El decano de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA, Jorge Aliaga, vinculó la fuerte inscripción en las carreras tradicionales en detrimento de las técnicas y científicas con el “modelo de los ’70, que desalentó las ciencias, y el de los ’90, que destruyó la escuela técnica”. En los ’60 “los egresados de Química salían de la facultad y armaban su propia empresita”, explica. Esta semana, un informe del diario Clarin destacó que los adolescentes argentinos prefieren las carreras tradicionales y le huyen a las exactas. Un análisis de los 58.137 inscriptos en el Ciclo Básico Común de la UBA indica que la mayoría optó por Medicina y Derecho en detrimento de las ingenierías y otras ciencias exactas, señaladas como vitales para el desarrollo nacional. Medicina fue la gran elegida, con el 10,33 %, seguida de cerca por Abogacía, con el 10,28%. Detrás se ubican Sicología con el 7,70 % de las preferencias, y Contador Público, con el 6,99 %, mientras los chicos “huyen a las ciencias exactas", reconoció el ex ministro de Educación, Juan Llach. Los especialistas explican esta tendencia asegurando que los chicos optan por carreras con las que tienen mayor afinidad, por una cuestión familiar, explicó el diario. Los expertos señalaron que, además del tema vocacional, hay un déficit en la promoción y estímulo de estas carreras. Aliaga, de 47 años, doctor en Física y uno de los decanos más jóvenes de la UBA, destacó las acciones y los programas de la facultad para difundir y divulgar las carreras que allí se dictan. “Hay acciones para los estudiantes secundarios de Capital y de provincia y de intercambio docente con los colegios, además de invitaciones a los chicos para que vengan a pasar un día y hacer alguna actividad con los laboratorios o tomando muestras biológicas en el río”, sostuvo. –La inscripción en el Ciclo Básico Común de la UBA para el 2007 reveló una vez más la fuerte inclinación a seguir carreras tradicionales. ¿Cómo lo toman desde su facultad? –Hemos tratado de hacer algunas acciones dentro de nuestras posibilidades y de los escasos recursos económicos. Tenemos varias semanas de las ciencias, de Física, de Matemática, que al año significan unos 12.000 chicos de secundarios de Capital y de provincia que recorren nuestra facultad, ven stands, hacen experimentos, escuchan conferencias. Tenemos el programa “Exactas va a la escuela”, en el que nuestros docentes van a los colegios que lo piden para explicar qué es una carrera científica, y “La escuela viene a exactas”, donde los chicos vienen a pasar un día y a hacer alguna actividad como tomar muestras biológicas del río. Pudimos lograr que algunas empresas se interesaran, como Repsol-YPF, pero igualmente pienso que siempre se puede hacer más con mayores recursos. –Entonces, este masivo vuelco a las carreras de abogado, contador, médico... ¿respondería más a una falta de información y desconocimiento de los estudiantes? –No necesariamente, dado que vimos que lo que podíamos hacer en la facultad desde hace años no correspondía con un problema más amplio, que es el modelo de país que uno tiene, el de los últimos 40 años, que no propendía a las pymes, al mercado interno. Con el modelo que teníamos en los ’60, la carrera de Química contaba con 350 ingresantes que salían de la facultad y armaban su propia empresita; en los’90, con el nuevo contexto económico, había sólo 60 alumnos y la carrera se murió. –¿Cómo está actualmente la matrícula en la carrera de Química? –Viene repuntando; tenemos actualmente 150 ingresantes en la carrera, pero hoy no es fácil que los chicos terminen una maestría, se los llevan las empresas. El modelo de país es el paradigma que tiene, y reconstruir la escuela media hoy nos va a llevar, mínimo, unos cinco años para que se reciban nuevos egresados y para rearmar su estructura y sus docentes. En los ’90, antes de la Ley Federal, teníamos muchísimos estudiantes que venían de escuelas técnicas del Huergo, del Otto Krause, de la escuela Phillips, de la ORT, y notabas muchas diferencias con los restantes. Pero también voy más allá de los ’90, a los ’70 y los ’80, cuando ser maestro era algo prestigiado, pero con sueldos bajísimos. En la época de oro de la universidad, los ’60, en cambio, los sueldos de los profesores estaban equiparados a los de los jueces y los diputados y podían vivir de lo suyo. –En este marco de deterioro de la calidad del aprendizaje en las últimas décadas y del desaliento a los maestros, ¿qué opina acerca de los cursos de ingreso y nivelación que les exigen a los chicos en algunas universidades? –No creo en los cupos, los viví en la universidad y creo en el ingreso libre, pero sería correcto que hubiera una orientación en la que los estudiantes supieran que hay carreras que están saturadas y otras con grandes posibilidades de crecimiento. Me parece correcta la idea del Ministerio de Educación de la Nación de becar algunas carreras y darles prioridad respecto de otras; estoy de acuerdo con un examen de diagnóstico y no de ingreso, sería la peor solución, como en Brasil. –¿Cómo es el caso de Brasil? –Allí el secundario bueno es el privado, la escuela estatal es mala. En cambio, la universidad buena es la estatal, y se les pide a los chicos dar un examen para ingresar en una carrera que sólo podrán aprobar quienes pudieron pagarse una educación buena. Aquí sería como decirles a los jóvenes: “Como fuiste a un colegio público de la provincia, ahora no vas a poder ir a la universidad”. –¿Los cambios mundiales, las nuevas tecnologías, los descubrimientos, produjeron transformaciones en la enseñanza de las ciencias? –Nuestra facultad es de Ciencias Exactas y Naturales y dicta las carreras de Matemática, Física, Computación, Química, Biología, Oceanografía, Ciencias de la Atmósfera, Geología, una parte de Alimentos y Paleontología, la más reciente. Quiero destacar que es la única del país que tiene la carrera de Ciencias de la Atmósfera, en la que entran diez chicos por año y se reciben entre cuatro y cinco, quienes están en condiciones de entender en cuestiones candentes como el cambio climático; actualmente estamos participando con la única delegada argentina en el Simposio Mundial. En la medida en que en nuestro país haya un contexto económico que ayude, tendrían que aumentar la matrícula, la cantidad de docentes y la estructura de la enseñanza hacia las ciencias.
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