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Objetivos compartidos
Se pueden mejorar los ingresos de la gente, pero hay que cambiar la receta.
Ello implica revisar normas laborales y más organización de la economía.

La manipulación del índice de precios es la manifestación más clara de que la estrategia que se viene aplicando desde la salida de la crisis está agotada. Por eso, promover ajustes de salarios del orden del 20% para el 2007 e intentar reprimir los incrementos de precios a través de controles es una receta condenada al fracaso. Sin embargo, los aumentos salariales son consistentes con un entorno de estabilidad de precios y, por lo tanto, con aumentos en los ingresos reales, pero para ello se requiere una revisión profunda de las regulaciones laborales.
Así lo destaca un informe realizado por Instituto para el Desarrollo Social de la Argentina (Idesa) en el que se destaca que el objetivo compartido para el 2007 es mantener el fuerte nivel de crecimiento de la actividad económica y acelerar el proceso de recuperación real de los ingresos de la gente.
Para cumplir con esta meta, se requiere racionalidad en el diseño de las instituciones económicas y sociales, caso contrario, rápidamente todo crecimiento nominal presiona sobre los precios diluyendo el efecto real de la mejora. Es decir, se llega a un punto donde los aumentos nominales de remuneraciones son casi inmediatamente “licuados” por ajustes de precios.
En este contexto, manipular el índice de precios para que muestre una inflación menor a la verdadera puede salvar las apariencias, pero no cambia la cuestión de fondo.
Los incrementos de salario, destaca el estudio, son sustentables cuando hay coherencia entre los costos laborales y la productividad. De lo contrario, más temprano que tarde, los aumentos de precios se encargan de reducir el salario real a la realidad productiva del país. En este sentido, para ilustrar con cifras cómo se plantea este dilema de la política salarial para el 2007 pueden servir los datos referidos al sector industrial. Según el INDEC, entre 1997 y 2006, en el sector industrial se produjeron los siguientes comportamientos:
• La productividad horaria, es decir el valor agregado que genera la industria por cada hora trabajada, creció un 26%.
• El salario horario que paga la industria se incrementó en promedio un 160%.
• La situación fue sostenible porque los precios industriales se incrementaron un 140%.
Los datos son indicativos de que incrementos muy altos de salario sólo son sostenibles con crecimiento de precios. Dicho en otros términos, el aumento en el poder de compra de los salarios está condicionado por el incremento en la productividad laboral. En este aspecto, la productividad ha mostrado una dinámica bastante moderada. A modo ilustrativo, sirve observar la experiencia internacional.
Si se supone que los precios industriales no se modifican en el 2007 –en consonancia con la política del gobierno de reforzar los acuerdos de precios–, un ajuste del 20% en los salarios implica que, en términos de competitividad, muchos sectores de la industria pueden quedar en una situación competitiva similar o sensiblemente peor a la de 1998. En estos hay que tener en cuenta no sólo la evolución de los salarios sino también que en la actualidad operan costos no salariales que no estaban presentes antes de la crisis, como por ejemplo la mayor litigiosidad y los incrementos de las cargas sociales fijadas por disposiciones estatales y convenios colectivos.
Así las cosas, pareciera que las opciones no son muy alentadoras. Una alternativa sería aplicar un rígido control de salarios –ajuste de un dígito– para que los incrementos sean consistentes con la aspiración de mantener la estabilidad de precios. La otra sería engañar a la gente permitiendo aumentos nominales de salarios altos para luego “licuarlos” con aumentos de precios y tratar de disfrazar la situación profundizando las manipulaciones en el INDEC. En ambos caso el resultado final es el mismo: un aumento efectivo en el poder de compra de los salarios muy modesto.
Un camino alternativo, continúa señalando el informe de Idesa, es dar sustentación a la recuperación de los salarios promoviendo aumentos de productividad y atacando los factores que aumentan de manera espuria los costos laborales. Algunas acciones requieren un período largo de maduración pero sus efectos son permanentes y continuos. Este es el caso, por ejemplo, de promover aumentos en la productividad a través de mejorar el funcionamiento del sistema educativo y generar un ambiente propicio para la inversión y la incorporación de tecnología. Pero también el menú incluye reformas que tienen efecto inmediato, aunque por única vez. Entre otras, eliminar nichos legales que generan litigiosidad laboral y reducir la fuerte carga de imposiciones que recae sobre los trabajadores (especialmente los de salarios más bajos).
La buena noticia es que se puede seguir mejorando los ingresos de la gente, pero para ello hay que cambiar la receta. A diferencia de lo que vino ocurriendo hasta ahora –donde la “licuación” generada por la devaluación y la capacidad productiva ociosa derivada de la crisis dieron holgura y flexibilidad–, para el 2007 los márgenes son más acotados. Ya no alcanza con impulsar aumentos nominales de salarios. El nuevo escenario exige revisar las normas laborales y mejorar la organización de la economía.

 



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