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\"Soy la \'Negrita\' Bargas y pulpeo desde que nací\"

Natividad Bargas vive a pocos pasos de una restinga del balneario Las Grutas.

Su familia llegó a la costa rionegrina antes de que lo hiciera el ferrocarril.

Ella pulpea desde que se acuerda y lucha para que los turistas no alteren el recurso.

Natividad, la 'Negrita' Bargas, nació en Cinco Chañares, predio situado en el Departamento de San Antonio Oeste. Hace más de 20 años vive a pocos metros de una gran restinga cubierta de mejillones en el balneario Las Grutas. Desde que su madre la llevaba en el vientre, anda por el lugar. Allí aprendió a pulpear como lo hacían sus ancestros. Allí les enseñó a hacerlo a sus hijos y a sus nietos.

En la puerta de su casa hay un cartel que indica que allí venden pulpos. El mar se escucha cerca. Está a pocos metros de su puesto. La vegetación que lo rodea revela que hace años que está en el lugar. Una alameda compacta y unos robustos rosales quiebran el paisaje de una comunidad de pulperos que, precariamente, se montó a los alrededores de su vivienda.

Muy temprano, mientras espera "la marea", la 'Negrita' relata su vida. Su piel está curtida por el sol. Por el sol y por la sal. Generosa y paciente desnuda un mundo. "Esta es una actividad dura anticipa pero es la que elegí. Me encanta el mar y desearía que mis hijos sigan con esta tradición".

Su mamá, abuelos y bisabuelos eran de Azul y su papá de La Pampa. "Ellos vinieron a esta zona con carros y caballos cuenta. Venían buscando un sitio mejor para vivir y porque tenían la costumbre de caminar. A una hermana de mi abuelo materno la hicieron cautiva los aborígenes del lugar. Le cortaron los talones para que no se escapara. Tuvieron que pelear duro con los indios para rescatarla. Llegaron para este lado, cuando San Antonio estaba en Saco Viejo. Cuando llegaron, ni ferrocarril había. Los abuelos tenían una punta de ovejas y yeguarizos. Como en esa época no había alambrados, uno se quedaba en una partecita de tierra para tener los animales, donde había jagüeles. Cuando vinieron ya había una panadería y empezaron a acarrear leñas. Yo aprendí a hacer carbón de chiquita. Sabíamos cargar leña y carbón en las chatas del ferrocarril que iba para Valcheta. Por eso nos criamos andando en los carros. A la escuela no fuimos. En invierno andábamos por el monte y en verano íbamos a pulpear".

La 'Negrita' relata cómo trabajaba su familia. Andaban de un lugar a otro. Iban haciendo changas y, cuando las terminaban, acarreaban leña y hacían carbón.

"El carbón lo hacíamos cavando un pozo en la tierra, juntábamos leña de piquillín y la metíamos en el hueco. Luego, cuando estaba casi lleno, lo completábamos con un barro parecido al adobe que hacíamos en un pisadero con olivo, pichana y jarilla. Cuando el cubo estaba todo tapado en cada esquina mi papá ponía tachos de 5 litros de aceite que llamaba "boquillas". La lata vacía y perforada se metía en ese barro. Cuando estaba todo listo se prendía fuego; pero el secreto estaba en que no ardiera la leña, sólo tenía que humear. Cuando la pila empezaba a arder se tapaban las boquillas para apagar el fuego y así, hasta que quedaba el carbón. Había que cuidarlo todo el tiempo para que no se prendiera fuego, se hacía lento, muy lento".

Ella es hija de Domingo Bargas y de Manuela Jerez, y tuvo dos hermanos y tres hermanas. "Nosotros recorríamos toda esta parte, desde Saco Viejo hasta acá (Las Grutas); andábamos por lo de Velázquez, por Las Máquinas, por la lechería del finado Pepe Tarruella, que tenía tambo; pasábamos por lo del finado Rondón y por el campo del padre del 'Galleguito' Ruiz. Andábamos con el carro. De chiquita conocí el rigor del trabajo."

 

Del campo a la marea

"Aprendí la pulpeada ya en la panza de mi madre relata Natividad. Cuando ella estaba embarazada ya andaba por acá. Mis padres y mis abuelos, por costumbre, anduvieron en los carros y en el mar. Ellos ya venían a pulpear. Una vez un

periodista me preguntó si esto de pulpear era de ahora, y yo le conté que no, que mis abuelos ya pulpeaban desde San Antonio hasta estas partes y más allá, para el lado de Chubut. Toda una vida en la actividad, toda una tradición".

Natividad cuenta que sus abuelos iban hasta El Sótano a caballo, traían tarros llenos de pulpos en las maletas y lo vendían a particulares. "Cuando llegó Galdo (de la fábrica Galme Pesquera), mi mamá empezó a trabajar en la casa de él como doméstica. Trabajó unos años en lo del papá de 'los gallegos', como le decían a María y José Galdo. El padre de ellos empezó a comprarnos pulpos. A partir de que llegaron ellos, la pulpeada se hizo hizo más importante. Ellos mismos empezaron a llevar gente para el campo para sacar pulpos".

La familia de la 'Negrita' iba a pulpear con su tropilla, una jardinera y un sulky que nunca abandonaban. "¡Antes había pulpos a lo loco, traíamos cientos de kilos por día! Yo sola sacaba como 8 ó 9 kilos. Ahora ya no hay tantos pulpos por acá... Como contaba, cuando empezó Galdo a comprar pulpos, otra gente lo siguió. Ellos, los que compraban pulpos, nos llevaban a distintos lugares de la costa a sacarlos y a su vez pasaban a retirarlos. A estos los llamábamos 'acarreadores'. A nosotros nos llevaba

Galdo. Con los años, Galdo compró camiones para llevar a la gente a pulpear y traía pulperos que iba a buscar a Sierra Grande, a Los Berros, Lago Painemán y de otros parajes".

La actividad estaba organizada de la siguiente manera: el "acarreador" pasaba a buscar a los pulperos a comienzo de la temporada y los dejaba en un puesto determinado hasta que ésta finalizaba, sobre fines de abril. Llevaba a los pulperos desde San Antonio hasta Puerto Lobos y Madryn.

Para los pulperos y los pescadores esto no es sólo mar. Todos los rincones del golfo tienen su nombre y cada puesto de pesca, su secreto.

A los nombres de lugares conocidos, se le superponen denominaciones antiguas o muy particulares, sólo usadas por ellos, tal como relata Natividad: "Había gente que se quedaba a hacer campamento en la Lobería o en la Isla de los Pájaros. Nosotros salíamos para lo que hoy es Playa Bonita; otros salían para Ordiozola, Ortiz, a Médanos Blancos, Arroyo Verde y llegaban hasta Hornitos, todos parajes para pulpear".

La pulpeada duraba todo el verano. Los pulperos salían en las camionetas de los "acarreadores" y se quedaban en algún lugar que escogían. Armaban "un puesto" cerca del mar y al lado de él, las "camas" donde depositaban a los pulpos para conservarlos hasta que pasara el "acarreador". Luego que escogían el sitio para establecerse, buscaban palos para armar una choza para pasar el verano. Chañares, algún molle, jarilla, y con estos materiales hacían su puesto. Buscaban ramadas grandes, lo tejían con ramas, lo tupían bien con olivos, jarilla y pichana "para que quede abrigadito". "Antes no se conocía el nylon comenta la 'Negrita' y la única defensa del pulpero era llevar una lona. Ese era el techo y, si no tenían lona, tupían bien el techo. Solía haber temporales grandes al lado del mar y, cuando llovía mucho, los camiones acarreadores no podían entrar por los zanjones y tenían que buscarnos en tractores. Galdo no era el único acarreador cuenta estaban también los Lavalle, los Rimoli, el Turco Lali, después el finado 'Yuyo', Cacho Méndez, todos acarreadores. Nosotros salíamos con Galdo, le vendíamos a él, pero si pasaba otro y ofrecía más, le vendíamos al que ofertaba más. En general uno se arreglaba con un solo acarreador y entre ellos terminaban arreglando el precio. En general, los acarreadores se llenaron de plata con esta actividad, los pulperos no, a gatas sobrevivíamos".

Los "acarreadores", día por medio pasaban a retirar los pulpos, en tanto éstos se conservaban en "cámaras" artesanales que hacían los mismos pulperos. "Se hacía una ramada. Hacíamos como una casita y luego, en el interior, preparábamos como camas cuchetas de tres pisos. Esas camas se tupían bien con yuyos. Luego les poníamos varias bolsas de arpillera a cada cama. Esas bolsas se empapaban de agua de mar todo el tiempo. Ibamos a la marea, traíamos los pulpos vivos y los tendíamos en esas camas, sobre la arpillera mojada. Allí los dejábamos morir y los tapábamos con varias bolsas de arpillera. Esas bolsas se mantenían permanentemente mojadas con agua de mar hasta que pasaba el acarreador. Con ese método se conservaba el pulpo a la sombra y bien fresquito. Cuando pasaba el acarreador lo sacábamos de la cámara. Cada pulpo de cada marea iba en un piso, todos separados. En un día teníamos dos mareas, y los acarreadores guardaban según el orden que se traían. No se juntaban. Los acarreadores venían con las barras de hielo y rompían en pedazos en cajones donde guardaban los pulpos y corrían para llevarlos al tren".

En el golfo San Matías, los pulperos sólo sacan pulpos, hay pescadores de mejillones y de vieiras, pero para encontrarlos en esta zona hay que bucear. Los mejillones más buscados son los grandes y estos sólo se encuentran en la zona de Madryn.

"Tuve siete hijos y crié cinco nietos continúa su relato Natividad. De un primer matrimonio nacieron mis 4 hijas y de mi segundo esposo, mis dos hijos. Mi hijo soltero es Marcos Javier, también pulpero, igual que Matías, un nieto que crié. Ellos viven conmigo. A todos les enseñé a pulpear, aunque yo siempre fui más ligera que todos ellos (risas). Todavía pulpeo, pero casi nada desde que tuve un infarto. El primer infarto lo tuve adentro del mar, pulpeando. Por milagro de Dios pude salir del agua y llegar a casa. Me salvé. Estuve un montón de días internada, mi esposo estaba entonces trabajando en el puerto. El no pulpea y entonces embarcaba fruta en el puerto. El siempre dice que si me muero va a hacer una lápida acá abajo en la marea (risas)".

Hoy, la 'Negrita' casi no sale a pulpear, pero sigue vendiendo pulpos frescos y al escabeche. Su esposo la ayuda a cocinarlos y envasarlos. "Me prohibieron ir a al marea, aunque suelo ir. Me busca un chico de Bariloche que viene en una Traffic. El es como un hijo para mí, me pasa a buscar y me lleva un rato para que me dé el gusto."

Hace unos años, Natividad pagó 400 metros de caño para llevar el agua a su puesto, donde todavía no llegó la luz, ni el gas. Usa gas de garrafas para hacer el escabeche y admite que carecer de estos servicios básicos le resta ganancia. "No es mucho lo que queda usando gas de garrafa, pero decidimos trabajar solos. Independientes. Pulpo que no se vende, se hace escabeche", explica.

Una persona interrumpe la charla. Viene a comprar pulpos. Hace un par de años que cada temporada visita a la 'Negrita'. Ella trae dos baldes de pulpos recién salidos del agua y retoma la conversación. Ensaya una síntesis de su vida:

"Estoy orgullosa de lo que la vida me dio. Tuve una vida dura, pero no me quejo. Yo usé botas de potro; hice zurrones con cuero de chivo para acarrear el agua de un jagüelito que manaba agua dulce en el bajo del Gualicho; allá no había juguetes, hacíamos muñecas con horquetas de jarilla. Mi infancia fue pobre. Austera. Y lo que siguió también. Estuve muchos años trabajando en la estancia de Echavez, hasta que me separé de mi primer marido. Allí estuve desde el '55 y un montón de años. En el campo tuve una vida perra afirma pero eso ya es pasado... Allá, me acuerdo, fumaba mucho, hacía tabaqueras bordadas de cogote de avestruz. La gente me las compraba... pero por suerte mi vida cambió".

Después de su separación, Natividad se mudó a San Antonio, donde hizo diversos trabajos hasta que decidió mudarse al balneario. "La mayoría de las cosas que conseguí en la vida, las conseguí pulpeando. A lo último no nos pagaban, los acarreadores se quedaban con kilos y kilos de pulpos. Los buenos acarreadores ya se habían muerto todos. Y los que vinieron siempre nos quedaban debiendo. Me acobardé y dejé de ir al campo a pulpear. Decidí hacerme este puesto acá en Las Grutas, donde no sólo enseñé a pulpear a mis hijos y nietos, también les enseño a los turistas para que éstos no hagan que los pulpos se vayan (ver Historia de Acá). También, al que me pide, le enseño a cocinarlos, en escabeche, en salsas, salteaditos. Son muy ricos, aunque ya no los podemos consumir como antes porque escasean y los que tenemos los vendemos."

Ya hace más de 20 años que la 'Negrita' dejó su vida itinerante. Decidió establecerse en las Grutas, frente al mar, a su restinga, y promete que allí se quedará hasta su último atardecer.

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