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El viaje de la madera cordillerana | ||
La navegación de ríos de la Norpatagonia fue tema de agenda local durante varias décadas. Dadas tan largas distancias y ante la ausencia de buenos caminos, algunos cauces constituían una alternativa real para la comunicación. Ya nos referimos a la navegación del Negro. Contamos entre otras cosas que uno de los primeros estudios de factibilidad de navegación del mismo emanó del ingeniero Cipolletti y fue motivo para que el ministro de Agricultura de Julio Argentino Roca, Ezequiel Ramos Mexía, elaborara un proyecto de navegabilidad de la cuenca del río Negro hasta las mismas nacientes de sus tributarios Limay y Collón Cura. Ramos Mexía dibujó un proyecto que concebía al río Negro como vía de transporte y de aprovechamiento energético, el cual fue base de estudios y proyectos posteriores. Relata Angel Edelman en sus "Recuerdos territorianos" (Plus Ultra) que en noviembre de 1911 la firma consignataria Radonich Hnos. había enviado su primera remesa de vigas, las cuales habían sido transportadas desde el Nahuel Huapi por el Limay hasta el puerto fluvial de Neuquén capital. En esta localidad la firma las cargó en el tren para enviarlas a la Capital Federal. Dos años antes de esa fecha, Don Otto Mühlenpfordt (administrador de la Isla Victoria) había hecho el mismo trayecto, conduciendo con dificultad y en dos jangadas unos 60.000 kilos de madera de ciprés, coihue y radal a la capital del vecino territorio. Con idea de restablecer la circulación de un vaporcito que uniera este punto con Viedma, el gobernador Elordi y Otto Mühlenpfordt hicieron en 1913 ese tramo en una lancha automóvil en 40 horas de marcha, uniendo la Confluencia con Viedma. En ese viaje se volvió a probar la navegabilidad de los ríos Limay y Negro y, en virtud de ello, dos emprendimientos privados intentaron explotar la comunicación fluvial entre estos ríos, uno a cargo de Remigio Bosch y otro, de Amaranto Suárez, ambos malogrados. En la década del '20, la navegación fluvial a través de los territorios de Río Negro y Neuquén estuvo más vinculada con proyectos industriales. Cuenta Edelman en su "Guía comercial de 1924" que en la zona de Bariloche se asistía al despegue de emprendimientos vinculados con el recurso forestal: "En la actualidad afirma sólo pueden mencionarse la construcción de embarcaciones en los astilleros de puerto Anchorena (administrado por el ingeniero naval don Otto Mühlenpfordt) y el aprovechamiento industrial de las ricas maderas de los bosques. Hay aserraderos en la Isla Victoria y en el Correntoso, administrado por el señor Primo Capraro". "La explotación racional de la industria maderera concluye aportará considerable impulso al progreso de los lagos. Hay bosques de radales, coihues, arrayanes, lengas, cipreses, ñires, alerces y maitenes, de maderas susceptibles de industrialización para diferentes usos. Existen también coihues, cañas de madera extraordinariamente resistente que se emplean para la fabricación de lanzas del Ejército, como también arbustos de 'palo piche', de excelentes efectos medicinales para el tratamiento de las enfermedades de la vejiga, riñones, etc.". En la misma guía se afirma que el Limay había sido ya navegado en varias oportunidades "pero sólo a título de excursión o estudio agrega Edelman al respecto. Si bien hanse mandado ocasionalmente por esa vía cargamentos de madera, de balsas, etc., sobre la navegación del Limay recomendamos la lectura del excelente libro 'Río Limay', de Andrés Belotsvetov, quien lo recorrió en bote a fines de 1920, resumiendo en aquél interesantes estudios e impresiones...". En San Martín y Junín de los Andes también había incipientes establecimientos madereros. En la primera localidad, en la década del '20 se aserraba madera y en Junín, dotada por la naturaleza de un impresionante sistema hidrográfico incluidos los lagos Lácar, Lolog, Hermoso, Meliquina, Machonico, Falkner, Filohuaum, se proyectaba entonces la explotación de la madera de sus bosques, especialmente de pinares y de "araucaria imbricada", en un área aproximada de 100.000 hectáreas. En 1921, Gustav Meyer (ver Historia de Vida), un danés radicado en esta zona que había trabajado en el Ferrocarril Sud y la Dirección Nacional de Irrigación, diseñó otro proyecto para explotar la madera cordillerana y montar un aserradero en la costa del Lolog, que incluía el transporte fluvial desde ese lago hasta Neuquén y Viedma. En un diario de viaje que conserva su familia, Meyer cuenta que había bajado el Limay desde el Lolog hasta la desembocadura del Negro, en Viedma, con una enorme balsa para constatar que el río podía ser utilizado para transportar madera desde la cordillera al mar. Su experimento fue un éxito pero relata su nieto luego de entregarlo a una oficina de la administración pública, algún funcionario vinculado con el Estado lo ejecutó como propio. (S. Y.) |
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