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La promesa de trabajo los embarcó hacia la América | ||
Pedro Jurcich nació en Austria en 1921 y llegó al Alto Valle en 1925. A los 49 años dejó la chacra y desde entonces atiende su propia arenera. |
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pedro José Jurcich nació en 1921 en Austria, cuando parte de este país estaba bajo bandera italiana. Llegó con sus padres, Juan Jurcich y Antonia Gustín, a la Argentina el 17 de octubre de 1923. Su padre era un hombre de campo, pero la guerra cambio su suerte y decidió migrar. "Después de la guerra, Europa había quedado destrozada y el que podía se iba relata su único hijo. Argentina hacía mucha propaganda en el exterior para atraer mano de obra para el campo y mi padre casi toda su vida se había dedicado a la siembra de trigo. Europa había terminado la guerra, pero no se había pacificado. Las revueltas seguían. Terminado el conflicto, mi padre tuvo que ir a trabajar al puerto de Trieste... Encontró trabajo allí y allí fue. El comentario que más se escuchaba era que acá había trabajo de sobra y decidieron embarcarse hacia la América...". Cuando llegaron a Buenos Aires, permanecieron unos días en la Oficina de Inmigración, donde concurrían empresarios, contratistas y latifundistas a ofrecer trabajo. A cada inmigrante le preguntaban qué sabía hacer y luego lo ponían en contacto con algún interesado en la actividad que declaraba. Los Jurcich fueron contratados por un representante de Pedro Luro que buscaba personal para la Estancia Ascasubi. "Allí estuvimos un año, pero ese lugar no fue del agrado de mi padre, quien estaba entusiasmado con hacer fruticultura, especialmente viña. Poco después de llegar a la estancia, mi padre se hizo amigo de un hombre que, finalmente, nos trajo al Alto Valle de Río Negro. El recomendó a mi padre a la bodega de Suaya, que quedaba donde es ahora el barrio Villa Obrera, y entonces era todo viña y frutales. El pueblo de Roca estaba de la vía para el norte, para el sur sólo había chacras. Allí estuvimos un tiempo, hasta que Suaya tuvo un accidente, cerró la empresa y nos mudamos a la chacra 240, que entonces era del señor Garaiso y después del señor Walter Kauffmann. Por ese tiempo, papá empezó a trabajar en la bodega El Trébol, cuando los patrones eran Seratti y Nielsen". Juan Jurcich fue a la chacra 240 como chacarero-contratista, tal como denominaban a los que tenían sueldo y trabajaban la viña por un porcentaje de la cosecha. Allí estuvieron varias décadas, pero en etapas distintas. La primera etapa fue breve, pues Jurcich aceptó otra oferta para trabajar en una chacra en la zona de Cuatro Galpones, donde su hijo Pedro comenzó la escuela (Nº 35). Vivían en el establecimiento Ferrari, donde trabajaban la viña, frutales y sembraban maíz, arvejas, semillas de alfalfa, etc. "Nunca supe si mis padres estu vieron a gusto en esta zona reflexiona Pedro. De eso nunca se hablaba en casa; imagino que sí porque aquí nos quedamos. La idea de mi papá era ahorrar para comprar su chacra, pero no pudo ser porque se enfermó... Era difícil vivir, los sueldos eran precarios, plena crisis del '30 cuyos efectos duraron años. Siguió un tiempo de malaria terrible, no se podía vender la producción o ésta no tenía precio. Algunos optaban por tirarla, otros se vieron obligados a hacerlo... Se luchó mucho porque los años de la producción no eran parejos; había años buenos y otros que uno tenía apenas para comer. Por suerte nosotros teníamos nuestra quinta de verduras y nuestra granja; comida en casa nunca faltó...". En el establecimiento Ferrari estuvieron una temporada, pero la familia decidió volver a vivir cerca del pueblo. "En esa época estar allá no era fácil comenta. No había ninguna movilidad... Con mi mamá veníamos cada 15 días en sulky a comprar cosas al pueblo; la escuela estaba a casi 6 kilómetros, así que mis padres decidieron volver a la chacra 240. Desde allí la escuela (Nº 42) me quedaba sólo a 2 km. La parte de la chacra que trabajaba papá estaba donde ahora están las 500 Viviendas y el Cementerio". Entonces, Pedro Jurcich comenzó allí la segunda etapa en este establecimiento, un tiempo que lo tendrá de protagonista a él. "Esta etapa duró casi 40 años. Trabajé allí con mi padre mientras fui soltero. Desde los 14 años ya trabajé a la par de los adultos. No mucho tiempo después de volver a la chacra, papá enfermó y con los años tuvo que retirarse. Murió cuando yo tenía 19 años. En medio, me fui un tiempo a trabajar en la bodega El Trébol... ¡Vinieron años tan malos!... La uva no valía y decidí trabajar en la fruta durante la temporada. Empecé en los galpones de AFD en Cinco Saltos. Eso fue el año 34 ó 35. Aprendí a embalar, nos daban cursos para aprender. Se ganaba bien...". Por aquellos años de cambios familiares, Pedro conoció a quien es su esposa desde hace 60 años: Celia Pistagnesi. Ella también vivía en la chacra 240, pero de este lado del canal grande (hoy Barrio las Viñas). "Con la cuestión que iba a buscar herramientas, nos conocimos. La chacra era grande y tenía varios chacareros. Celia había perdido a su padre cuando su mamá estaba esperando su décimo hijo y, cuando murió, siguieron trabajando para don Walter. Tenía 25 años cuando me casé. Me prestaron un sulky para hacer los trámites para poder hacerlo. Fui a Allen al Consulado de Italia para hacer mi documento...", recuerda Pedro. Tras la muerte de su padre, en 1940, Pedro lo reemplazó en la chacra 240. Allí estuvo hasta los 48 años. Media vida. Allí vivió con sus padres y allí nacieron y crecieron sus hijos. Con el tiempo, la familia se mudó al pueblo pero él siguió siendo el chacarero de Kauffmann. "Todas las mañanas don Walter pasaba por la chacra, muchas veces se quedaba a desayunar, y nada de cafecito, desayunábamos bifes, huevos fritos y demás, mientras hablábamos de cosas de la chacra. Con él viajábamos seguido a Buenos Aires, a veces íbamos a la cancha, una vez a ver a Independiente él era hincha de ese equipo y otra vez íbamos a ver a mi equipo, Boca. Una relación que duró décadas, pues yo pasé media vida en esa propiedad...", relata Pedro. Pero la chacra no era lo que más le apasionaba a Pedro. Aprendió a manejarla, ahorró, compró su propia tierra, pero un día decidió dejar atrás todo lo aprendido y empezar una nueva actividad. Optó por el cambio total. Una decisión valiente. "En la chacra nacieron y crecieron nuestros hijos: Leonor, Mirta, Juan Carlos, Susana y Silvia, pero allí no había comodidades. Mi mamá vivía con nosotros, cuidaba a los chicos cuando mi mujer trabajaba la huerta. Pero no era fácil para ellas con tantos chicos. En la chacra no teníamos luz, ni baños, ni gas... así que cuando pudimos nos mudamos al pueblo. Esto fue en 1955. Ya había comprado una chacra, la compré recién plantada, pero no tuve suerte. Ese año vino una creciente grande y la inundó, el río creció como dos metros. Y poco después, un 14 de diciembre creo que del 53, vino una helada tremenda y se perdió toda la cosecha. Esa helada histórica quebró a más de un chacarero y dejó débiles a las plantas varios años. No mucho tiempo después decidí dejar la chacra. Tenía 49 años. Había cumplido un ciclo".
LA CANTERA En 1969 Pedro empezó una nueva actividad. De cero. Compró un camión y se dedicó al transporte y venta de arena. "A esa edad empecé de nuevo. Pero me sobraba coraje y fuerza... Tardé en ver el sol, pero aquí estoy, lo vi y ahora lo cuento", afirma con orgullo. Y aquel año, 1969, no fue cualquier año. En ese tiempo, se inició la construcción de la represa del Chocón-Cerros Colorados y allí iría Pedro a darse una nueva oportunidad. "Mientras trabajaba allá me aconsejaron que pusiera una cantera. La verdad es que era un buen momento, con la obra de El Chocón empezó a haber mucha actividad, no solamente en la obra, sino que se construyeron muchas viviendas, especialmente en Neuquén. De modo que seguí trabajando fuerte en esa zona y el 13 de octubre de 1970 abrí una cantera de arena en Gómez. Entonces se trabajaba a pala. Cargábamos camiones a pala, zarandeábamos a pala, durante muchos años fue así. Como parte de pago de mi trabajo en El Chocón, me dieron una máquina, una zarandita, y empecé a reforzar la cantera de Gómez. Me fue bastante bien, multiplicaba los clientes y pude comprarme algunas máquinas para dejar la pala. La arena de esa cantera la vendía especialmente en Neuquén. Hubo inconvenientes con los aluviones, en una oportunidad una de las máquinas quedó completamente tapada de lodo. Pero seguí creciendo, con altos y bajos, pero siempre progresando". En 1986, con casi 20 años de experiencia, Jurcich se mudó a una nueva cantera que aún trabaja, la "Arenera Don Pedro". "Me trasladé a Puente Cero, donde trabajo desde entonces. Cuando llegamos no había nada y hoy tenemos allí la arenera totalmente modernizada, con maquinaria nueva y todos los servicios. En la crisis del 2001 tuvimos miedo porque habíamos sacado un crédito para comprar una máquina y de un día para otro debía tres veces más y lo peor de todo era que no había trabajo. Un parate tremendo. Luego la cosa fue mejorando y el 2005 fue el mejor año que tuve en todos mis años en esta actividad: terminamos con las deudas y compramos otra maquinaria nueva...". En tanto, la familia se multiplicó. Los hijos se casaron, llegaron sus 15 nietos y sus 11 bisnietos. "En el año 1946 recuerda Pedro yo era sólo, ahora cada celebración somos 45... Mis hijos me acompañaron siempre y me fortalecieron con los años. Siempre colaboraron en la empresa familiar y ése es uno de los secretos, su apoyo y el de mi esposa, a quien agradezco especialmente por haberme acompañado en estos 60 años. A ella todo mi agradecimiento... y claro también a todos mis clientes, que son muchos, pues ellos me tuvieron confianza todo este tiempo. Tengo clientes y empleados de toda la vida, desde que empecé, y les estoy muy agradecido...", afirma Pedro con emoción. SUSANA YAPPERT
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