>
Una venganza inteligente
“La venganza del gallego”, de José Tono Martínez, resulta una particular mirada a la cultura del país. Además de críticas y elogios hay una propuesta para refundar una nación.

hay venganzas que pueden resultar muy positivas, que vienen bien. “La venganza del gallego” (Ediciones del Zorzal), de José Tono Martínez, es una de ellas.
Hace ya un par de años que el que fuera director del ICI-Centro Cultural de España perpetró este plato frío. El resultado, más que una entrada de ostiones, es una exquisita cena condimentada con proverbial inteligencia y cultura  y acompañada, como se debe en estas ocasiones, con un vino a la altura de las habilidades del cocinero.
Tono Martínez desgarra las telas que cubren a ese ser tan movedizo y complejo que es el ser argentino (¡hasta se toma el atrevimiento de negarlo como entidad posible!). Utiliza un método de fustigamiento muy interesante: el mismo que te quiere te aporrea. Nadie como Tono Martínez para avalar semejante método de acercamiento. Porque el también escritor y periodista español, pero de raíces que lo llevan y lo traen desde y hacia distintas partes del mundo, primero acaricia el rostro argentino y luego le regala una sonora bofetada.
No sobra decir que a una cultura de reconocido narcisismo el ojo crítico de este autor le cae como un regalo del cielo. Tono Martínez hace lo que pocos: rescata las dulces virtudes de los argentinos al tiempo que pone sobre la mesa las zonas más oscuras de la personalidad que atenaza al país.
Sin embargo, el escritor no cae en golpes bajos como tampoco se deja llevar por clichés. En ningún momento Tono Martínez se hace portavoz de la supuesta fiaca latinoamericana ni del consumado engreimiento porteño que tantos chistes ha ayudado a crear. No, Tono Martínez mete el dedo en la llaga justo donde más importa. A su modo, hay que decir, Tono Martínez es un fantástico sinvergüenza.
Su mirada de extranjero comprometido con la realidad nacional le permite desentrañar con singular claridad los vericuetos, recodos y esquinas mal iluminadas que integran la historia del país. Tono Martínez no se queda allí. Echa luz sobre la figura construida por Sábato (y no demora en revindicarlo), niega la argentinidad, recuerda la bohemia y la decadencia de los patios porteños, pone entre comillas el supuesto pasado dorado en el que todo fue mejor y revela detalles de la vida íntima argentina como si siempre hubiera vivido por acá. Apunta, por medio de notas al margen, el vínculo maravilloso que suelen tener los argentinos con sus niños (cosa que no pasa en Europa o en países vecinos), lo proclive que es el argentino a la charla y el intercambio, su solidaridad, su don de gentes y su extraña elegancia.
Hacia el final de su libro, luego de un discurso que no admite error o dudas –José Tono Martínez ha terminado amando a la Argentina–, el escritor invita a refundar una ciudad, Buenos Aires, y un país. Tiene algo de desesperación su llamado y, acaso, también una pizca de ingenuidad. Argentina es gracias y a pesar de sí misma, esto parece olvidarlo este cariñoso gallego.

 



Use la opción de su browser para imprimir o haga clic aquí