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Hallazgos paleontológicos

 

Desde la llegada de los conquistadores a este sur del mundo, la ciencia plantó banderas en la Patagonia. Los científicos eran la compañía segura de los expedicionarios, ambos interesados en explorar uno de los sitios menos conocidos del planeta.

Entre los científicos, especialmente en el tiempo de los naturalistas viajeros (siglo XIX), estaban los amantes de la zoología y la biología, los interesados en conocer a las etnias típicas del lugar, arqueólogos y antropólogos, y los buscadores de huellas del pasado, como paleontólogos y geólogos. Cada disciplina avanzaba con sus intereses específicos.

En la prensa de principios de siglo hay rastros de estos viajeros que, bajo el género de "crónicas de viajes", asoman al universo lector. Aun así, y todavía ocurre en tiempo presente, estos estudiosos eran por lo general tipos silenciosos que permanecían largas temporadas en sitios inenarrables buscando huellas del pasado.

Con la llegada de la primavera, los viajeros científicos arribaban a la zona. Hay anécdotas interesantes de estos personajes, sobre todo causadas por el furor del descubrimiento del petróleo en Comodoro Rivadavia y por el temor de los locales al saqueo de piezas (otro asunto viejo, como se verá).

En la Guía Comercial Edelman 1924 hay información acerca de los hallazgos paleontológicos de este período en el territorio de Neuquén. Afirma Edelman: "Sobre el jurásico superior del horizonte petrolífero del Neuquén descansa una capa de 600 a 800 metros de arenisca abigarrada, clasificada como 'arenisca guaranítica' por los doctores Keidel y Windhausen y perteneciente al terciario inferior. En dicha capa se han descubierto restos fósiles de dinosaurios de colosales dimensiones. Figuran entre éstos varios huesos recogidos en China Muerta (establecimiento de los señores Rosa hnos.) por empleados del Museo Nacional, los que corresponden a uno de los ejemplares más grandes de los conocidos hasta la fecha, pues sólo el fémur mide 2,70 metros de largo".

En el libro "Pioneros de los Lagos Andinos", de Arlette Neyens (quien cuenta biografías de habitantes de la Región Andina), aparece un interesante perfil de Enrique Cánepa, quien se radicó en Villa La Angostura para vivir su retiro.

"Había regresado de Europa en 1914 con 22 años de edad y su título obtenido en el Politécnico de Zurich (Suiza) e ingresado a la Dirección Nacional de Minas", relata Neyens. En setiembre de 1915 el ingeniero Enrique Cánepa recibe la orden de ir al Neuquén, pues un geólogo alemán, el doctor Juan Keidel, había hecho estudios en la zona y se presumía la probabilidad de petróleo.

"Pasaron más de tres años y él seguía ahí, obstinado en sacar a luz petróleo". Llegado de Buenos Aires con tres ayudantes, recibe apoyo del gobernador territorial E. Elordi del Neuquén, quien le facilita como obreros a doce presos, algunos bastante peligrosos a los que había que vigilar durante la noche para que no escaparan. Metido en la carpa en las noches frías, mientras el viento rompe lonas y tientos, recordaría una y otra vez las indicaciones del doctor Keidel recibidas antes de su partida:

"Tome el tren hasta Challacó, ahí hay un boliche donde puede pasar la noche, luego siga la huella a aguada Plaza Huincul. Allí mire hacia el norte, donde verá una loma a un kilómetro y un algarrobillo. Detrás de ese arbusto, perfore el pozo". Y ahí estaba, porfiado con sus 26 años y su pasión geológica, perforando y perforando.

"El 28 de octubre de 1918 se presentó como un día más, de viento, seco, duro, de arena y desierto. A mitad de la jornada, un chorro negro y viscoso salta de golpe al cielo, incontenible, entreverado con los gritos de alegría y salpicando los rostros. ¡ Al fin ¡, ahí estaba el ansiado petróleo brotando de la Torre número 1 que él bautizó 'Patria'. Con ese brotar del chorro negro Cánepa se convirtió en un pionero de nivel nacional, en el hombre que le brindó al país, y en especial a Neuquén, un futuro de promisión y desarrollo a muchas generaciones de neuquinos..." .

Un descubrimiento que, por otra parte, disputarán varios de los personajes mencionados. Pero eso es historia aparte.

El semanario "Río Negro" informó, desde su aparición, sobre algunos hallazgos paleontológicos que se producían en esta parte del mundo. En 1924 cuenta que el vecino Narciso Farías, había revelado al director del Museo Nacional de la Plata, doctor Luis María Torres, el hallazgo de un esqueleto fósil encontrado por él a 14 leguas de Roca. Farías informa al periódico que esos restos los había encontrado siete años atrás pero que no los había denunciado porque varios hallazgos descubiertos anteriormente por él habían caído "en manos de gente que se los llevó al exterior" y él se sintió engañado.

Afirma el vecino en aquella carta que luego de informarle al director de Museo de la Plata, el Dr. Torres, éste decidió viajar a esta zona con dos geólogos. Tomó intervención de aquella visita el juez de Paz de El Cuy, Dr. Guillermo Ruckauf, quien solicitó a Farías que los acompañara al lugar del descubrimiento. Los científicos quedaron impresionados por los fósiles y se resolvió trasladarlos al Museo de La Plata para analizarlos.

Los huesos, se supo, siguen aún en la capital de la provincia de Buenos Aires. (SY)



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