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Las armas “fashion”
Una dinastía familiar lleva más de cinco siglos fabricando pistolas y fusiles de caza usados
por gobernantes, famosos y la realeza.

En 1526, el Senado de la República de Venecia registró el pago de 296 ducados al maestro Bartolomeo Beretta por la fabricación de 185 cañones de arcabuces. Cinco siglos después, las armas Beretta son símbolo de tradición y alta tecnología en todo el mundo.
“Como yo, mis predecesores han pensado siempre que hay que estar a la vanguardia y combinar tradición con innovación”, aseguró Ugo Gussali Beretta, presidente del holding italiano.
En su sede histórica de Gardone Val Trompia, un pequeño pueblo medieval del norte de Italia no muy lejos de Brescia, donde Bartolomeo fabricaba los cañones para los arcabuces en el siglo XVI, Ugo, su sucesor, rinde honor a sus antepasados. A los 70 años, representa la decimoquinta generación de Beretta que dirige el grupo, primer productor en el mundo de armas livianas.
Célebre por sus pistolas, empleadas por las fuerzas armadas de medio mundo, Beretta fabrica también fusiles de caza y competición. Sus fábricas italianas tienen 200.000 metros cuadrados y dan trabajo a 2.700 personas, 1.500 de ellas en Italia. Gracias a robots ultramodernos fabrican pistolas automáticas realizadas con ligas de materiales especiales o en plástico reforzado con fibra de vidrio.
Un grupo de orfebres decora las placas de los fusiles de caza, como la tradición obliga. Los precios de un fusil Beretta, cuya fabricación dura unos seis meses, pueden alcanzar los 60.000 euros, un costo que están bien dispuestos a pagar los apasionados, algunos de ellos ilustres como los presidentes estadounidenses Bush padre e hijo, el actor Tom Cruise, numerosos príncipes de Oriente Medio y Bond... James Bond. “En los años ’70 fabricamos unas pistolas-ametralladoras PM 12, todas doradas, para los guardaespaldas del rey de Arabia Saudita”, contó Jarno Antonelli, al presentar la colección de armas privadas de la familia.
Beretta cuenta con 4.500 piezas únicas, algunas de ellas del siglo XVII. “Buscamos satisfacer los deseos de nuestros clientes”, admite Franco Beretta, hijo de Ugo. Para los cazadores –de los que la casa italiana tiene una amplia clientela en Europa y Estados Unidos– Beretta ofrece, además de fusiles, anteojos, trajes, botas y guantes, entre otros productos.
El grupo también es propietario de una agencia de viajes especializada en organizar cacerías en todo el mundo. Beretta, que hasta ahora se ha autofinanciado, no descarta entrar en los mercados bursátiles para aumentar su capital.
Con un volumen de negocios de 400 millones de euros en el 2005 –el 90% proveniente de la venta de fusiles de caza y competición y el restante 10% de las armas de defensa–, la empresa italiana tuvo un beneficio neto de 20,5 millones de euros. Interrogado sobre las críticas de las organizaciones defensoras de los animales, contrarias a la caza, y a las acusaciones de comercio de armas, Beretta es indiferente. “La policía tiene que estar armada. Los cazadores ayudan a mantener un justo equilibrio ecológico”, dice.

 



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