Jadeante, el luchador de sumo empuja con ímpetu el masivo cuerpo de su rival en unos entrenamientos. Una y otra vez, con un enorme esfuerzo muscular, intenta arrojarlo fuera del ring. “Mucha gente cree que esto es fácil. Pero deberían probarlo alguna vez y verían lo difícil que resulta”, cuenta uno de los luchadores al término del entrenamiento matinal en un suburbio de Tokio. Sin embargo, el comentario por estos días en Japón es que no siempre son la fuerza y la técnica las que deciden quién gana o quién pierde en las competiciones de sumo. Sobre el sagrado deporte nacional de Japón recae la sospecha de haber perdido su santidad. La archiconservadora Federación de Sumo, celosa guardiana de un deporte con unos 2.000 años de antigüedad, lucha actualmente ante los tribunales contra acusaciones de corrupción lanzadas por un semanario japonés contra 17 luchadores, entre ellos el yokozuna (gran maestro) mongol Asashoryu. El periódico “Shukan Gendi” publicó en enero que Asashoryu y los demás estaban implicados en arreglos de combates a cambio de dinero. El artículo apareció al día siguiente de que Asashoryu sumase el título número 20 de su carrera. Acto seguido, la federación anunció medidas jurídicas. Las acusaciones contra Asashoryu y los otros 16 luchadores refuerzan la sospecha existente hace ya tiempo de que en el sumo, con sus sacerdotes Shinto y ceremonias de lavado, la cosas no son tan limpias como debieran. Ya en 1996, el antiguo luchador de sumo Onaruto escribió un libro sobre “yaocho” (manipulación en el ring). En su narración, Onaruto habló de luchadores que fumaban marihuana, evadían impuestos y trataban con gánsteres de la organización mafiosa “Yakuza”. Un mes después de la aparición del libro murieron él y el coautor, el ex luchador Seiichiro Hashimoto, ambos el mismo día y de modo misterioso, por la misma afección de las vías respiratorias. Cuatro años más tarde, un discípulo de Onaruto, el ex luchador Keisuke Itai, afirmó públicamente que a menudo se acuerdan arreglos de combates a cambio de dinero. La Federación de sumo negó en todo momento las acusaciones y ahora Asashoryu también las rechazó con rotundidad. Por primera vez, la Federación de Sumo decidió proceder por la vía jurídica civil contra las repetidas acusaciones. Demandará a la editorial Kodansha, que publica el semanario “Shukan Gendai” y contra dos representantes, así como contra el autor de los informes, Yorimasa Takeda. Con la demanda, la federación espera desvirtuar para siempre las acusaciones. Sin embargo, los observadores del ancestral deporte nacional temen que éste pierda fama y prestigio en caso de que el actual yokozuna y otros luchadores declaren ante el tribunal. Los luchadores de sumo son auténticos semidioses en Japón, con privilegios casi medievales. Pero las recientes acusaciones podrían resultar mucho más fuertes que cualquier rival y sacarlos a todos del ring.
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