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Grandes contradicciones
El gobierno toma decisiones que colisionan entre sí.
Por ello, resulta muy difícil dilucidar el rumbo político.

En los últimos años, el modelo actual –si así se lo puede llamar– ha registrado muy buenos resultados en términos de producción; eso nadie lo puede negar. Sin embargo, a medida que profundizamos en algunas de las decisiones tomadas, nos empezamos a cuestionar cuánto de este desempeño está justificado por la coherencia, la sincronización y el lineamiento que todo accionar económico merece y, en especial, nos preguntamos si existe una visión o fundamento sistémico de orientación de política económica o si las decisiones se basan solamente en caprichos que se transforman en decisiones en la medida en que las circunstancias lo requieren.
Es interesante enumerar las contradicciones de política económica a las que el gobierno llega y ver cómo cada una de éstas se relaciona directa e inmediatamente con otra.
1) Una de las primeras contradicciones la encontramos en la política cambiaria llevada a cabo por el Banco Central bajo la idea de sostener un tipo de cambio fijo y alto. Esta se contrapone a las palabras iniciales que pregonaba el gobierno sobre un “dólar flexible”. De todas formas, la contradicción va más allá y se extiende a la estrategia de acumulación de reservas por parte de la institución. El gobierno asegura que mantiene el tipo de cambio alto con el objetivo de sostener los niveles de competitividad externa (algo que se verá más adelante) y, a su vez, de reducir la vulnerabilidad externa. De esa forma logra asegurar suficientes reservas para aquellos que en un momento de inquietud –crisis– decidan retirar sus fondos a un tipo de cambio no muy lejano de aquel al que los colocaron inicialmente. Mientras tanto, nosotros nunca habremos podido ver los frutos de una apreciación del peso –recordemos que el tipo de cambio mide la posibilidad de adquirir bienes en el resto del mundo, es decir, la remuneración mundial de nuestro trabajo–. En otras palabras, la política cambiaria no hace más que defender un frente externo por medio de la represión de la revalorización del trabajo argentino, algo que se contradice con la política de “recomposición del salario perdido”.
2) Como mencionamos antes, la idea del gobierno es mantener un dólar alto para sostener un nivel de competitividad que permita impulsar exportaciones. En este sentido, encontramos dos grandes contradicciones. En primer lugar, las experiencias económicas son contundentes en cuanto a enfatizar la poca efectividad de establecer un tipo de cambio nominal alto como único aliciente de las exportaciones. A partir de un tipo de cambio alto se empiezan a suceder ajustes. Si bien los ajustes de la economía real no son instantáneos, se realizan en el mediano plazo –esto está en proceso–. Sumado a lo anterior, las experiencias sí son claras en el siguiente sentido: no hay mejor incentivo a la exportación que la existencia de instituciones firmes y estables, algo de lo que en la actualidad, lamentablemente, se carece. Falta de previsión, excesiva revisión de las decisiones tomadas –siempre adoptadas sobre la marcha–, políticas tributarias con vaivenes y “parches” causados por la falta de una comprensión agregada de los efectos entre sectores son algunas de las condiciones que se pueden nombrar.
3) En tercer lugar, tenemos la contradicción entre una política “pro-exportaciones” y las retenciones, que dan como resultado tipos de cambio más bajos. La diferencia entre ambas, por supuesto, queda para el Estado en concepto de recaudación. Así, nos volvemos a involucrar en una contradicción al pensar sobre el objetivo con el que el Estado extrae recursos del ámbito privado. Estos son destinados por el gobierno a sostener sectores por medio de sistemas de subsidios y, además, a implementar políticas de “recomposición de ingreso perdido”. Estas políticas de ingresos estarían direccionadas a una recuperación del poder adquisitivo y a una revalorización del trabajo argentino en el mundo, algo que se contradice con la política de depresión del tipo de cambio y la pérdida de poder adquisitivo de la moneda (inflación) generada por esta misma política expansiva sin fronteras.
4) Estos dos últimos puntos se relacionan en profundidad con la mayor de las contradicciones del sistema: un proceso inflacionario reprimido y sostenido en el tiempo. Si bien la inflación es un problema en sí mismo, constituye un síntoma de problemas dentro de la economía real mucho más de fondo, que es donde debe ser puesto el esfuerzo. Este, en vez de estar enfocado a solucionar los problemas reales, se destina a perseguir a empresarios, a generar “estadística creativa”, etc.
5) A todo esto, por supuesto, habría que adicionarle el efecto que el “disfraz inflacionario” antes mencionado tendrá sobre aquellos que en algún momento piensen en jubilarse por medio del régimen de AFJP. En otras palabras, la contradicción es evidente cuando, por un lado, el gobierno hace por medio de su política de recomposición de haberes de jubilados y, por el otro, deshace con “quitas” parciales a los futuros pasivos –que, recordemos, a través de los fondos de jubilación son los mayores acreedores del Estado–.
En definitiva, al mirar todas la contradicciones juntas, la idea de lo que se está buscando o la perspectiva sobre hacia dónde vamos queda indefinida. Las políticas se muestran incompatibles unas con otras y en algunos casos –inclusive–, opuestas. Se atiende un problema pero pareciera que el gobierno no es capaz de entender simultáneamente la red de efectos que se derraman hacia el resto de la economía.
La holgura del momento pareciera ser la ceguera que hace que todo cierre, todo sea popular y todos seamos K; sin embargo, se van planteando dudas que parecen agrandarse con el tiempo. Los márgenes de maniobra se empiezan a reducir y las contradicciones, a sobresalir a medida que se hacen persistentes en el tiempo.

 



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