Se conocieron a finales de los ’70, cuando voluntariamente aflojaba la dictadura militar instalada en el ’64. Fue en el ABC paulista, pulmón industrial brasileño. El sociólogo Helio Jaguaribe había retornado tiempo antes del exilio. Un período compartido, entre otros, con Fernando Henrique Cardoso, Paulo Freire, Theotonio Dos Santos, Celso Furtado, el núcleo duro de la por entonces ya esmerilada Teoría de la Dependencia. Un día, Jaguaribe fue a dar una charla sobre la realidad del país. Un hablar cauto: la dictadura se flexibilizaba, pero escuchaba. –Y ahí, en primera fila –suele recordar Jaguaribe– estaba él… con una remera a rayas de muchos colores. Barba. Una gorra negra metida hasta las orejas. Serio. Barbudo. Nariz roja. Cara de enojado. Era “Lula”… Jaguaribe centró sus palabras en su tema preferido, ése al que todavía, cruzados largamente los 70 años, le sigue dedicando toda su actividad profesional: las desigualdades sociales que signan Brasil desde tiempos tan lejanos que se hunden en la historia. Ese Brasil que, por aquella década del ’70, tenía al 11% de la sociedad llevándose el 47% de la renta nacional. Cuando llegaron los tazones con feijoada, Lula se acercó a Jaguaribe y, sin temor a incurrir en una contradicción, se presentó: –Soy matricero… No entendí mucho de lo que dijo, pero me gusta –le señaló a Jaguaribe. De ahí en más, tejieron una muy buena relación. Al menos hasta hace algo más de un mes, cuando se conoció un juicio del sociólogo: –El segundo mandato de su presidencia estará bajo presión. Además de sus limitaciones personales, no será un presidente que contará con un gran margen de respeto público. Yo veo un período sombrío, muy sombrío para Brasil… Lula calló y esperó la segunda vuelta de las urnas en noviembre. Respondió respaldado por más del 60% de los votos y este primero de enero inicia su segundo período al timón de un gigante de 187 millones de seres, una de las 10 economías más fuertes del mundo. Un país, por lo demás, con sólida y fundada vocación de liderazgo regional. Un gigante con muchas debilidades Pero gigante que a la hora de ser analizado en términos de desafíos ofrece –siempre fue así– una batería de perfiles que lo tornan apasionante como objeto de estudio. ¿Qué define al Brasil de Lula? • Desde lo político, no tiene déficit de gobernabilidad a escala nacional. Una característica que, salvo el colorido final de Fernando Collor de Melo, se mantiene desde el inicio de la transición en el ’85. Desde esta perspectiva, hay poder. Esto no implica ausencia de desafíos al ejercicio del poder, al menos en su expresión estadual. El delito organizado aceleró sus acciones en el año último en forma muy elocuente en San Pablo y Río de Janeiro. “Ya no se trata de que el espacio público tiende a no ser de nadie. Ahora es el delito organizado, que impone sus propias reglas de juego a la convivencia cotidiana de ese espacio”, dice la antropóloga Teresa Caldeira, investigadora brasileña de la Universidad de California. • Es desde lo ético-institucional, donde la administración Lula y el conjunto del aparato del Estado brasileño muestra decadencia de conductas. El Partido de los Trabajadores, otrora romántica apuesta a la dignidad y la ética en función de la política, devino en una máquina de sostenida reproducción de corrupción. Ya entre sus dirigentes, ya en los funcionarios que conforman el núcleo duro del gobierno. Millones de dólares giran en danza desde hace tres años desde distintos planos, para extorsionar, coimear y quebrar voluntades. Ante las denuncias, Lula reaccionó desde el peor instrumento al que puede apelar un político bajo presión: la soberbia. “¡Que denuncien!... ¿Y qué?”, disparó y machacó a lo largo del año. Echó a acusados y sospechados. Pero, como le imputara un aliado muy escuchado en Brasil y que se está distanciando de él, Frei Betto: “Desde lo general a lo particular, Lula considera irrelevante los hechos de corrupción que disuelven franjas enteras de su gobierno. Y éste es su gran error”. Y en esa conducta se funda también el juicio descargado por Jaguaribe cuando habló de “limitaciones personales” del mandatario. ¿Pero cómo fue posible que en este marco Lula ganara la segunda vuelta con tanta solvencia? Parte de la respuesta llega de Itamaraty, la poderosa Cancillería brasileña. Un lugar que desde hace décadas no se permite que los fuegos de la política lo maniaten. Un estilo de manejo de la política exterior con singular y positivo pragmatismo. “Lula sobrepasó al PT. Se transformó él en candidato y no candidato del PT. Y así ganó”, fue lo que salieron a decir a los cuatro vientos y por el mundo cuantos diplomáticos andaban por allí. ¿Cómo logró esto Lula? Fórmula simple: “En el PT, mi partido, me están traicionando”. Y si Lula sabía o no las trapisondas que se enjuagaban en ese sitio, poco importó al electorado. La ecuación le dio resultado. En política, la verdad no siempre es la mejor consejera. Lo dice la historia. La otra parte de la respuesta deviene desde la misma idiosincrasia de la sociedad brasileña o de un tramo de ella. Y sirve por extensión para reflexionar sobre el conjunto de Latinoamérica: a la hora de votar, ¿hasta dónde la corrupción puede cambiar el destino de un gobierno? Y un dato a tener en cuenta como influyente en la decisión electoral: desde lo social mucho del apoyo se asentó en la Bolsa Familiar, que entrega una renta mínima a 40 millones de brasileños. Algo más que la población de Argentina. LA ECONOMIA QUE NO ARRANCA • El desafío más grave que encara Lula en este segundo mandato lo clava la economía. Está anémica en materia de crecimiento. El año que termina no superó el 2,8%. Muy por debajo de la tasa promedio que en ese campo lograron las economías emergentes del continente: 5,5%. Un documento publicado días atrás por la todopoderosa Federación de Industrias del Estado de San Pablo (FIESP) coincide con el diagnóstico del Banco Mundial de octubre: tasas de interés muy altas –13,30% anual– y un gasto público que se eleva al 6% del PIB forman parte de las causas del estancamiento del crecimiento. “Los resultados (de los cuatro primeros años de gestión del actual gobierno) no son destacables en materia de empleo. No hubo caídas importantes de la desocupación, que se mantiene en el 10%, y el salario real, pese a la leve recuperación de este año, está por debajo de los niveles previos a la asunción de Lula. Tampoco despega la inversión, por las altas tasas de interés y la presión fiscal, que pasó del 28 al 38% del PIB en diez años. En tanto, las expectativas empresariales están deterioradas, según diversas encuestas”, sentencia Ricardo Delgado, economista argentino que sigue a Brasil paso a paso desde la Consultora Ecolatina. ¿Inquieta esto a la burguesía brasileña tan fortalecida a partir del golpe del ’64 e imbuida de destino nacional de significación? Si se siguen los informes de Paulo Skaf, de la FIESP, no hay dudas: los sectores hegemónicos y sus escalones inmediatos en el ejercicio de poder ven nubarrones muy oscuros en el horizonte del país. Desde Argentina, un sociólogo que conoce largo a Brasil sentencia: “Si por burguesía nacional entendemos una clase que tiene sentido histórico de su misión, Brasil la tiene, aunque se está debilitando. Pero Argentina no la tiene: sólo tiene empresarios”. • Todo esto en el marco de un Brasil con exigencias sociales muy directas. La doble cara de Brasil. “El país vive contrastes notables. Al mismo tiempo que es líder mundial en la fabricación de aviones medianos, con Embraer, tiene al 24,6% de su población analfabeta funcional: el 10,6 no sabe leer ni escribir y el 14% lee, pero no logra entender lo que lee”, informa el Instituto Brasileño de Geografía y Estadísticas (IBGE) a “La Nación”. Eduardo Nunes, presidente de la entidad, que realiza mediciones desde hace más de medio siglo, acota: hay 40 millones de personas que están en el nivel básico de consumo. Y la CEPAL dice: no menos de 70 millones están lejos de acceder al mercado o de mantenerse allí en forma más o menos uniforme. Entre unos y otros, son 110 millones de seres de los 187 millones que tiene Brasil en condiciones precarias de existencia. Una reflexión recorre la historia política de Brasil desde mucho antes de la República: gobernar Brasil es gobernar dos Brasiles. La diferencia entre uno y otro es la idea de futuro con la que se asumen. Lula busca eliminar esa dicotomía. “Tarea ímproba”, decía Charles De Gaulle ante lo que sabía que era imposible. Y mientras Lula asume, los senadores se mejoraron sus sueldos: a partir de este enero, cobrarán 11.600 dólares por mes.
Un socio clave para la región Una noticia podría graficar la creciente importancia de Brasil para nuestra región. La semana pasada, Petrobras anunció un plan de inversiones en Argentina por 2.500 millones de dólares para el próximo lustro, incluyendo un gran interés por la reciente licitación de las áreas petrolíferas que lleva adelante la provincia de Neuquén Edgardo Phielipp, titular del centro Pyme y de la Asociación del Comer-cio, Industria, Producción y Afines de Neuquén (ACIPAN), sostiene que además del aumento de la inversión, la creciente diversificación de las exportaciones de la región y el turismo han aumentado los lazos económicos con Brasil. –Para la región, ¿es una buena noticia que Lula haya sido reelegido? –Brasil tiene una política exterior de excelencia: permanente en el tiempo, con objetivos muy claros. Hay gran consenso en la sociedad brasileña sobre esos objetivos de política exterior. Desde el gobierno de Fernando Henrique Cardoso y el primer mandato de Lula las políticas no han variado demasiado. Y eso es positivo, se mantienen políticas de Estado más allá de quién esté en el poder. –¿Cómo es la relación de Brasil con la región de Río Negro y Neuquén? –Es una relación que tiene un período bastante largo de establecida y ha variado en su importancia. En cuanto a exportaciones, los principales rubros son las frutas frescas, algunas materias plásticas artificiales en Río Negro y en el caso neuquino productos derivados de petróleo y petróleo crudo; algunas hortalizas de bulbo (ajo y cebolla) en las dos provincias. Por el lado de las inversiones, Brasil ha aumentado su presencia en la región en los últimos años con la compra de Pérez Companc que efectuó Petrobras y la actual inversión que realiza la Vale Do Rio Doce en el norte neuquino y sur de Mendoza en yacimientos de potasio. –¿Qué magnitud tiene esta relación con Brasil? –Neuquén está exportando en este 2006 alrededor de 42 millones de dólares (FOB) a noviembre, bastante similar al 2005, cuando llegó a los 46 millones. Río Negro está en los 70 millones de dólares, aproximadamente. Brasil es uno de los principales mercados importadores de fruta de la región, en manzanas en 2004-2005 estábamos en las 54.000 toneladas y en pera en 86.000 toneladas. En porcentaje ha ido disminuyendo, por ejemplo: la exportación de fruta de pepita era más importante hace algunos años y actualmente llega a un 20%. –¿A qué se debe esto? –A que ha crecido la producción frutícola brasileña y en consecuencia ha disminuido la demanda de fruta argentina. Además de la diversificación de mercados que ha hecho Argentina. Sí cabe destacar el aumento en otros rubros como el hortícola, donde hay una exportación importante de cebolla, principalmente de Río Negro e incipientemente de Neuquén, con valores de unos 40 millones de dólares de exportación total, delos cuales 30 millones van a Brasil, aunque aquí hay que sumar a Mendoza. En ajo, de 57 millones que exporta Argentina, Brasil consume 36 millones, es decir es un consumidor muy importante. –¿Se ha diversificado lo que se envía de la región a Brasil? –Por ejemplo, en 2006, Neuquén en gas de petróleo y otros hidrocarburos gaseosos está en el orden de los 20 millones de dólares, en carburante (nafta) está en 15 millones, en fruta fresca 7 millones y se suman otros productos alternativos nuevos, como textiles, con ventas por 350.000 dólares, bebidas alcohólicas y vinagres por 110.000 dólares. En el caso de Río Negro, la venta de frutas frescas está en los 50 millones de dólares, pero también vende materias plásticas en unos 11 millones de dólares y productos químicos por 4 millones y medio. O pescados y mariscos elaborados por 80.000 dólares. –¿Y el turismo? –Es de las llamadas exportaciones intangibles, en la cual uno de los principales países aportantes de divisas es Brasil, tanto en Río Negro como en Neuquén, fundamentalmente en la zona cordillerana. Con mayor preponderancia en invierno que en verano. –¿Brasil es buen socio comercial? –Sí y creo que debe potenciarse al máximo. Primero por un objetivo de integración al Mercosur, que crece en importancia con la conformación de bloques comerciales en todo el mundo. Además es un mercado con una población muy importante, que se debe potencia, aprovechando las ventajas competitivas que tiene cada país. Por ejemplo, la producción de potasio en Neuquén, que va a incluir una playa de embarque en Neuquén, en la zona de El Chañar-Campo Grande. Brasil es uno de los mayores consumidores de potasio del mundo, ligado a su producción agropecuaria. Con la expansión de la frontera agrícola brasileña su demanda va a seguir creciendo. Es una exportación muy significativa. –Es decir que Brasil no es sólo un mercado importante sino un importante inversor, en los últimos años. –Exacto, ésta es una tendencia nacional, hay varias empresas brasileñas que han comprado firmas argentinas y que han hecho inversiones, una realidad propia de la globalización y de las condiciones macroeconómicas de los dos países. –Esta inversión es básicamente en hidrocarburos y minería. –En nuestra zona sí, pero a nivel nacional se ha diversificado en forma importante, en el sector agropecuario, los frigoríficos, la fabricación de cerveza, y yo creo que esa diversificación va a llegar también a nuestra zona. LEONARDO HERREROS lherreros@rionegro.com.ar
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