No hay de dudas que la artista plástica Carolina Antoniadis no es una mujer que siga las modas ni las tendencias. Su abordaje a la decoración es mucho más personal. Es rico, creativo, lleno de matices, sofisticado tal cual lo es su obra plástica. Hace seis años se mudó a este duplex en las orillas de Palermo Viejo, un departamento, de 70 metros cuadrados, repartido en un gran espacio en la planta baja, donde se encuentra la cocina, toilette, comedor y living, acompañados de un gracioso y pequeño jardín urbano en el espacio abierto destinado a la cochera. Mientras que en el entrepiso, al que se accede por una escalera de hierro negro en forma de caracol, están ubicados el dormitorio en suite y un escritorio balconeando sobre el salón.“Lo que más me gusta de este departamento es el espacio, los techos altos, me resulta funcional”, explica Carolina, una de las pintoras argentinas más respetadas de su generación. Leyendo entre líneas, se entiende, que a diferencia de su anterior hogar, más comprimido, aquí tiene espacio para desplegar, con más libertad, su colección de objetos, las obras de arte y los muebles que trae de sus vidas pasadas. Carolina proviene de una familia de artistas, padre, madres, abuelos y hermano que saltaban de la pintura a la fotografía con la capacidad natural del dotado. Así se entiende un poco más su exquisito universo estético y su ojo entrenado en la más absoluta libertad. Es por eso, quizá, que al momento de decorar, Carolina apela a la memoria, a los recuerdos y puede plasmar sus gustos VIENE DE PAG. 10 de una forma muy sofisticada. “Me interesan los espacios personales, no muy diseñados, más bien sentidos. Para mí lo emocional es fundamental: todo objeto tiene su historia, su estética me propone preguntas, cuestionamientos. Me gusta el eclecticismo, apelar a la memoria. Por eso no me gusta el minimalismo -porque es la ausencia de memoria-, y uno se transforma a partir de ella, siempre es un referente”. Un recorrido minucioso por su micromundo resulta una deliciosa fiesta para la vista. Cada rincón de su casa está tratado como una escenografía singular, donde se mezcla lo nuevo con lo viejo, lo heredado con lo adquirido, los regalos con las compras. Las paredes, algunas forradas de bloques de hormigón premoldeados, otras pintadas de blanco, consolas, estanterías de vidrios, todas y cada una de ellas, despliegan los mil y un objetos de Carolina hasta conformar un todo armónico. Esa capacidad para mezclar con equilibrio es una de sus características más salientes. “No me gustan los combos, es decir tener sólo un estilo: amo el eclecticismo porque es vivo, es cuestionamiento puro”. Carolina explica que cada uno de los espacios fue armado con una lógica diferente: en el living primó la idea de comodidad para recibir visitas que se pueden desplegar con comodidad en un sillón forrado en pana agrisado o en el par de sillas de cuerina blanca con patas bambi; en la cocina que la encontró básica pero funcional, se las ingenió para sumarle belleza a través de los objetos; mientras que en su dormitorio, dispuso “la cómoda de mamá, mis objetos personales queridos, mis collares, la ropa que arrastro de toda la vida aquella que me define por coincidencia o disidencia. Gran parte de los muebles, que coquetean con los años ‘60 o con el estilo inglés o francés fueron reciclados ya que adora transformar, adaptarlos, darles una nueva vida. Así es como en sus manos híper-creativas, una biblioteca deviene en vajillero, una mesa provenzal se transforma en escritorio.“Me gusta inventar, que no me resuelvan todo, no sabría que hacer con mucho dinero...” Carolina tiene claro que su mayor capital son aquellas cosas que más que valor pecuniario, tienen valor sentimental, afectivo o estético. “Las obras de arte de otros me elevan, los cuadros de mi abuelo, las obras de mis alumnos, de mis amigos, de otros artistas representan para mi ventanas a distintos mundos”. Claro que al poco tiempo de recorrer la casa, uno percibe que el arte convive también, en igualdades de condiciones, con muñequitas de plástico de cotillón, bolas de vidrio llenas de nieve artificial, un bebe desnudo que funciona a cuerda, todas objetos que exhalan una cierta ondilla kitsch. “Amo el kitsch pero trabajado, no en su estado virgen. Pero también me gusta el exceso con generosidad, lo que hay que cuidar, lo contemplativo, lo que te da espacio a lo espiritual”. Y, por el contrario, habrá que entender que no hay permiso en este hogar para un objeto que no tenga la aprobación de la dueña de casa.”Jamás tendría algo que no me signifique nada”. En tren de elegir un objeto favorito, Carolina se toma su tiempo y dice:“Aunque me gusta todo ya que soy una ´excesiva´, amo los cuadros que tengo pero la vajilla también es muy importante porque se hereda, es funcional y es estética”. EL DORMITORIO • El dormitorio está armado en el entrepiso que balconea sobre la planta baja. Para su cama, Carolina eligió las sábanas “Cartas de amor”, de la artista plástica Diana Schufer. Sobre la mesita de luz heredada, una lámpara vieja resignificada con una pantalla de la diseÑadora Laura Rey, forrada con género de los aÑos 60. LA cajonerita de madera que funciona como alhajero fue comprada en una feria artesanal y pintada de rojo lacre, para que adquiera un look más chino Y una foto de la madre de Carolina. Sobre la cama, UN kimono autentico de seda natural bordado a mano. EL BAÑO • Carolina le dio unA vuelta más atractiva al adornar la pared con un cuadro con figura de oso peluche. Sobre la mochila depósito del inodoro, una planta de orquídea, pequeÑa pintura de Juliana Ceci y dos figuritas de cartón realizadas por Carolina. Del toallero cuelga una toalla retro de los Estados Unidos, con motivo de cerezas, regalo de su tía Aurora. DOS FOTOS EN BLANCO Y NEGRO, ENORMES, SOBRE ESTANTE DEL LIVING, cuya autoria pertenece a Demetrio Antoniadis, abuelo DE Carolina; debajo de estas fotos, objetos artísticos: muÑeca con piedritas de Victoria Perri, par de figuras africanas compradas en el mercado de pulgas de Tristán Narvaja, de Montevideo, y caja china de pinceles, regalo de su hermano Leonardo. Al final de la nota carolina compartio con “EH!” SUS gustos QUE HACEN ‘su’ DIFERENCIA, TANTO EN LO DECO COMO EN LO FASHION QUE ELLA USA (como la minicartera con estampado japones y las gafas ultrachatas). LAS PASHMINAS NUNCA FALTAN, DICE: ESTAN SIEMPRE A MANO, SOBRE UN SILLON. LA COMBINACION DE LO VINTAGE CON LO DE DISEÑO ACTUAL DA UNA PERSONALIDAD INCREIBLE, TANTO A UN HOGAR COMO A UN LOOK PERSONAL: para prueba de ello es NUESTRA entrevistada PRINCIPAL de esta edicion de “eH!”. tomas del jardincito. Sobre la mesada del patio, platos de cerámica decorados por Carolina Antoniadis (ODA). Sobre una de las macetas habitadas por cactus, muÑequita móvil de plástico comprada en las calles de Nueva York. EL LIVING Tiene apenas un par de muebles que no interrumpen las visuales del patio. Sobre el piso flotante símil madera, UN par de sillones de los ’60 con patas bambi retapizados en cuerina blanca Y mesita baja de la misma época –comprada en un mercadillo de pulgas luego pintada de negro– con ceniceros de vidrio de los ’70 heredados, sobre alfombra de lana diseÑada por la artista Vanina Mizrahi. Contra la pared texturada de bloques de hormigón y piedra, un estante de vidrio muy cerca del piso, donde despliega su colección de objetos y obras de arte. Al fondo, detrás del gran ventanal, el patio. La alfombra circular de lana, diseÑo de Vanina Mizrahi, mesita de los aÑos ’60 y sillones con patas Bambi de la misma época. Sobre el estante de vidrio, trío de muÑecos africanos de madera comprados en UN mercado de pulgas de París, foto en blanco y negro de Demetrio Antoniadis, abuelo de Carolina, y florero de losa blanco con ramas de sauce eléCtrico. EL JARDINCITO • En primer plano, sillas y mesa de metal estilo “Quilmes” compradas en un mercado de pulgas. El diseÑo del jardincito, ubicado en el espacio de la cochera descubierta, pertenece al paisajista Guido Leveratto, quien colocó tinas de zinc y maceteros de cemento donde habitan plantas acuáticas y quinoteros. Para la hora del té, la mesa se viste con chalina fucsia de seda; sobre ella, portavela de lata del Ecuador, taza de té pintada por Carolina (ODA); tarteleta de frutilla (Pérsico). Al pie, fuentones de hojalata con plantas acuáticas. La tarteleta de frutillas, sobre plato de porcelana china y cuchara de plata heredadas. LA COCINA • La cocina está integrada al living comedor. Muy simple, revestida en cerámicos blancos, tiene un estante de vidrio donde Carolina atesora parte de su vajilla y sus floreros. De un gancho cuelga un delantal obra de la artista Ana Fuchs. Sobre la pared lateral izquierda, en la zona dedicada al comedor, descansa una biblioteca estilo inglés usada como vajillero, y del mismo estilo es el juego de comedor con sillas retapizadas en cuerina blanca. Sobre la mesa, juego de té de porcelana blanca pintado por Carolina. Se roba las miradas la lámpara retro, forrada en género de los aÑos 60, de Laura Rey (Glitter).
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