Los investigadores estudian un fenómeno psicológico muy común, el cual consiste en... huy, tengo algunas cuentas por pagar esta semana. Es así, los pensamientos suelen cambiar de un momento a otro. Se trata de divagaciones mentales, que experimenta todo el mundo con una frecuencia sorprendente. La psicología general no ha prestado mucha atención a este hábito mental, pero una serie de nuevos estudios trata de develar sus misterios y los científicos señalan que el tema empieza a cobrar importancia. Algún día esas investigaciones podrían encontrar formas de ayudar a que los estudiantes permanezcan concentrados en los libros de texto y a que los automovilistas se mantengan atentos al camino. Aportarían más datos sobre el problema de la hiperactividad por déficit de atención, incapacidad severa e inusitada para concentrarse. Michael Kane, psicólogo de la Universidad de Carolina del Norte en Greensboro, pidió que sus estudiantes hablaran de sus pensamientos en ocho ocasiones aleatorias cada día, durante una semana. Descubrió que, en promedio, los jóvenes no pensaban en lo que hacían en un 30% de las veces. En algunos estudiantes, la proporción subió al 80 ó 90%. De los 126 participantes, sólo uno negó que su mente divagara en los momentos en que se le pidió revelar lo que pensaba. Estudios anteriores han detectado promedios de entre el 30 y el 40% en la vida cotidiana. “Si uno quiere entender el funcionamiento de la mente de la gente, debe pensar en este fenómeno”, dijo Kane. Desde luego, buena parte de la divagación es inofensiva, como cuando alguien piensa en un asunto laboral mientras come una hamburguesa. El problema surge cuando la otra idea distrae a la persona de algo a lo que debería prestar atención. El resultado puede ser trágico. Kane recordó el caso de un profesor universitario, quien en un caluroso día de agosto del 2003 llegó en su automóvil a su trabajo en Irvine, California. El profesor estaba tan distraído que no recordó que su hijo de diez meses iba en el asiento posterior: el infante murió por el calor excesivo. Una tarea más común que exige concentración es la lectura. Incluso en ésta, la mente divaga entre el 15 y el 20% del tiempo, dijo Jonathan Schooler, de la Universidad de la Columbia Británica en Vancouver, Canadá. Además, la gente ni siquiera se percata de ello, añadió. ¿Cuál es el origen de este fenómeno? “La mente siempre trata de divagar, en cada oportunidad”, dijo Schooler. Desde su perspectiva, la mente no sólo tiene el objetivo de completar la tarea en la que debería concentrarse sino en metas personales que escapan de nuestra conciencia inmediata. Se trata de ideas como los planes para el futuro, la solución de los problemas de cada día y la mejor comprensión de uno mismo. Algunas veces, uno de esos objetivos acapara la atención y la mente empieza a divagar. ¿Por qué el cerebro está estructurado para divagar? ¿Cuál puede ser la utilidad de la divagación? “En la mayoría de las ocasiones, la divagación mental es más benéfica que perjudicial”, dijo Kane. Con notables excepciones, la vida no suele exigir toda nuestra atención. “Recorremos buena parte de la vida en piloto automático”, dijo. “Hay mucho trabajo que podemos hacer sin pensar en ello, desde el conducir hasta el comer”. Por ello, un mecanismo que nos alienta a dedicar cierta capacidad inactiva del cerebro para planificar actos y resolver problemas “parece una buena forma de aprovechar el tiempo”, dijo. Schooler explora la idea de que la divagación fomenta la creatividad: “No tiene límites, puede ir a cualquier lugar y, en cierta forma, ello refiere la situación idónea para el pensamiento creativo”, señaló.
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