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Tras las huellas de Gustav Meyer
Fue un inmigrante danés que trabajó en el FCS y en la Dirección de Irrigación. Ideó un proyecto de transporte de madera desde la cordillera al mar.

Esta es una historia distinta: en esta oportunidad, el narrador es un foráneo. Y fue él el que, a la distancia, comenzó a armar un rompecabezas de la vida de su abuelo, quien sí fue un inmigrante al cual el azar trajo a la Patagonia.

Hace unos días, Henrik Schioler llegó a General Roca desde Dinamarca. Vino a esta zona siguiendo las huellas de su abuelo materno, Johansen Gustav Meyer, quien vivió en el Valle de Río Negro entre la década del '10 y la del '20 y terminó su vida en esta región.

Gustav Meyer encontró esta parte del mundo trabajando para la empresa inglesa del Ferrocarril Sud cuando ésta hacía el tendido de vías hasta la Confluencia. Vino solo, pero poco después de su arribo lo siguió su mujer, Inger Larsen, una danesa con quien tuvo dos hijas argentinas.

Inger no pudo adaptarse a las condiciones de vida que le ofrecía su marido y regresó a su país. En consecuencia, Gustav pasó casi 18 años solo aquí y su nieto presume que entonces él pudo haber formado otra familia.

Gustav Meyer era un joven veinteañero cuando llegó a América. Había nacido en Copenhague en 1875, donde vivió hasta culminar sus estudios. Pertenecía a una generación inquieta. Entre sus amigos estaban Johannes V. Jensen, futuro Premio Nobel de Literatura (1944), y Henrik Pantoppidan, uno de los escritores más reconocidos de su tierra. Pero los vientos de época eran fuertes y Gustav optó por dejar su tierra, su familia y amigos para sumarse a la legión de migrantes que apostaban al otro lado del Océano.

Ya en la Argentina, Gustav fue contratado como ingeniero del Ferrocarril Sud, cuyo tendido se concretó debido a un conflicto con Chile que hizo pensar en la inminencia de un enfrentamiento armado. La empresa inglesa terminó su tendido en la Confluencia de los ríos Limay y Neuquén en 1899 con la idea de seguir hasta Zapala (tramo que culminó en 1914) y desde allí tocar la cordillera de los Andes, obra que nunca se ejecutó.

Indudablemente, la interrupción de la obra en Zapala en 1914 estuvo estrechamente ligada al inicio de la Primera Guerra Mundial; de hecho, Gustav trabajó para los ingleses hasta esa fecha. El tiempo del conflicto armado significó, entre otras cosas, la interrupción de las inversiones que los británicos realizaban en este país y así se vieron afectadas las obras vinculadas con el tendido de vías y el riego. En consecuencia, muchas personas relacionadas laboralmente con la empresa perdieron su empleo o buscaron otras oportunidades durante la pausa de la guerra, tal como lo hizo Gustav Meyer.

Gustav afirma su nieto habría trabajado luego en la Dirección Nacional de Irrigación, mientras elaboraba un proyecto comercial (ver aparte).

Inger Larsen, su esposa, abandonó la Argentina un poco antes de que se desatara la guerra. Con ella Gustav había tenido dos hijas: Inger Ranghild, inscripta en el Registro Civil de Lomas de Zamora en 1906 y reinscripta en Dinamarca en 1911 como Inger Agnete Meyer, e Ide, unos años menor.

Inger Agnete, la madre de Henrik, le contó que ella, su hermana y su madre regresaron a Dinamarca en 1913 y mantuvieron una larga correspondencia con su padre. La esposa de Gustav había sufrido horrores durante su estadía en la Argentina. Ella provenía de una familia burguesa poco afín a la vida ruda en la campaña y había sido literalmente "arrancada" de su tierra para estar con su esposo, de modo que el proyecto de permanecer aquí se esfumó rápidamente. Ellas contaban que habían cruzado el Atlántico seis veces, visitaron en dos ocasiones su país mientras vivieron aquí y a su regreso en Dinamarca esos viajes se interrumpieron definitivamente al desatarse la guerra.

Por entonces, Gustav enviaba su correspondencia desde varios lugares. Hay cartas fechadas en 1918, 1921 y 1922, las hay desde el "Territorio de Río Negro FCS", desde la "Estancia Collunco" en Junín de los Andes y desde Temperley (Buenos Aires), entre otras.

En busca de datos de su abuelo, Henrik escogió como primera parada General Roca, porque escuchó hablar de esta localidad cuando su madre y su abuela se referían a las noticias que enviaba Gustav. Aun así, no tiene certeza de que aquí haya pasado una larga temporada. Sí es dable creer, si se sigue el derrotero de su correspondencia y de un diario de viaje, que

Gustav permaneció algunos años en esta zona.

Otra de las pistas que tiene su nieto le llegó de un libro que hoy guarda la Biblioteca Real de Copenhague. En él un danés de viaje por la Argentina relata que encontró a Gustav Meyer por aquí ejecutando una guitarra y cantando canciones danesas.

La correspondencia que conservó Henrik le permitió bosquejar un posible itinerario de su abuelo, sus huellas, aun cuando los 18 años que aquél pasó en la Argentina se guardaron en el arcón de los secretos de la familia.

Su madre le contó que Gustav le escribía a su familia con frecuencia, pero en un determinado momento su esposa se disgustó con él y el contacto lo siguió su primogénita, Inger Agnete. "En un momento encontré una carta que había mandado mi abuelo. En ella le pedía a mi madre que continuara escribiéndole ella puesto que su mujer se negaba a contestarle. Mi abuela esperaba un cheque que no llegaba. Las dificultades económicas que este hecho generó provocaron un conflicto familiar porque mi abuela había sido educada a la usanza de su época, que dictaba que las mujeres no salían de casa a trabajar pues eso le correspondía al marido. Por este motivo mi abuela interrumpió el diálogo con mi abuelo, quien siguió escribiéndole a mi madre...".

Lo cierto es que Gustav aseguraba en cartas que él había enviado el famoso cheque, pero se presume esa correspondencia era in

terceptada o se perdía en los barcos que surcaban el Atlántico durante la guerra y no llegaban a destino, hundidos por bombas.

Fue también por una carta que supieron que Gustav había muerto. "Primero llegó una carta contando que mi abuelo había tenido un derrame cerebral y no podía hablar. Creo haber entendido que fue atendido en un hospital de Neuquén y que, por tratarse de un danés, ubicaron a una enfermera danesa para que lo asistiera y fue ella quien se comunicó con mi familia. Ella contó que mi abuelo fue encontrado solo, pobre y que antes de morir pidió volver a Dinamarca. Poco después de esa carta, llegó otra en la que esa mujer comunicaba que mi abuelo había muerto. Eso fue en 1929".

Desde 1913 cuando la esposa e hijas de Gustav volvieron a su tierra hasta 1929 pasaron muchos años. Durante ese tiempo Gustav mantuvo contacto con su esposa y sus hijas, pero Henrik sospecha que su abuelo pudo haber formado otra familia. Las distancias forzadas entre el inmigrante y su familia solían provocar situaciones de este tipo. Hay familias de inmigrantes que estuvieron 10, 20 ó 30 años separadas y en ese tiempo tejieron vínculos nuevos, aunque hay un dato que hace dudar a Henrik de esta posibilidad: el hecho de que su abuelo muriera solo.

Gustav Meyer, ¿fue un aventurero o sólo un inmigrante en busca de un destino en una tierra nueva? Es posible que la respuesta a esta última pregunta tenga más que ver con su personalidad.

"Mi abuelo afirma su nieto sin dudas decidió romper con la vida que tenía en Dinamarca y hacer otra nueva en un país remoto. Evidentemente, algo fuerte lo ató a este lugar, pues de otro modo hubiese regresado con su familia a Dinamarca...".

Y ese "algo" podría haber sido otra familia o un sueño, la concreción de un proyecto que Gustav alimentó durante años.

En 1921, Meyer elevó al gobierno un proyecto para explotar madera y transportarla desde la cordillera hasta el mar (ver aparte). "En ese proyecto cuenta Henrik mi abuelo gastó todos sus ahorros, lo entregó al gobierno y, según le contaron, un año más tarde lo ejecutó otra persona".

Alrededor de 1920, Gustav bajó el Limay y el Negro en una gran balsa para constatar que era fac

tible llevar madera desde el lago Lolog hasta Viedma. Cuando conoció la cordillera, se sorprendió no sólo de la riqueza forestal de la zona sino de la inexistencia de importantes aserraderos y, sobre todo, de que no se usara el río como vía de salida del recurso, que por esa fecha llegaba a estos territorios desde Buenos Aires o Chile.

Meyer había constatado la calidad de la madera de la zona cercana a San Martín y Junín de los Andes y estaba persuadido de que podía comercializarla en todas las localidades importantes que tocó en su viaje en balsa.

Henrik vio documentos y un diario de viaje que su abuelo hizo de esa travesía, que duró... ¡doce días! Toda una proeza. Meyer describe allí los sitios que recorre con su balsa y cuenta que ve muchas zonas deshabitadas pero con abundante vegetación, lo que delata lugares extremadamente fértiles.

En Dinamarca, él había conocido la mecánica de este negocio y pensó que aquí podía implementarse con éxito. Un sueño que quedó trunco pero que hoy puede mensurarse a la luz de los grandes aportes y los gigantes esfuerzos que tantos inmigrantes dejaron en esta tierra.

 

 

SUSANA YAPPERT

ANDREA MARCILLA



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