El cementerio de Darwin está en medio de una suave colina que se puede ver desde lejos. Allí descansan los restos de 233 argentinos muertos durante la guerra de 1982. Sobra silencio y recogimiento. Pero falta mantenimiento. Las cruces de madera pintadas de blanco que se elevan sobre la tumba de los caídos se están descascarando y lucen muy descuidadas. Hay 230 cruces (una tumba contiene los restos de cuatro soldados), distribuidas en dos alas laterales de 100 cruces y una central con 30 cruces más. El lugar luce frío porque ya no están las fotos, las cartas y las ofrendas que antes yacían frente a cada tumba y que le daba un carácter particular a cada uno de los caídos. Ahora sólo están sus nombres. Enfrente se eleva el cenotafio construido hace un par de años, con una gran cruz blanca de cemento en el centro. A ambos costados hay placas de granito con los nombres de los 649 argentinos muertos durante el conflicto. Pero el agua está penetrando en la unión de esas placas con las bases y, si en un tiempo no son reparadas, podrían despegarse. La Comisión de Familiares de Caídos en la Guerra de Malvinas quedó a cargo del mantenimiento del cementerio, pero hasta ahora no ha podido sortear el obstáculo económico que representa el cuidado de las cruces y el cenotafio. Cuando pidieron presupuestos, sólo una empresa se presentó: la local Morrison. Pero las 6.000 libras esterlinas (unos 10.000 dólares) que requirieron por hacer tareas de mantenimiento sólo una vez por año disuadió a los familiares. Las firmas argentinas quedaron fuera de la compulsa de precios. “Yo le envié a la Comisión de Familiares una propuesta mucho más razonable para conservar en buen estado el cementerio. Les dije que por 4.000 libras yo podía hacer un mantenimiento mensual, que es lo que en realidad necesita el lugar. Pero hasta ahora no me han respondido”, cuenta Santiago Socodo, un argentino que vive en Puerto Argentino desde hace algo menos de seis años. En los próximos meses se espera que una considerable cantidad de gente visite el cementerio de Darwin, por el 25 aniversario del conflicto entre Argentina y Gran Bretaña. Pero todavía nadie sabe si podrá estar en condiciones para el 2 de abril. Las víctimas británicas de la guerra descansan en un pequeño cementerio que se levanta en puerto San Carlos. Está en una colina más pronunciada y resguardada del viento. Además hay un perímetro construido con piedras. Tiene lápidas de mármol y las inscripciones incluyen el día y el lugar en el que fueron abatidos. También hay arreglos florales y recuerdos de familiares. En Darwin y puerto San Carlos, al igual que en Pradera del Ganso (Goose Green), hay pequeños caseríos de granjeros. Son las mayores comunidades fuera de Puerto Argentino y Mount Pleasant, aunque cada una no debe contar con más de cincuenta personas. La gente del lugar es muy reservada y, cuando ve que un contingente de forasteros se aproxima, en general prefiere recluirse. Allí se desarrollaron las batallas más duras en 1982. En puerto San Carlos se produjo el desembarco inglés y después fue escenario de intensos combates aeronavales. En Darwin y en Pradera del Ganso hubo feroces enfrentamientos terrestres. Sin embargo, no hay allí demasiados indicios de lo que ocurrió 25 años atrás. No ocurre lo mismo en las colinas que rodean Puerto Argentino. Monte Longdon, Tumbledown y Apple Pie son un triste recuerdo de la guerra. Allí todavía se pueden ver las posiciones desde donde combatieron los soldados argentinos, levantadas como precarios bunkers de piedra. Dentro de ellos hay restos de carpas, algunas frazadas aferradas a la tierra, alambres que servían para sostener un precario techo, municiones, crema dental, zapatillas rotas y algunos restos de armas. También hay en la zona dos cañones de 105 mm completamente herrumbrados y anclados en la turba. Los lugareños recuerdan historias de soldados argentinos deambulando en busca de alimentos o alguna manta. (J.L.-DyN)
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