En su reciente reasunción, el presidente venezolano Hugo Chávez anunció que pedirá poderes extraordinarios y la reelección indefinida para llevar a su país al “socialismo del siglo XXI”. En una América Latina que muchos piensan que se está volviendo izquierdista, Venezuela podría generar imitadores, incrementando la percepción de riesgo regional. Por otro lado, la afinidad del presidente Kirchner con Chávez podría alentar cierta incertidumbre respecto del rumbo político y económico de la Argentina, lo cual alejaría las inversiones que necesitamos para desarrollarnos. Conviene empezar por entender el contexto político e institucional de la región. Por tradición, y a lo largo de su historia poscolonial, América Latina se caracterizó por optar, directa o indirectamente, por gobiernos caudillistas y paternalistas. A éstos se les exige ejercer la suma del poder público para resolver los problemas del país y gestar una situación de bonanza económica. Si no lo hacen, se los echa. Esto dista de los principios institucionales y republicanos que figuran en las constituciones de las distintas naciones y, en realidad, se enmarca en la definición de “populismo”. Los populismos regionales han sido de lo más variopintos: de izquierda, de derecha, comunistas, fascistas, militares y civiles. El único país de la región que ha logrado cambiar esta tendencia y la ha sostenido en el tiempo ha sido Chile y, como no es de extrañar, es el único que hoy muestra un persistente progreso económico y social. De hecho, si a las naciones del mundo las dividimos entre las que respetan los preceptos institucionales y los derechos de los ciudadanos y las que no, notaremos que las primeras son todas desarrolladas o están en camino de serlo y las segundas, todas subdesarrolladas –y lo seguirán siendo–. Hugo Chávez profundiza su camino populista de izquierda e intenta aproximarse lo más posible al modelo de Cuba, pero sin llegar al extremo del comunismo. Por supuesto que esto le llevará muchísimos años, en los que deberá gobernar con “pleno ejercicio del poder” para asegurar el rumbo, lo que implicará acotar las libertades civiles, políticas y de prensa para evitar “actitudes golpistas”. Seguramente actuará como un imán. Algunos países “tentables” pueden ser Bolivia y Ecuador. Sin embargo, para la izquierda existe hoy otro “norte”, el modelo institucional chileno, y parece haber países como Uruguay y, quizá, Perú que avanzan en ese sentido. También hay “ejemplos” de populismos moderados de izquierda, como el de Brasil, y de derecha, como el de Colombia. Puede que algunos funcionarios se encandilen con el “modelo bolivariano”. Sin embargo, en el gobierno prima una concepción de país que es mucho más cercana al régimen brasileño, aunque levemente más populista y estatista. Esto implicará una alta intervención gubernamental en la economía y, en lo político, un avance en el manejo hegemónico del poder: uso abundante y sin control de los decretos de necesidad y urgencia, abuso de la delegación de funciones del Legislativo al Ejecutivo, presiones “sutiles” (y no tanto) sobre la Justicia y mínimos controles republicanos entre los distintos poderes. Sin embargo, las elecciones de Misiones demostraron que nuestra sociedad pone un límite al ejercicio del populismo. Es cierto, hoy el límite está demasiado lejos, pero existe y el gobierno parece haberlo comprendido. En la medida en que logremos que la sociedad entienda que para desarrollarnos y tener mayor bienestar debemos respetar los derechos e instituciones de la Constitución nacional y exigir que nuestra dirigencia también lo haga, ese límite se empezará a acercar. Así, algún día puede ser que logremos abandonar este camino de decadencia que empezamos y en el que persistimos desde hace más de cincuenta años. Contexto favorable No caben dudas de que el populismo aplicado por el presidente Chávez en su país es sostenido por los altos precios del petróleo en el mercado internacional. En la medida en que el contexto externo se mantenga como en los últimos cuatro años, el venezolano no tendrá problemas en sostener su “modelo económico”, basado en la abundancia de ingresos sin estrategia alguna de desarrollo. En los últimos cuatro años ingresaron en Venezuela más de 50.000 millones de dólares por las ventas de crudo; sin embargo, los índices sociales de ese país no se recuperan. No son pocos lo que señalan que el populismo que hoy vive Latinoamérica se desvanecerá una vez que el precio de los “commodities” comience a estabilizarse a la baja en los mercados internacionales. (J. L.)
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