Cuentan que se “sufre” cuando se pertenece al staff del ex ministro de Economía. ¿Por qué? Porque es hombre de largos silencios y de encierros por horas dedicado al estudio muy sistemático de temas nacionales. Y, de golpe, abrir la puerta y decir: “Llamen a un grupo de periodistas” o “Vamos a visitar” este barrio o aquella villa. La estrategia discursiva de Lavagna candidato a presidente funge desde un autoconvencimiento muy arraigado que lo anima: la lucha por la Rosada se polarizará entre él y “K” o Cristina. Para Sergio Berensztein, director de Poliarquía y doctor en Historia egresado de la Universidad de Carolina del Norte, el principal atributo de la candidatura de Lavagna radica en estar ubicado en el centro del espectro político. –Tiene un leve –dice– matiz progresista. Mientras el presidente Kirchner tiene un claro sesgo de izquierda populista, a pesar de los intentos recientes pos-Misiones de mostrarse más prolijo y moderado, Lavagna se presenta como el equivalente local de un tipo de político socialdemócrata europeo. Es decir, una versión argentina de Ricardo Lagos o de Fernando Cardoso. MAS PREGUNTAS QUE PROPUESTAS En estos primeros balbuceos de campaña, el posicionamiento del discurso del ex ministro de Economía se estructura apelando más a que la gente le pregunte que a asumirse él definiendo los temas a abordar durante esos contactos. Este método se manifestó desde el vamos del lanzamiento de su postulación, hace poco más de un mes. El desembarco tiene, hasta ahora, dos escenarios: barrios muy carenciados y villas miseria. • En relación con los primeros, arrancó pivoteando en el duro Oeste del Gran Buenos Aires. San Martín –por caso–, una zona fabril cuyo surgimiento y expansión se remonta al proceso de sustitución de importaciones surgido durante los años ’30, desarrollo que se retroalimentó vertiginosamente a partir del surgimiento del peronismo. Area que hasta mediados de los ’80 mantuvo una importante tasa de afiliación sindical sostenida fundamentalmente por la Unión Obrera Metalúrgica. En cuanto a ámbitos de extrema pobreza, Lavagna ya recorrió un cinturón que entre Capital Federal y Gran Buenos Aires cobija a cientos de miles de seres apiñados en condiciones de absoluta precariedad. Más de 130.000 sólo en el primero de esos espacios. A lo largo de lo que va de su campaña, Lavagna se ha movido siempre escuchando más que lo que habla. Pero, cuando le toca definirse, la conformación de su discurso siempre se engarza en su capital político más importante: su gestión como ministro de Economía a partir del caliente otoño del 2002. Las que siguen son algunas de las características de la estrategia discursiva con que opera. • Machaca con que no hay que malgastar la normalidad económica lograda. Hay que transferir lo logrado con nuevas medidas para llegar a la vida de cada argentino que aún no está insertado en este proceso. Esos planos de la vida argentina están siempre presentes en sus reflexiones, tanto que los saca a relucir ante interrogantes de neto corte político. EL EJEMPLO DE YUNUS “¿Es igual enfrentar a Néstor Kirchner que a Cristina?”, le preguntaron en Mar del Plata dos semanas atrás. “Eso no depende de mí. Yo hago lo mío: preparo un programa, lanzo una cruzada para la pobreza”. • El Premio Nobel de la Paz 2006 logrado por Muhammad Yunus parece estar influyendo en la estrategia discursiva de Lavagna. Como se sabe, Yunus creó un modelo de sistema crediticio destinado a financiar emprendimientos por gente de muy bajos recursos. Una línea comúnmente definida como “modelo Grameen”, el nombre del banco que instrumenta el financiamiento en cuestión. Ya desde semanas antes de lanzar su candidatura a presidente Lavagna ponía el acento en los aciertos de Grameen y su mecánica crediticia. • En general, Lavagna dosifica las críticas a la administración Kirchner. No ignora –claro está– que fue una viga esencial en la construcción del sistema de poder del presidente. Pero, en relación con este vínculo, el ex ministro parece guiado por un axioma que forma parte muy importante del capítulo de sugerencias que los asesores de campaña siempre hacen llegar a los candidatos: sólo a la militancia le interesa la pelea entre los candidatos; franjas muy significativas del electorado sólo quieren escucharlos hablar de los problemas que las aquejan y preguntarles cómo esperan solucionarlos. Aunque les mientan. • Pero, compelido por la necesidad de diferenciarse de “K”, el discurso de Lavagna sacude cada vez más al gobierno. Dispara ya por la política de fijación de precios máximos, por el bochorno en que devino el caso Gerez o denuncia, al menos a modo de términos generales, los peligros que encarna la baja calidad institucional que promueve Kirchner en su afán de reproducir poder. • Hay en el discurso de Lavagna una permanente ratificación de eso que el consultor norteamericano Dick Morris define como “una cuota imprescindible de desdén” para con el resto de la política. Una forma de “procurar la reafirmación del propio poder”. Esta línea discursiva se evidencia claramente cuando Lavagna responde sobre por qué no se conforma una única alianza destinada a nuclear a la oposición. Ahí marca la cancha: “Yo hago lo mío”. Y a esa sentencia inexorablemente le sigue una acotación: “Es cierto: la dispersión favorece al gobierno. Pero la realidad es ésta y, como decía Perón, la realidad es la única verdad”. O sea, si hay infierno, el infierno son los otros. En fin, como dijo Sáenz Peña, “Quiera el pueblo votar”.
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