cualquier análisis de los tristes hechos de Neuquén debería empezar, indefectiblemente, recordando que hoy una familia de esa provincia llora porque su papá ya no está y un puñado de chicos lamenta la muerte de su maestro. Olvidar la atrocidad del asesinato de Fuentealba es correr el eje de la discusión a la lucha agonal por el poder y no reparar en que, esta semana, un funcionario del Estado violó el principal derecho humano: el derecho a la vida. Después sí podemos buscar las razones de lo que pasó y para eso tendremos que salir de una provincia determinada y revisar profundamente en todo nuestro territorio esa tendencia a resolver los problemas con métodos violentos. Lamentablemente el presidente Kirchner ha potenciado esa característica hasta niveles inaceptables, producto de su constante crispación y descalificación a los que piensan distinto y a su enojo, generalmente sobreactuado. Entender la importancia de la mesura y la tolerancia será fundamental a la hora de volvernos una sociedad más igualitaria e integrada definitivamente al mundo; el gran avance de los países desarrollados es resolver las diferencias dentro del Estado de derecho y con procedimientos de mediación y negociación que permiten atenuar las diferencias y conocer los límites. Sin embargo, estamos muy lejos de acercarnos a esa meta y el presidente no acusa recibo de su responsabilidad; primero pega y después huye, desde el comienzo de su mandato. Se escondió en Cromañón. Se escondió en San Vicente. Se escondió en Ushuaia, cuando se conmemoró un nuevo aniversario de la Guerra de Malvinas. Se escondió de la familia del oficial Sayago y volvió a esconderse ahora. A él le cuesta mucho ir a enfrentar los problemas cuando no tiene la tribuna a favor, esa que corea lo que quiere escuchar. Cuando finalmente habló, lo hizo para esconderse detrás de la responsabilidad del gobernador Sobisch. No nos engañemos; Kirchner y Sobisch siempre fueron lo mismo: los dos administraron sus respectivas provincias con métodos ineficientes y oscuros, por eso Santa Cruz y Neuquén están explotando en conflictos sociales. Tampoco ninguno de los dos se ocupó jamás de preparar a las fuerzas de seguridad para controlar esos conflictos; por eso uno tiene a Fuentealba y el otro tiene a Sayago. El siguiente rasgo que me parece importante señalar frente a estos hechos es que tenemos una ley de educación centralizadora y corporativa. Y esa ley va a generar problemas toda la vida, porque no organiza el sistema educativo, lo desorganiza. Genera una respuesta centralizada que, en un país heterogéneo como el nuestro, produce un caos generalizado, como fue el anuncio de un ministro del gobierno federal sobre temas sobre los que no tiene responsabilidad. Ya a nadie le quedan dudas de que ese anuncio fue manipulado para favorecer a la campaña del ministro Filmus en la Ciudad de Buenos Aires y eso revela, una vez más, que nuestra institucionalidad está incompleta. La solución a esto sería introducir una cláusula institucional que asegure que cuando los ministros son candidatos deben renunciar a su cargo. Finalmente, vemos que hay un problema que queda evidenciado en esta crisis y tiene que ver con la verdadera situación fiscal de la Argentina, cuál es la realidad fiscal de las provincias y qué hacer cuando hay recursos naturales no renovables. En el caso puntual de las provincias del sur, la extracción de petróleo se usa como un recurso corriente y eso es un error porque lo único que se logra es descapitalizarse; en términos más sencillos: el dinero que da el petróleo hay que ahorrarlo e invertirlo en el futuro de la provincia, de lo contrario estaremos matando a la gallina de los huevos de oro. Esta semana trágica en Neuquén debería ser emblemática para la República que tenemos que construir. La mejor manera de evitar que la barbarie se repita es mirar detenidamente lo que pasó, poner el énfasis en una gestión eficaz y transparente, reconocer los errores admitiendo que quienes piensan diferente no son enemigos y entender, de una vez y para siempre, que en el odio y el rencor está el peor remedio. (*) Economista. Candidato a presidente por el partido Recrear
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