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El reino del macho
En su obra, el especialista en vínculos humanos Sergio Sinay denuncia las secuelas de un modelo que le inyecta agresividad y frialdad a la relación entre hombres y mujeres.

Lejos del tono auspicioso con el que durante años pregonó la aparición de un nuevo arquetipo masculino, Sergio Sinay denuncia en su obra “La masculinidad tóxica” las secuelas de un modelo que le inyecta agresividad y frialdad a las relaciones entre hombres y mujeres. Pasaron 15 años desde la aparición de “Esta noche no, querida”, aquel opus ilusionado en el que Sinay alentaba la posibilidad de otra experiencia de la masculinidad, menos autoritaria y más democrática que la vigente. La percepción era sostenida por el resultado de los talleres y conferencias para hombres que el autor dictó a lo largo de los últimos años, pero con el tiempo el modesto trabajo de campo demostró no tener un correlato certero en la realidad.
“En estos años estuve conectado con muchos hombres y descubrí que aquella esperanza de una transformación en los modelos no tenía asidero y que, por el contrario, el viejo paradigma masculino siguió siendo hegemónico y determinante en la política, en los negocios y en la sexualidad”, destacó Sinay.
“El predominio de esa forma de masculinidad es tóxico porque genera una manera de hacer política donde aumenta la desigualdad, donde el verticalismo y la falta de solidaridad son vitales porque así lo manda un modelo masculino que tiene en cuenta la ganancia y el rédito por encima del valor social –señaló–. En la relación con los hijos, más allá de que la publicidad nos venda que hoy los padres se muestran más sensibles y cambian pañales, la realidad es que los padres están ausentes y abdican del lugar de padre referente y acompañante y cada vez hay más chicos a la deriva”, analizó Sinay.
En “La masculinidad tóxica” (Ediciones B), el autor vincula diferentes fenómenos –como el desencuentro entre los sexos, la violencia en el fútbol y la corrupción en la política– y les asigna un motivo recurrente: la persistencia de un arquetipo basado en el rendimiento, la agresividad y la anestesia emocional.
“Las guerras son el producto típico de una manera masculina de resolver los acuerdos y los conflictos, donde conceder es ser débil y dejarse ganar. Esto, en el fondo, tiene consecuencias trágicas para la humanidad en su conjunto y, sobre todo, para las mujeres, los niños y los ancianos –denunció–. El calentamiento ambiental y las formas en que se negocia son producto de una forma de hacer negocios donde para ganar no importa qué se destruye y ‘perder’ es una palabra absolutamente erradicada del vocabulario”, señaló. El autor considera que este paradigma masculino hegemónico a través de los siglos tiene como contrapartida un paradigma femenino que por acción u omisión lo legitima: “Muchas veces, las mujeres admiten que ellas criaron así a los hombres” –apuntó–. A los machistas los hacen también las mujeres, porque el machismo no es un virus que afecta a los hombres solamente. Ellos son los portadores sintomáticos más evidentes, pero es un virus que afecta a la sociedad en su conjunto”, explicó Sinay.
“Las mujeres tienen como contrapunto un paradigma que sería el opuesto complementario del masculino tradicional, en el cual funciona el axioma de que una verdadera mujer es, sobre todo, una madre, con lo cual una mujer está negada para cualquier cosa y habilita para la maternidad –continuó–. El riesgo que corre una mujer bajo el paradigma femenino tradicional o femenino tóxico es no desarrollarse como ser humano y desarrollar sólo la faceta reproductora y desde ahí hacerse mujer, así como el varón se hace hombre desde la faceta productora económica y material”, señaló.
Sinay postula que las sociedades modernas deberían apuntar a la conformación de un modelo mixto que tuviera en cuenta modalidades específicas de cada uno de los géneros.  “No creo que debamos pasar de un patriarcado a un matriarcado. No me parece que la solución sea que los hombres nos vayamos de todos los puestos de poder para dejárselos a las mujeres. Hay que hacer una integración y ese proceso nos debería transformar a ambos –explicó–. Yo digo que, en vez de matriarcado o patriarcado, debería haber un ‘humaniarcado’, un gobierno de los humanos donde varones y mujeres aporten cosas diferentes e integradas. Esto es una utopía, pero en cierto modo las utopías son ficciones orientadoras, no son solamente ingenuidades”, concluyó Sinay.

 



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