>
Entre mucho estrés, consultores y fotos, se ingresa en la recta final
A menos de 60 días de los comicios, la UCR y el Frente para la Victoria sólo piensan la política en su definición más esencial: lucha por el poder, un campo duro e inquietante que demanda más que lo esperado. Ideas -fuerza que sustentarán, consejos de expertos, planes y esgrimistas para ‘golpes bajos’, de ser necesarios...

se trata del poder.
O sea, del convite más seductor que da fundamento a la política. Y tanto en la UCR como en el Frente para la Victoria rionegrinos lo saben. Lo tienen bien internalizado.
A partir de ese convencimiento, la política se les presenta de todas las maneras imaginables, pero siempre reclamando decisiones. Donde no hay decisión, la política se evapora. El poder se extingue.
Ahora, la política se les presenta en términos de elecciones. Están con la mirada fija en ese tercer domingo de mayo en que dirimirán quién se quedará con la gobernación.
Consigna radical: el poder no se pierde.
Consigna del Frente: hay que sacarles el poder.
“Los confines de la ficción y la realidad, ya difusos por naturaleza, se confunden todavía más en los cien metros finales de la etapa electoral”, reflexiona el científico argentino Ignacio Escribano, paciente estudioso de las conductas en tiempos de urnas. Y acota a modo de acicate: “¿Dónde comienza la autenticidad, dónde el engaño? ¿Votaremos por un líder legítimo, fiel a sí mismo y a sus principios, o por la personificación, moldeada hasta la última minucia, de las necesidades y anhelos colectivos, sondeados una y otra vez por las infatigables encuestas?”.
Estrés mediante, radicales y frentistas rionegrinos terminaron el alistamiento de sus fuerzas para la recta final de la campaña.
Buscaron y buscan asesoramiento profesional. Lo hacen sin disimular dudas y convencidos de que en el trayecto que media hasta las urnas siempre estarán acompañados más por incertidumbre que por certezas en cuanto al resultado final.
La fórmula del Frente –Miguel Pichetto-Julio Arriaga– se sometió durante tres horas, el miércoles, a la tortura mayor del alistamiento de campaña: sacarse fotos juntos y separados. “Que sonría, pero no tanto”; “Que levante las cejas sin parecerse a Drácula”; “¡Ponga cara de político rionegrino, no de estadista de la Comunidad Europea!”, etc., etc.
Se sabe que los radicales están consultando a dos nidos de expertos en materia de conformación de discursos, encuestas y afines. Uno lo lidera Enrique Zuleta Puceiro, director de la consultora OPSM.
Zuleta Puceiro es un profesional con años de campañas electorales y sondeos. Siempre estuvo muy cerca de los radicales rionegrinos y tejió una sólida amistad personal con Fernando Chironi, hoy diputado nacional.
Culto y formado en la reflexión minuciosa, está convencido de que el radicalismo K es una planta vigorosa a la que le acredita el carácter de nueva. “Es un radicalismo de gestión, más horizontal, flexible y abierto a alianzas locales cambiantes, corporizado en los gobiernos provinciales y locales. La opción de los radicalismos que gobiernan exhibe una dinámica notable de crecimiento y, sobre todo, parte de una superior lectura estratégica de los hechos, arraigada en situaciones efectivas y estructuras concretas de poder territorial que son las que mandan hoy en política, en cualquier esquema democrático, tanto en la Argentina como en la mayor parte de las democracias actuales”, escribió.
En tanto, desde el gobierno nacional le hicieron un guiño a Pichetto-Arriaga:
–Vayan a ver a la gente de “Pepe” Albistur –o sea, a la consultora que fundó el hoy secretario de Medios de la administración Kirchner. Y ahí fue la fórmula.
Albistur fue fundador de los Equipos de Difusión Justicialista, un espacio desde el cual se trabajó, entre otros, para Carlos Menem. Está en publicidad y asesoramiento de campañas electorales desde los 14 años. “En 1973 ya era un joven veterano. Había participado en varias agencias: la más importante fue Núcleo, fundada por Lino Palacio y por Ricardo Pueyrredón, que entonces ya llevaba varios años colaborando con el radicalismo”, se señala en el libro “La escalera invisible”, de Martín Dinatale, Alejandra Gallo y Damián Nabot. Pero se acota que la experiencia de Albistur le resultó insuficiente cuando, el 7 de junio de 2005, “publicó una solicitada por el Día del Periodista, con una frase de dudoso humor: ‘Este gobierno aprieta periodistas (con un abrazo)’. La publicación no hizo más que cristalizar los conflictos que había atravesado la relación entre el gobierno y sectores de prensa”, señalan.
Pero asesores aparte, la campaña está en marcha y comienza a perfilarse el aceleramiento de los discursos de sus principales protagonistas: Miguel Saiz por el radicalismo y Miguel Pichetto por el Frente.
Desde el interior del Frente, a Pichetto le han sugerido morigerar el tono con que despliega algunas de sus ideas. Ante ese reclamo reaccionó desde picazones:
–¡Yo no lo bajo! –dijo antes de escuchar mayores fundamentos. Luego, aceptó sin regañar.
Una de esas ideas es la creación de la Universidad de Río Negro. La seguirá batiendo, pero con –si le es posible– verbo sereno. Hablará de las necesidades objetivas que obligan a poner en marcha el proyecto y deslindará al exponerlos perfiles que generen antinomias estériles.
Se sabe que dosificará la dureza que tiene su opinión sobre determinados planos de la vida pública rionegrina. La burocracia estatal, por caso.
Pero no está dispuesto a resignar sus cuestionamientos a la connivencia que, en su criterio, ha tenido desde muy lejos en la transición el poder radical con lo que Pichetto define como “la patria locataria” y “la patria licitadora”. Una trama de intereses de negocios con el Estado que ya es cultura en lo que hace a su difusa cristalinidad.
“El resto del contenido del discurso –dice en el Frente– será proactivo y con participación, en poco tiempo más, de los miembros del gabinete que ya está eligiendo Pichetto”.
Los radicales, por su parte, trabajan al máximo de sus calderas. El gobernador Saiz saldrá a defender su reelección con el estilo de discurso que se le conoce, balanceándose en la convicción que tiene sobre lo que es la gobernabilidad. Un convencimiento que se funda en verla como garantía de orden social pluralista, democrático, permanente. Tiene a su favor que la provincia está ajena a fieros conflictos sociales. Ese es un capital a favor del gobernador.
Pero en el Frente anida otra apreciación sobre lo que es la famosa “governance”. Se la entiende como algo más amplio y generoso que la regulación y reencauzamiento del conflicto.
–Eso es política en su estado más liminar –reflexionan en esa tienda. Y un frentista muy cercano a Arriaga suma, munido de un deshilachado ensayo que el economista Guillermo Wood elaboró hace años sobre el tema y con quien, sin embargo, sólo lo vinculan enojos:
–La gobernabilidad debe concebirse como eficacia y eficiencia del gobierno y del Estado en el manejo de la formulación y aplicación de políticas públicas equitativas y hacerlas sustentables en el tiempo –dice.
Y, con 67 años a cuestas, Pablo Verani comenzará la semana próxima a recorrer cada una de las rectas, curvas y pueblos de la provincia. Presidente de la UCR rionegrina, en ese periplo hará valer su estilo de relación directa más que el título de mandamás del partido.
–Rancho por rancho, amigo por amigo, ovejero por ovejero –señalaba días pasados a este diario.
Se sabe también que del lado del radicalismo el verbo descarnado estará a cargo, fundamentalmente, del ministro de Gobierno y aspirante a legislador Iván Lázzeri. Le encanta esa esgrima, sustentada con ironía.
Y desde la tienda del Frente se imaginan al intendente de Roca, Carlos Soria, usando su vehemencia para abollar imágenes del radicalismo.
–Carlitos puso a su hijo Martín en la carrera política (es candidato a legislador), tiene motivos para ir al centro del ring –reflexionan en el pichettismo.
La embestida radical sobre el Frente para la Victoria no se ahorrará nada. Y cómo serán sus modales sólo lo dirán los soles y las lunas por venir. Pero ya dibujan embestidas sobre el Frente. Se sabe que la publicidad que pergeñan montar tiene, al menos hasta ahora, dos ejes:
• Uno: expresar claramente que, si se lleva más de dos décadas en el poder, es porque se gestionó bien la tarea de gobierno. Se trata entonces de la búsqueda de ratificación de confianza. En ese camino el radicalismo buscará –así se lo aconsejan sus gurúes– que la comunicación no sea dispersa ni mera acumulación de datos. “En política, cuanto más general es la comunicación, más ineficiente resulta”, reza un viejo axioma de la política.
• Dos: se apelará a la historia política de la fórmula adversaria, Pichetto-Arriaga, buscando fundamentalmente al primero como blanco rentable. ¿Qué se hará? Si no lo decidió ya, el oficialismo está en camino de hacerlo: un spot televisivo en el que Pichetto aparece junto a Carlos Menem, del cual fue un alfil. Desde la historia, Menem en calidad de peste bubónica. Estrategia gastada: meter miedo en el electorado. Invalidar desde el pasado que, cada uno con su naturaleza y contenidos, no hay político que no cargue.
En la carpa pichettista ese pasado no siembra temor ni quita el sueño. Y el líder de ese terruño hace ya tres semanas que estrenó la respuesta a ese intento radical de desjerarquizarlo vía simbiosis con el polémico riojano:
–Sí, estuve con Menem, ¿y qué? –sentencia el candidato del Frente.
Pero a su lado se organiza la devolución del golpe. Así, se sabe que ante cada pregunta que se le formule a Pichetto sobre ese tema, habrá frentistas de primer rango que recordarán otro pasado:
–Los radicales estuvieron con De la Rúa; Daniel Sartor fue ministro de ese gobierno, que terminó con sangre, muerte y huida –responderán si la cancha se pone pesada. Y si su estado es muy barroso, sumarán otro recuerdo:
–Y Pablo Verani respaldó el ingreso de “Mingo” Cavallo al gabinete de De la Rúa...
Pero la orden general que prima hasta ahora es clara: nada de dejarse llevar por golpes bajos. No se podrán evitar, pero desde ese espacio no se retroalimentarán.
Porque frentistas y radicales intuyen que colisionando en función de esos pasados sólo suman desencanto a la política. Piensan –quizá con razón– que para el grueso del electorado esas historias dicen muy poco. Y creen –es posible que sea así– que la gente quiere que los aspirantes al trono le hablen de temas concretos. Problemas y soluciones.
Días atrás, un radical mendocino entró en la librería “El Ateneo” de avenida Santa Fe y se topó con un gordito: el ecuatoriano Jaime Durán Barba, consultor con experiencia en el manejo de procesos electorales. Hombre de buena formación y agradable estilo. Hubo presentaciones y un café en el “bar del fondo”.
–¿Qué no debe hacer un candidato? – le preguntó el rionegrino.
–No hay que satisfacer el propio ego fastidiando a la oposición con boludeces, con cosas que en el largo proceso no definen nada... creyéndose ingenioso porque con una ironía se genera satisfacción a uno mismo y a quienes tiene junto a uno… ¡mire, los políticos, como los periodistas, por momentos viven en mundos artificiales en los que dan cabida a sus propias prioridades… incluso sus propios fantasmas! ¡Hay que pensar en la gente y hablarle de lo que le quita el sueño.. decirle cómo uno la va a ayudar a que vuelva a dormir tranquila! –respondió Durán Barba.
En fin, política en tiempos de elecciones.
–¡La hora de los ciudadanos! –decía sacándose el sombrero ese apasionante argentino que fue Alfredo Palacios. Claro, en una Argentina siempre flaca de ciudadanos.
–¡Sepa el pueblo votar! –chilló otro argentino ilustre a la hora de la Ley Sáenz Peña. Claro, aunque no se sepa votar.



Use la opción de su browser para imprimir o haga clic aquí