A diferencia de lo ocurrido en años anteriores, en el 2006 no se produjeron mejoras en la distribución personal del ingreso. Pareciera que, superada la crisis, no se está en vías de modificar el regresivo patrón distributivo que desde hace décadas prevalece en la Argentina, señala un reciente informe del Instituto para el Desarrollo Social de la Argentina. Otros países –como los de la Unión Europea– logran una distribución equitativa gracias a que el Estado interviene con un sentido estratégico sobre la economía, teniendo como objetivo prioritario redistribuir recursos en favor de los pobres y evitando filtraciones hacia los sectores de altos ingresos. El INDEC dio a conocer la información básica que describe la situación de la distribución personal del ingreso para el cuarto trimestre del 2006. Estos datos completan informes anteriores sobre la situación ocupacional y la incidencia de la pobreza. En conjunto, permiten evaluar los impactos sociales de este contexto de fuerte recuperación del nivel de actividad económica que se viene observando en los últimos años. Una forma internacionalmente aceptada para medir los niveles de desigualdad de los países es el coeficiente de Gini. Este indicador adopta valores entre 0 (igualdad extrema) y 1 (desigualad extrema). La situación y la tendencia de Argentina en términos de desigualdad, según este coeficiente que mide el INDEC, se pueden sintetizar en los siguientes elementos: * El coeficiente de Gini en el último trimestre del 2006 fue de 0,485; un valor parecido al promedio de América Latina, pero mucho más alto que el de los países desarrollados. * En igual período del 2003, el coeficiente de Gini era de 0,509; esto significa que con la recuperación económica el coeficiente ha disminuido en 2,4 puntos porcentuales. * Esta disminución se conforma de 1,4 puntos porcentuales en el 2004, 1 punto porcentual en el 2005 y ningún cambio en el 2006. Los datos señalan que la tendencia distributiva del buen momento económico que pasa la Argentina ha sido hacia una distribución menos polarizada. Mientras que en el 2003 el 10% de la población más rica recibía ingresos 47 veces más altos que el 10% más pobre, en el 2006 esa relación ha caído a 31 veces. Sin embargo, no hay que perder de vista que el proceso comenzó desde valores extremos de iniquidad y que la mejora fue acelerada al principio, pero rápidamente fue perdiendo ritmo. En el último año, ya no se observan modificaciones importantes en el patrón distributivo. Este estado de cierta estabilidad en el proceso de mejora en la distribución del ingreso se ha alcanzado en un nivel de desigualdad que es muy parecido al que había antes de la crisis. El coeficiente de Gini estimado por el INDEC para el cuarto trimestre del 2006 es igual al estimado para 1996. Esto sugiere que la regresiva distribución del ingreso en la Argentina está asociada a un conjunto de factores estructurales que van más allá de los vaivenes asociados a los ciclos económicos. Son problemas de fondo que están presentes desde hace varias décadas. Un factor de decisiva importancia en la distribución del ingreso es el rol que juega el sector público. Un estudio reciente realizado por el Banco Mundial señala que la equitativa distribución del ingreso que tiene la Unión Europa se debe al tipo de intervenciones que tiene el sector público sobre la economía. Sin la intervención del Estado, en la Unión Europea el coeficiente de Gini sería de 0,47. Un valor parecido al de Argentina. Sin embargo, una vez que en Europa se computa la recaudación de impuestos y el gasto público, el coeficiente de Gini baja a 0,33. Es decir, se reduce en 14 puntos porcentuales. En el mismo estudio aparece que en América Latina el Estado reduce el coeficiente de Gini en apenas 2 puntos porcentuales. Argentina sigue la tendencia de América Latina porque permanentemente se toman decisiones que implican asignar recursos públicos en favor de las familias de ingresos medios y altos. Los ejemplos abundan. Las moratorias previsionales para la gente que no hizo aportes es regresiva porque no se tuvo en cuenta que muchas personas que no tienen jubilaciones pertenecen a segmentos medios y altos. Las erogaciones destinadas a la educación superior benefician, en la práctica, a muchas familias de ingresos medios y altos. Los subsidios para evitar que suban los precios implican en muchos casos transferencias masivas de recursos públicos en favor de los dueños de las empresas y de los intermediarios que hacen las gestiones ante los funcionarios públicos. Como lo señala la experiencia europea, la equidad no emerge de un proceso espontáneo, ni de cualquier forma de intervención del Estado. Surge de un buen diseño y administración del sistema tributario y de que en la asignación del gasto público la prioridad sean las familias de bajos ingresos, no las corporaciones, la corrupción y el clientelismo político. También buenas regulaciones que apuntan a mejorar la competencia y la transparencia ponen límites a estos intereses corporativos, disminuyendo la polari- zación en la distribución de la riqueza.
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