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Raymond Carver: \"La escritura, una luz cuyo resplandor es persistente y firme\"

Después de luchar durante largo tiempo contra la necesidad de sobrevivir ejerciendo la más amplia variedad de empleos mal remunerados y dejar definitivamente la bebida, hacia mitad de los años '70 Raymond Carver pudo volcarse plenamente a su oficio más deseado: escribir.

Lamentablemente el trayecto por los caminos del reconocimiento de sus obras por parte de lectores, colegas y críticos fue demasiado corto. El 2 de agosto de 1988, en Port Angeles, Washington, un cáncer de pulmón terminó no sólo con sus renovados deseos de vivir, alejado de aquel caótico y brumoso pasado, sino también con el entusiasmo y la confianza con la que trabajaba en varios proyectos de libros. "Estos últimos diez años fueron como sacar la lotería./Vivo, sobrio, trabajando, amando/y siendo amado por una buena mujer./Once años atrás le dijeron que le quedaban seis meses/al ritmo que iba. Y él en realidad no iba/más que para abajo. Así que cambió de vida/ de alguna manera. (...) Soy un tipo de suerte./Tuve diez años más que los que yo o cualquiera/podíamos esperar. Pura lotería", escribió en un poema. La realidad de la muerte llamó a quien jamás quiso vivir fuera y sin ella.

Raymond Carver nació en mayo de 1938 en Clatskanie (Oregon), un pequeño pueblo a orillas del río Columbia dedicado a la industria maderera. Pero su infancia transcurrió en Yakima, al este de Washington. Acaso de su padre, Clevie, heredó la imposibilidad de mantenerse con un trabajo estable y su afición al whisky. Con su padre compartió la lectura de las historias de westerns de Zane Grey, las populares novelas de literatura policial de Mickey Spillane, las revistas dedicadas a deportes al aire libre y las escapadas al arroyo para pescar y cazar patos y gansos. Sus primeros poemas reflejan situaciones propias de la pesca, acaso guiado por el consejo paterno: "Escribe sobre lo que conoces".

Antes de cumplir 19 años, Raymond descubre la poesía mientras trabajaba como repartidor de medicamentos en una farmacia. Mientras esperaba que el anciano que había solicitado unos remedios encontrara el dinero para abonarle, Raymond se deslumbra ante la inmensa biblioteca atestada de libros y revistas. Una de estas llama la atención del joven. El anciano le obsequia un ejemplar de "Poetry" al tiempo que le dice: "Llévatela, hijo. A lo mejor un día escribes algo y no sabes adónde mandarlo". Esa misma noche se dispuso a leerla, especialmente los poemas y reflexiones acerca de la escritura de Ezra Pound, incluidos en ese número.

Unos años después de aquella noche, accede a lecciones de escritura por correspondencia abonando la suma de veinte dólares mensuales durante tres años. A los dieciocho años ingresa como peón en un aserradero y se casa con Maryann Burk, dos años menor que él. La necesidad de mantener a su familia -tienen dos hijos antes de cumplir tres años de matrimonio-, lleva a Carver a desempeñar la más amplia variedad de trabajos: empleado de limpieza en una clínica, sereno, vendedor de enciclopedias, dependiente de farmacia, vendedor, mensajero, bibliotecario... En síntesis, imposible dedicar su escaso tiempo a escribir, y mucho menos una novela porque para eso "tenía que vivir en un mundo que tuviera sentido, un mundo en el cual pudiera creer, que pudiera sujetar para luego escribir sobre él. Un mundo que, al menos durante un tiempo, se quedara fijo en un solo lugar". Y justamente ese no era el mundo que conocía y vivía. Entonces se inclina por los cuentos y poemas porque los puede escribir en una noche y corregir al día siguiente.

Entre las urgencias por llevar dinero a la casa y las obligaciones familiares, Carver encuentra un resquicio en las clases de escritura en la Universidad de Iowa dictadas por el narrador John Gardner. "Me sentía como una criatura marina bañada por la playa. No sabía nada. Pero sabía que no sabía nada", confesó. Gardner lo introduce en la vida y obra de los maestros del cuento: Chéjov, Isaac Babel, Hemingway. Y no sólo recibirá del maestro la llave de una oficina para que pudiese escribir tranquilo, sino también un acertado y revelador consejo, del cual nunca se apartará: "expresar en quince palabras en vez de hacerlo en veinte o treinta". Esta experiencia resultó decisiva a tal punto que años más tarde confesaría que durante toda su vida, mientras escribía, sentía la presencia de su guía literario, aprobando o desaprobando palabras y frases.

Comienzos de la década del '70. Son esporádicas las veces que Carver se sienta frente a su máquina de escribir. Sin embargo, decide enviar algunos textos a Gordon Lish, encargado del área de narrativa de la revista Esquire, que se los rechaza una y otra vez sin esgrimir ninguna explicación. Hasta que llega a las manos de Lish el titulado "Los vecinos" que de inmediato es aceptado (sólo le quitan el artículo) y a partir de entonces los relatos de Carver aparecen en las páginas de esta prestigiosa publicación.

 

LA VIDA EN UN INSTANTE

Su primer libro de relatos "¿Quieres hacer el favor de callarte, por favor?", publicado en 1976 (editado al castellano por Anagrama, como el resto de los libros de narrativa de Carver), provoca la atención de la crítica y el público. En este conjunto de relatos breves, Carver consigue reflejar cabalmente el drama de la gente común oficinistas, vendedores, camareras- en su deambular silencioso cargando sus miserias y catástrofes cotidianas. Por otra parte, la infidelidad es también uno de los temas centrales del libro.

Cuatro internaciones por intoxicación pusieron a Carver en el umbral de la muerte. Era tan deplorable su estado por el alcohol que hasta él mismo se llamaba "Ray malo". El 2 de junio de 1977 toma la inmejorable decisión de abandonar para siempre la bebida. Se siente orgulloso de que así sea más que por cualquier otra cosa que haya realizado en su vida. "De mis experiencias alcohólicas no creo que haya surgido nada que no sea el dolor y la miseria", confesó.

En 1981 aparece su segundo libro, "¿De qué hablamos cuando hablamos de amor?", que muestra a parejas al borde de la ruptura, trabajadores tratando de zafar de la rutina y las conflictivas conversaciones entre padres e hijos. Separado de su primera esposa, en 1977 conoce a la poeta Tess Gallagher en un encuentro literario, quien será su compañera hasta su muerte, y al narrador Richard Ford, quien se convertirá en uno de sus mejores amigos. De aquel primer encuentro, Ford recuerda que Carver intentaba "poner su vida bajo control. Un año antes había dejado de tomar y temía volver a hacerlo. Sabía que se encontraba en una encrucijada. (...) Vio que si dejaba de tomar las cosas le iban mejor. Cuando publicó su primer libro y fue nominado para el National Book Award estaba sobrio, e hizo una conexión entre ambos hechos. Mantuvo esa unión durante el resto de su vida".

Después de meses de no escribir nada que valiera la pena, en 1983 publica "Catedral", uno de los mejores libros de la narrativa norteamericana de los años '80, con el que obtiene el premio de la Academia Norteamericana y el Instituto de Arte y Literatura consistente en 35.000 dólares anuales durante cinco años consecutivos, lo que le permite dedicarse tiempo completo a la escritura. Para Carver la historia de "Catedral" es totalmente diferente a lo escrito anteriormente y acaso refleje el cambio que se había producido en su vida. Los trabajadores desocupados de las industrias básicas son los protagonistas de los cuentos de este libro. Son los nuevos pobres, provenientes de la clase media que en los '60 tuvieron hijos e ilusiones, emergentes de las políticas económicas impulsadas por Ronald Reagan en los años '80.

En tanto, el periodista Bill Buford presenta a Carver como el principal exponente del "realismo sucio" y del "minimalismo" por la economía de recursos que domina su escritura, es decir las narraciones breves, la frase y el párrafo corto, pocos personajes, dejando de lado la acción, la intriga y la trama, con finales poéticos e intrigantes. Pero también el realismo sucio representó una tendencia en la literatura norteamericana de los años '80 para referirse sin ningún maquillaje a una sociedad alejada de los valores y despojados de toda ética.

Pero Carver estaba más allá de esos etiquetamientos, incluso consideraba el término minimalismo como algo peyorativo. Sólo creía en la escritura como producto del placer de hacerla. La escritura decía- irradia una luz cuyo resplandor es persistente y firme.

Desde su punto de vista, los cuentos no emergen de la nada sino de un punto de partida que se transforma en una línea que va de la referencia del mundo real al de la ficción. Por eso se vale de un lenguaje simple, directo, cotidiano, en los que muestra el deseo, la existencia concreta de una realidad. Lo lleva a cabo por medio de un estilo donde prevalece la frase breve pero efectiva; donde se advierte una tensión, una amenaza, una sensación de que algo puede suceder. "Muchos personajes en mis relatos encuentran que el mundo les amenaza. La gente sobre la que he elegido escribir sí se siente amenazada. La amenaza contiene, por lo menos para mí, más posibilidades interesantes que se pueden explorar", explicaba en una entrevista.

Carver alzó su voz para contar el drama humano con todos los sufrimientos, los fracasos, las obsesiones, los vicios, hasta los empleos temporarios y mal pagos. Ese mundo que transmite y recrea, es construido a partir de la observación de todo y de todos. El también era uno de esos personajes perturbados y confusos, provenía de esa clase de gente y había trabajado junto a ellos "y con ellos me he ganado la vida", afirmó. Jamás escribió algo que no tuviera relación con las vidas de las que fue testigo además de la suya.

Respecto a la inclusión en sus relatos o poemas de objetos cotidianos (sillas, anillo, tenedor, persianas) utilizando un lenguaje coloquial, Carver entendía que esos objetos poseían un inmenso y asombroso poder, por lo tanto los incluía porque no podían mantenerse inertes en la escena sino que adquirían vida propia, conectarlas con las vidas que las rodean. "Es posible escribir -aclaraba- una línea de un aparentemente inofensivo diálogo, y transmitir un escalofrío a lo largo de la columna vertebral del lector (el origen del placer artístico, como diría Nabokov). Esa es la clase de literatura que me interesa".

Podríamos afirmar que la literatura de Carver reproduce imágenes del otro lado del Estados Unidos rico, exitoso y opulento. En realidad es la perfecta contracara del gran sueño americano. Sus personajes en su mayoría no tienen empleo o lo tienen pero no les satisface plenamente. Son los que sienten que no pertenecen a ese "primer mundo", poseedores de un futuro incierto, por lo tanto perdedores de una sociedad que los ha ignorado, y que evitan mirar su propio interior y constatar que son sombras cargadas de desesperanza. También hay un elemento constante en la narrativa carveriana que es la falta de comunicación entre los personajes.

ALGO MAS QUE ESCRIBIR UN BUEN POEMA

Su obra poética comprende los siguientes títulos: "Donde el agua se junta con otra agua" (1985), "Ultramarina" (1986), "Bajo una luz marina" (1990) y "Un sendero nuevo a la cascada" (1993), los dos últimos publicados por la editorial española Visor.

Carver no se conformaba con escribir un buen poema. Detestaba la escritura proveniente de la emoción aunque se la disimule como experimentación artística o versión del realismo. La poesía era para Carver esencial, el medio que elegía para expresar mejor sus pensamientos y un cauce espiritual "del que se desvía para escribir sus relatos", según la opinión de su mujer, Tess Gallagher.

Sus poemas surgidos de su imaginación, aunque pueden tener algún fundamento dentro de su experiencia, conmueven a pesar de estar contando una simple historia. Es justamente esa simpleza la que consigue cautivar al lector, como si se hubiera propuesto no decir las cosas extensamente para decirlo todo. Alguna vez explicó que el escritor encuentra lo que quiere decir "en el proceso continuo de ver lo que ha dicho" y que todos los poemas son "actos de amor y de fe".

Ese lirismo cargado de tensión que recorre su obra poética tiene como base un tono confesional que presenta un instante en la vida de una persona. Ahí está su tesoro. Carver tenía una manera particular de observar los hechos por más cotidianos que éstos fueran.

El propio Carver seleccionó los poemas de sus libros anteriores para incluirlos en la edición de "Bajo una luz marina". En esos poemas despliega todo su talento para hacer extraordinario las circunstancias simples y cotidianas de esa gente de vida marginal o desesperada utilizando los recursos de la sugerencia o del leve apunte para conquistar la sensibilidad del lector.

Aunque negara sus influencias literarias (sostenía que criar hijos, trabajar en doble turno, no tener dinero para pagar la luz o divorciarse habían modelado su escritura) podemos reconocer en la constitución de su poética las voces de Faulkner, Hemingway, Fitzgerald, Cheever, Salinger. Pero, por sobre todos ellos, se alza la de Antón Chéjov.

En el cuento que cierra el libro "Tres rosas amarillas" (1988), Carver incorpora una serie de detalles ficticios que le otorgan realidad al episodio que narra de manera emotiva que es la última noche de vida del genial escritor ruso que antes de morir se permitió compartir una copa de champagne con su médico y su esposa.

El realismo y escepticismo son los puntos comunes en las obras de ambos pero en el caso del autor de "El jardín de los cerezos" aparece un sentido de humor más fino y más irónico.

MAS CARVER PARA LEER

Después de la muerte de Raymond Carver han sido varias las ediciones de libros que reunieron sus relatos y poemas inéditos. Uno de ellos, "La vida de mi padre", incluye textos claramente autobiográficos en los que retrata a su padre ("Padre, te quiero, pero cómo darte gracias,/ yo que tampoco aguanto el trago/ y ni conozco los sitios donde se puede pescar", se puede leer), a su maestro John Gardner, recrea la amistad con los escritores Tobias Wolff y Richard Ford y ensaya sobre el acto de escribir.

Bajo el título "Si me necesitas, llámame", se publicaron en el 2001 cinco estremecedores cuentos de Carver, ambientados en el noroeste norteamericano, en los cuales desfilan los hombres que dejaron atrás el alcohol y pretenden una vida sin los vaivenes de la ebriedad como así también los amores que se disuelven como agua entre los dedos.

En el otoño de 2005 apareció en España, "Sin heroísmos, por favor", una recopilación de relatos, poemas, reseñas, críticas, ensayos y artículos escritos por Carver para revistas y periódicos, en los que presenta y explica su relación con la palabra escrita, sus búsquedas, métodos, gustos y moral tanto como escritor y lector.

CARVER EN EL CINE

El cineasta Robert Altman descubrió la narrativa de Carver en un viaje en avión de Roma a Nueva York en el invierno de 1990. Tres años después estrenaba su película más ambiciosa, "Short Cuts" (conocida en nuestro país con el nombre "Ciudad de ángeles"), inspirada en nueve relatos y un poema narrativo de Raymond Carver.

La película de Altman presenta en forma de collage las historias de más de veinte personajes cuyas vidas se entrecruzan en una apocalíptica Los Angeles. Logra retratar con ironía y dramatismo diversos acontecimientos que provocan cambios en la vida cotidiana de los personajes: el matrimonio "perfecto" que se derrumba, un hijo atropellado por un automóvil, la infidelidad conyugal, reproches de padres a hijos, una esposa que trabaja como receptora de llamadas en una línea erótica, un policía infiel que recupera el deseo por su mujer...

"No es mi intención, ni era la de Carver, moralizar sobre este tipo de cosas", explicó oportunamente el cineasta, agregando "no creo que el arte deba buscar la razón definitiva del comportamiento de las personas; no la hay". La película, que hasta puede considerarse como la novela que nunca escribió Carver, fue una de las más premiadas durante el año de su estreno (obtuvo el León de Oro en el Festival de Venecia, entre otras distinciones), incluso los veintidós actores principales obtuvieron un premio a la mejor interpretación además de ser nominada al Oscar en el rubro mejor director, y logró reunir una pléyade de notables figuras como Jack Lemmon, Tom Waits, Julianne Moore, Andie Mac Dowell, Matthew Modine, entre otros.

DEL RAY MALO A UN HOMBRE FELIZ

Después de diecisiete años de la muerte de Carver, su mujer, la poeta Tess Gallagher escribió un relato en el que retrata la relación entre ambos, que está incluido en el libro "Carver y yo" que apareció en España en el 2001. A continuación presentamos un fragmento.

"Ray me dijo una vez, hablando de la época anterior a nuestro encuentro, que nunca había tenido tiempo para caer en una depresión. La 'voluntad de hierro' a la que se refiere en uno de sus poemas es necesaria para la creación y quizá se forje a base de 'no tener más remedio que seguir adelante'.

Ray y yo aprendimos juntos algo más. Aprendimos a seguir adelante con esperanza. Cuando unimos nuestras vidas hace casi once años en El Paso, Texas, empezábamos a recuperarnos tras haber cruzado un desierto de desesperanza. Entre ambos dejábamos atrás algo así como treinta años de fracaso matrimonial. Más tiempo del que tendríamos para reconstruir la confianza. Buscamos juntos un lugar en el que la confianza fuera nuestra segunda naturaleza y prometimos ayudarnos el uno al otro. Solíamos decirnos: 'No me idealices, cariño. No me idealices'. Y puedes creerme, para entonces ya habíamos vivido lo suficiente para saber de qué hablábamos.

Puede que sepas la historia. Ray había dejado el alcohol un año antes de irnos a vivir juntos. Se sentía perdido, tenía miedo de no volver a escribir. Se alejaba literalmente del teléfono cuando sonaba. Había tenido que declarase insolvente un par de veces. Aún recuerdo como alzó los ojos al ver mi tarjeta de crédito.

Ahora me parece que entre los dos logramos que recuperara las ganas de divertirse y algo más, lo necesario para sentir un inmenso placer viendo disfrutar a los demás. Esto no había sido siempre así, desde luego. Tras su muerte he sido la depositaria de todos los recuerdos y las historias que la gente sabía de él. He leído cartas de amigos que le conocieron en el período al que luego se refería como 'Raymond el Malo', época en la que era, como dijo un amigo escritor, 'el hombre más triste que haya conocido nunca'. Veinte años después ambos se volvieron a encontrar y su amigo quedó atónito ante semejante transformación.

Theodore Roethke escribió: 'Las cosas buenas les pasan a los hombres felices', y yo tuve el privilegio de ver cómo Ray se convertía en un hombre feliz".

 

PABLO MONTANARO

 



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