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Del cáñamo al cannabis | ||
En el Salón del Cáñamo realizado la semana pasada en Amsterdam, aficionados y cultivadores de cannabis de toda Europa se afanaron por comprar semillas, fertilizantes y mantillos y hasta se informan con sumo interés sobre cómo escapar de la vigilancia de las fuerzas del orden. Aparentemente, nada diferencia este salón de una feria sobre agricultura, si no fuera porque aquí se promueve el cultivo del cannabis, prohibido en toda Europa. En un espacioso stand, la empresa Canna, basada en Breda, en el sur de Holanda, propone cuatro gamas de productos, entre mantillos, fertilizantes, abonos y hasta componentes para reforzar las raíces. "Todo depende de cómo se cultiva: sobre tierra, agua, con una mezcla de cortezas o sobre un suelo rocoso", explica su director comercial, que solicita el anonimato. "Sólo vendemos al por mayor, a distribuidores y comercios, y exportamos a toda Europa, incluidas Alemania, Gran Bretaña, Francia, España e Italia", enumera. Un cliente clásico es, por ejemplo, Nicolas, de 34 años, que tiene un puesto itinerante en los mercados de Arras y Lievin, en el norte de Francia. "Oficialmente, vendo productos de jardinería como raíces, pesticidas, todo lo que es legal en Francia", explica y, guiñando un ojo, añade: "¡Nos quedaríamos perplejos si descubriéramos que la gente utiliza nuestros productos para plantar droga!". Nicolas vende también una amplia gama de productos derivados del cáñamo: textiles, alimentos e incluso cosméticos. "Aquí la imagen de nostálgicos de mayo del '68 o de jóvenes idealistas que cultivan su propio consumo está completamente desfasada", según Jan Sennema, uno de los organizadores del salón. "No voy a negar que se puede ganar mucho dinero cultivando esta hierba ni que en esta actividad se involucran elementos criminales", agrega. Pero "es necesario que los coffee-shops (establecimientos de consumo de marihuana en Holanda) puedan aprovisionarse. Aquí, esto se ha convertido en un asunto para profesionales, a menudo gente que no fuma" cannabis, señala Sennema. Así lo demuestra la enorme variedad de lámparas frías para no quemar las hojas que están expuestas en el salón, así como armarios integrados que se enchufan a la corriente y filtros que absorben los olores, muy práctico para quien cultiva en el comedor de su casa, por ejemplo. Como sus vecinos europeos, Holanda prohíbe formalmente el cultivo del cannabis, más allá de las cinco plantas por persona destinadas al consumo personal. Pero la venta de semillas es legal en ese país, conocido por su política tolerante hacia el consumo de cannabis en los coffee-shops. Dutch Passion, que cuenta con dos comercios y un sitio de venta por internet, está especializado en este tipo de negocio desde 1987: "Vendemos treinta tipos de semillas diferentes, por un precio que oscila entre los 25 y los 125 euros el paquete de diez", explica uno de sus comerciantes. "Nuestra especialidad son las semillas femeninas", puesto que sólo las plantas de este género dan la flor que se fuma después o es transformada en hachís. "El cáñamo puede salvar nuestro planeta, se puede hacer de todo: ropa, materiales de construcción, papel...", asegura, con una disimulada sonrisa. Parece una feria agrícola más en Amsterdam, con paneles sobre semillas y variedades. Sin embargo, el perfil de lo producido está al límite de lo legal. |
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