>
Los Izco y sus historias con sabor a mar
Se trata de una de las familias más antiguas de San Antonio Oeste. Joaquín Izco y su esposa, Matilde Blanco, llegaron en la década del '10. Hijos y nietos de estos pioneros continúan hoy en el lugar.
Joaquín Izco, nativo de Pamplona (Navarra), llegó a la Argentina en la década del '10. Un tiempo esplendoroso para este país, aunque no tanto para los que vivían en los lejanos territorios patagónicos. Entonces, el mapa nacional apenas se insinuaba bajo el río Colorado. Pueblos distantes en una desafiante geografía, se ofrecían a inmigrantes y aventureros que buscaban su lugar en el mundo.

Así llegó Joaquín a Chubut. De España a Comodoro Rivadavia sin escalas. Huyó de su tierra para evitar ir como soldado a Melilla (Protectorado español). Llegó con 16 años y un oficio: carpintero.

En Comodoro estuvo una temporada trabajando la madera y calentando su mano, diestra para el dibujo. Llevó bien las adversidades del lugar y del clima. Era un gran lector y aficionado a la fotografía. Cuentan que en pleno campo, mientras trabajaba en alguna obra, montaba su laboratorio para revelar sus fotos. En aquellos caminos ocasionales, escuchó que había un pueblo, no muy lejos de Comodoro, que tenía un gran futuro. La prosperidad de San Antonio lo convenció de mudarse a este puerto en 1912.

San Antonio ya estaba en su emplazamiento definitivo y tenía 4 muelles sobre la Caleta del Oeste (actual SAO): el de Sassemberg; el de Peirano, Podestá, Benito y Cía; el del ferrocarril y un cuarto, el de Lahusen y Cía., situado frente a sus barracas, donde se acopiaba gran parte de la lana proveniente de las cercanías y de la Línea Sur.

Al llegar a San Antonio, Joaquín Izco fue contratado por la firma Peirano & Podestá y Cía. No mucho tiempo después de radicarse obtuvo, por correspondencia, un título de mecánico diésel y electricista. Este nuevo oficio lo alejó del anterior y lo decidió a asociarse con un amigo, Miguel San Martín, para poner una usina eléctrica, una de las primeras del lugar.

Cuenta su hijo Joaquín "Bocho" Izco: "Acá, en frente de casa, había una pequeña usina eléctrica, pero el pueblo creció al igual que la demanda de electricidad y fue entonces que papá y su socio abrieron su nuevo emprendimiento al que anexaron una fábrica de hielo, soda y bebidas sin alcohol, aguas gaseosas. La firma se llamaba J&F y Cía. Compañía Eléctrica y Telefónica. De esos ramos hoy no queda ninguno. La usina desapareció cuando abrieron la Cooperativa, aunque esto ocurrió bastante más tarde".

Unos 4 años después de su arribo a San Antonio, Izco se casó con Matilde Blanco, otra inmigrante que el destino había acercado a la Patagonia. Así recuerda su llegada a este país su hija Elvira: "Mamá era española, nacida en el pueblo del Barco de Baldeo

rras, provincia de Orense (Galicia), y llegó a la Argentina con 15 años. Ella había quedado huérfana de madre muy joven, su padre había partido a Brasil a probar suerte y su hermano estaba en Argentina. Decidió seguir a su hermano, quien estaba radicado en Buenos Aires. En la capital estuvo una temporada y entonces conoció a 'Biche' Peirano, otra familia pionera de aquí". Relata Elvira que su madre vino con 'Biche' y su esposo, Juan González. Ellos tenían una propiedad en Colonia Josefa o Isla Chica, como la llamaban. Esto ocurrió en 1913 o 1914. "Por su parte, en ese tiempo, mi papá estaba comprometido con otra persona. En un momento, mamá fue a San Antonio y se conocieron; entonces papá rompió su compromiso por telegrama, pues su novia vivía en Puerto Lobos, situado entre Madryn y San Antonio".

Un tiempo más tarde, Matilde se radicó en San Antonio. Y para siempre. "Ella fue una enamorada de este lugar y de la Argentina, nunca quiso volver a España... Papá tampoco quiso regresar. Jamás. Me contaba Silvia Peirano continúa Elvira que, cuando papá y mamá se comprometieron, su abuela y su mamá le hicieron la torta para la ceremonia". No mucho tiempo después se casaron y se sumaron a la generación fundadora del lugar.

El matrimonio Izco se instaló en una típica casa sanantoniense, de chapa y madera, en la que nacieron los primeros hijos: Héctor, Alfredo y "Bocho" (Joaquín) y, cuando éste último tenía dos años, se mudaron a una casa muy pintoresca y en la que actualmente habita "Bocho" con su familia. Luego, llegaron las hijas del matrimonio: primero Elvira, Elda casi 15 años más tarde.

Los padres de Joaquín Izco siguieron a su hijo desde España y compartieron con él y su familia el resto de sus vidas. "Vivimos toda la vida con mis abuelos. Mi abuela era muy católica y participó mucho de los encuentros de la colectividad española. Mi papá le decía 'madre' y la trataba de usted comenta 'Bocho'. Mi abuelo en España era carpintero, hacía altares para iglesias, era un excelente ebanista y acá hacía trabajos muy artesanales. Evidentemente tenían alma de artistas, tanto él

como papá y, en general, toda la familia Izco ha heredado esos genes".

Al tiempo de la infancia se remontan los primeros recuerdos de 'Bocho' y de Elvira: "La usina de papá funcionó hasta la década del '40. La fábrica de hielo, un tiempo más. Hacían hielo que vendían en toda la zona. El hielo de su fábrica llegaba hasta Bariloche. Hacían varias toneladas por día. Recuerdo que envolvían las barras en arpilleras y así llegaban en tren hasta Bariloche. Pero antes de cerrar la usina de San Antonio, papá y su socio hicieron unas cuantas usinas por el sur. Primero se trasladaron a Trelew para montar la usina de esa localidad. Alfredo se mudó primero allí y un poco después a Madryn. También levantaron en la década del '30 las usinas de Jacobacci, Maquinchao y Bariloche. Durante este tiempo nuestro padre enfermó".

"Recuerdo que papá estaba siempre con un lápiz en el bolsillo sigue Elvira y, cuando terminábamos el almuerzo, desplegaba un mantel de papel y sobre él dibujaba. ¡Hacía dibujos increíbles! Sobre aquella mesa transitaron todas las historias familiares y lugareñas. Había dos capitanes de barcos que eran amiguísimos de la casa. Venían con frecuencia. Me llamaba la atención porque solían viajar y estar muchos meses afuera y un día volvían y retomaban la charla como si tal cosa. Uno se llamaba Eneas Salessi que era el capitán del Río Negro legendario barco de la empresa Podestá y otro era Héctor La Concha".

La infancia y la juventud de los hijos de Joaquín y Matilde transcurrió en San Antonio. "Eramos una familia feliz asegura Elda, la menor. Mis hermanos Héctor y 'Bocho' se casaron cuando yo era chica y a aquella casa llegaron los primeros nietos de mis padres. Allí celebramos casi todos los grandes acontecimientos familiares. Recuerdo especialmente la fiesta que representaban las visitas de nuestro hermano Alfredo, que vivía en Madryn. Allí también tuvimos nuestros pesares. Papá murió en el año 1958. Fue un golpe muy duro para todos. El era un hombre joven aún. Mamá lo sobrevivió casi 30 años y su casa siguió siendo el centro familiar y afectivo de la familia".

Héctor se casó con Ana Julia del Campo y tuvieron dos hijos: Analía y "Pichón". "Bocho" se casó con Elvira Tombini y nacieron Alejandro, Elvirita, Andrea y Perla. Elvira lo hizo con José Kanje y tuvieron a Claudio y Emilio. Elda se casó con Omar Kanje y tuvieron a Omar y Gabriela.

"Bocho" y Héctor comenzaron a trabajar muy jóvenes. Héctor lo hizo desde que terminó su primaria y por 20 años, en la más importante casa de negocios de la época, y luego fue legislador por la UCRI. "Bocho", por su parte, trabajó con su familia hasta que compró el cine del pueblo: "Le compré el Cine Español a Francisco Muñoz, cuando Francisco fue nombrado secretario de Gobierno de Castello. Tuve ese cine hasta el año 1986. Casi 30 años. Estuvo abierto todos los días. Cuando todavía no había televisión, se llenaba. A diario venían 250 o 300 personas a las funciones. Era uno de los grandes esparcimientos del lugar, un centro de reunión. Lo disfruté mientras pude, era joven y tenía mucha iniciativa, pero bueno... en un mo

mento dejó de venir la gente y decidí cerrar. Por ese tiempo, un poco antes de cerrarlo, murió Alfredo, nuestro hermano, y mi cuñado Omar, así que guardo este tiempo con tristeza...".

"Bocho" Izco, al igual que su hijo Alejandro (que es arquitecto) y su hija menor, Perla, heredaron el don familiar para la plástica. "Bocho" empezó a pintar el mar del golfo San Matías en 1980 y desde entonce se multiplicaron sus cuadros de barcos quedos sobre la arena de bajamar, el campo de los alrededores del pueblo y motivos costumbristas. La familia Izco ama el mar. Desde la década del '20 van a Las Grutas. En 1939 los hermanos Izco, junto a otros amigos, hicieron la primera casa del balneario.

Elda, por su parte, decidió ser maestra. Su primer cargo lo obtuvo en Jacobacci. Recuerda Elda el frío intenso de su primer invierno en la Línea Sur. Cuenta que salía de la escuela, lavaba su guardapolvo y a la mañana siguiente estaba completamente congelado, duro como una estatua, que se desarmaba con los primeros rayos de sol. Luego de una temporada allí, Elda se casó con Omar Kanje y se mudaron a Viedma, donde nacieron sus hijos.

Elda y Alfredo fueron las almas más libres de la familia. Vivieron en San Antonio, pero hicieron su biografía en otros lugares. Los caminos de Izco transitaron distintas y distantes geografías, pero todos reconocen San Antonio como un nido al que regresan una y otra vez. Héctor, "Bocho" y Elvira fueron los más fieles, en términos de permanencia, pero todos se sienten parte de este rincón árido y azul. "Ya hay tres generaciones de Izco enterrados en este lugar y tres generaciones de hijos nacidos aquí. Bien o mal, somos parte de la historia de este lugar resumen 'Bocho' y Elvira y ahora son nuestros hijos y nietos quienes continúan escribiéndola".

 

 

 

SUSANA YAPPERT

sy@patagonia.com.ar

 



Use la opción de su browser para imprimir o haga clic aquí