no es común, la tienen pocos países en el mundo –aseveró Paolo Rocca, titular de la Organización Techint–. Si al final de este ciclo largo nos vamos a encontrar sin haber contribuido con inversiones, habremos perdido una gran oportunidad”. La estructura de negocios de la Organización Techint BUENOS AIRES.- La Organización Techint, perteneciente a la familia ítalo-argentina Rocca, es el mayor “holding” industrial con base en el país y continúa con sus adquisiciones en el extranjero. Factura anualmente unos 16.000 millones de dólares (al 30 de junio último) y tiene 60.500 empleados. Su estructura está conformada de la siguiente manera: * Ternium. Produce 10,8 millones de toneladas de acero crudo y nuclea a la local Siderar (consecuencia de la privatización de Somisa, en la que desde el 2005 y hasta el año que viene invertirá 680 millones de dólares en cinco plantas) y participa en Comesi San Luis, Prosid Investments, Inversora Basilea, Impeco e Information Systems and Technologies. Sus operaciones en el extranjero más importantes comenzaron con la participación del 60% en la privatización de la venezolana Siderúrgica del Orinoco (Sidor), donde se impuso a competidores de gran peso específico. Recientemente recibió la amenaza de que el gobierno de Hugo Chávez pretendía asumir una participación mayoritaria, pero dos ministros lo desmintieron el 17 de este mes. La mexicana Hylsamex le costó 2.200 millones de dólares en mayo del 2005. Posee, además, plantas en Brasil, Canadá, Italia, Japón y Rumania. Sigue intentando adquirir IMSA, otra acerera mexicana. * Tenaris. Fabrica 6 millones de toneladas de tubos sin costura al año para la actividad petrolera y englobó todas sus filiales tras fusionarse con la italiana Dálmine, la mexicana Tamsa y la local Siderca. Tiene fábricas en los Estados Unidos –en junio último adquirió Maverick Tube, en 3.185 millones, hasta el momento la mayor operación concretada por capitales argentinos en el exterior–, Canadá, México, Reino Unido e Indonesia. En el 2004 se quedó con Silcotud, de Rumania, a cambio de 42 millones, y hasta con Tian Gin, de China. En mayo último, completó la compra de la también rumana Donadis, por 48 millones más una deuda de 22 millones. En febrero pasado obtuvo la norteamericana Hydril, en 2.160 millones, que se especializa en conexiones premium para tubos y productos para el control de presión. * Techint Ingeniería y Construcción (TIC). Opera en más de 45 naciones, completó más de 3.500 proyectos e instaló unos 70.000 kilómetros de ductos de petróleo y gas natural. Además, trabaja en la industria minera, a la que sumó, a principios de este año la adquisición del 51% de la chilena Comin, especializada en el mantenimiento y el montaje para esa actividad. * Empresas energéticas, como Tecpetrol (con domicilio legal en Madrid, España); tiene sociedades en Bolivia y Brasil dedicadas a los hidrocarburos. Tecgas y Transportadora de Gas del Norte (TGN) son otras de sus firmas especializadas. Las especializaciones son imprescindibles para avanzar BUENOS AIRES.- Las inversiones de empresas argentinas en el extranjero se iniciaron, quizás, con las de Alpargatas, creada por Juan Etchegaray y Donald Fraser en 1885 para mecanizar e industrializar la confección de ese calzado. Muchos años más tarde, tras diversificarse y crecer en países limítrofes, sus dificultades la obligaron a afrontar problemas judiciales y una reestructuración financiera. En 2005 se vendió parcialmente en 385 millones de pesos a Newbridge, Long Bar, Columbia HCA y OCM Opportunities. Con 4.000 empleados consiguió homologar el concurso preventivo de acreedores y el 16 de este mes anunció que el 31,45% de su capital, habría sido adquirido en unos 120 millones de pesos por Sao Paulo Alpargatas, subsidiaria del brasileño Camargo Correa. Antes, en 1884, llegó al país Bunge & Born, fundada por Johann Peter Gotlieb Bunge, en Holanda, hacia 1818. La trajo Ernesto Bunge para incursionar inicialmente en las exportaciones agropecuarias y pronto desembarcó en Brasil y los Estados Unidos. En 1994 surgió el “holding” Bunge International, con sede en Bermudas, que limitó la presencia en la Argentina y se desprendió de activos (como Molinos). Siam Di Tella fabricó amasadoras mecánicas de pan a principios del siglo veinte, impulsada por Torcuato Di Tella. Con el tiempo, sumó caños, heladeras y automóviles, entre otros productos, hasta que la compró un grupo norteamericano. Sucumbió más adelante, cuando se complicó financieramente. La “internacionalización” de firmas argentinas se profundizó en la década del ’90 por la globalización, el auge de las inversiones extranjeras –directas y financieras– y la conformación de bloques regionales. Por entonces más de medio centenar de firmas locales incursionaron en otras naciones, según el Centro de Estudios para la Producción (CEP). Aquellas dedicadas a la explotación de petróleo y gas, participaron de licitaciones, como sucedió con Pecom Energía, Bridas y Astra, por mencionar algunas, asociadas con otros operadores. Tras su expansión durante las privatizaciones, Pecom, de Pérez Companc, se concentró en el quehacer energético, pero perdió posiciones cuando se derrumbó el mercado petrolero, proliferaron las fusiones internacionales y la española Repsol se quedó con YPF. La compra de Molinos acentuó su avance en los negocios agropecuarios y la industria alimenticia, mientras vendía el 58,62% de Pecom, en el 2003 a la estatal brasileña Petrobras, que se comprometió a desprenderse de determinados activos, como Transener. La operación habría sido pactada en 1.027 millones de dólares en efectivo y 2.100 millones de deudas de Pecom. Hace poco Pérez Companc adquirió el frigorífico chileno Friosa, en 70 millones de dólares, con el propósito de entrar con carne fresca en el Japón, Canadá y los Estados Unidos y, más adelante, la Unión Europea. Casi la mitad de las inversiones directas de empresas argentinas en el exterior durante la década pasada y los primeros años de la actual se destinaron a la exploración y explotación de reservas de petróleo y gas natural en Perú, Bolivia, Venezuela, Ecuador, Guatemala, los Estados Unidos, Indonesia y Turkmenistán, en forma autónoma o asociadas con otras empresas. Antes de su venta a Repsol, YPF compró la norteamericana Maxus en 750 millones de dólares y obtuvo considerables volúmenes de petróleo fuera de los Estados Unidos. Entre los sectores que absorbieron el 51% del total de las inversiones, figuraron: * Industria del hierro y el acero. Se destacaron las de Techint y Acindar. * Construcción. Por la ampliación y mejoramiento de rutas y caminos, con Brasil como destino casi excluyente. Allí prevalecieron Roggio –tiene base en los Estados Unidos, México y Chile– y Socma. * Alimentación. Por momentos, vinculadas al Mercosur, en su mayor parte dirigidas al Brasil. Arcor, el grupo cordobés controlado por la familia Pagani, demostró ese interés una década antes de concretarse aquel acuerdo regional y tuvo mayor presencia internacional por sus exportaciones a 120 mercados. Cuando compró la chilena Dos en Uno (DEU) se convirtió en el primer productor mundial de caramelos, con plantas y asociaciones en el país, Brasil (tiene 5), Chile, Perú y Uruguay. Instaló con Bimbo una fábrica de golosinas y galletitas en México. Quilmes, cuando era la cervecera de Bemberg, tuvo las principales fábricas de Bolivia, Uruguay y Paraguay, situación que se frenó con el ingreso la brasileña AmBev. * Electricidad. Comprendió la construcción y ampliación de generadores y centrales, principalmente en Brasil. En términos cuantitativos se destacó Industrias Metalúrgicas Pescarmona (Impsa), dedicada asimismo a estructuras metálicas, bienes de capital y obras civiles Ahora tiene 6.000 empleados y mantiene operaciones en 27 naciones y factura unos 600 millones de dólares anuales. Tiene sociedades controladas y consorcios en Colombia, los Estados Unidos, Hong Kong, España y Holanda y se adjudicó contratos en China, Filipinas y Malasia. Compró el negocio global hidroeléctrico de General Electric (GE Hydro), en una suma que oscilaría entre 150 millones y 300 millones de dólares, con lo que incorporó 2.000 personas y plantas en Canadá, China y Finlandia. * Comunicaciones. El primer destino fue Brasil y estuvo estrechamente vinculado a la desregulación. Otro tanto ocurrió con la televisión por cable. * Transporte. Se comprobó la participación de empresas nacionales en la privatización y posterior ampliación de los subterráneos de Rio de Janeiro (Brasil). * Medicamentos. Laboratorios Bago inició su expansión en América latina en los ’70 y a fines de los ’90 la profundizó en las regiones Asia Pacífico y Europa del Este. Cuenta con plantas farmacéuticas y farmoquímicas en América Latina, Rusia y Sri Lanka. * Comercio. Disco, por ejemplo, compró en Chile la cadena de supermercados Santa Isabel, que le permitió tomar posición de sucursales en otros países, como Perú.
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