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Luces y sombras en las aulas del socialismo

Cuba acaba de ser anfitriona del XII Congreso Internacional de Pedagogía "Encuentro por la unidad de los educadores", celebrado en el Palacio de Convenciones de La Habana. El evento congregó a aproximadamente cuatro mil docentes de todo el mundo, entre ellos novecientos sesenta y cinco venezolanos subsidiados en virtud de los acuerdos de cooperación bilateral entre los gobiernos de Chávez y Castro. El encuentro, dotado de veinte simposios paralelos, resaltó la importancia del acceso a la educación y a ésta como derecho irrenunciable del pueblo.

Como es de imaginar, en Cuba todas las escuelas son públicas. El primario y el secundario abarcan en conjunto doce años de formación, a razón de seis años por nivel. El horario escolar es de 8 a 12:30 y de 14 a 16:30 y las clases se dictan sin interrupción de septiembre a junio. El inglés y el ajedrez son obligatorios y tanto el uniforme (pantalón o pollera pantalón de color, según el nivel, y camisa) como el refrigerio son provistos por el Estado.

Todos estos datos son estrictamente ciertos y constituyen fortalezas del sistema educativo cubano. Mas una recorrida espontánea por las calles y establecimientos educativos capitalinos permite arribar a conclusiones más certeras.

El cubano se ufana del conocimiento de la propia historia de su país y respeta con patriotismo y hasta con veneración a sus héroes nacionales.

El pasado 27 de enero, con motivo de la conmemoración del 158º natalicio de José Martí, se ofició un acto en el Parque Central de La Habana con decenas de miles de jóvenes universitarios que participaron en la marcha de antorchas. Al día siguiente alumnos primarios y secundarios desfilaron a paso militar, repitiendo a grito pelado frases del prócer, y juraron con ímpetu ser "como el Che".

Se percibe en la ciudadanía a personas tan educadas como necesitadas. Gran parte de la población ha recibido instrucción terciaria o universitaria. La Habana, a pesar de ser una ciudad oscura -por las restricciones de gastos- y densamente poblada, registra un bajísimo índice delictual. Ello en virtud no sólo de la educación del pueblo sino en razón de una política de protección al turista -principal fuente de recursos de la isla-, leyes estrictas y control policial.

Pero no todas son luces en el firmamento educativo isleño. A poco de bucear por fuera de la propaganda oficial se observan condiciones edilicias deplorables en muchas de las escuelas primarias y secundarias del casco viejo.

El ingreso de un directivo docente con treinta años de antigüedad equivale a setecientos cuarenta pesos cubanos (unos 35 dólares), extremo que desalienta la elección de carreras pedagógicas.

La imposibilidad -por inexistencia de mercado- de muchos profesionales para insertarse en la carrera para la que se han formado es otro talón de Aquiles del modelo. Así, se observa en zonas turísticas a ingenieros mecánicos trabajando de bármanes, a ingenieras en sistemas de mozas, a licenciados en idiomas de guías y a abogadas atendiendo el escritorio de una agencia de turismo.

La respuesta reiterada a la hora de la consulta fue: "El sueldo más las propinas resulta más redituable y tenemos menos responsabilidades".

Mas el secreto a voces de buena parte de la cubanidad, sólo admitido en cierto ámbito de intimidad, es aquel que confiesa y al mismo tiempo denuncia con inusual crudeza: "Aquí te enseñan a pensar para luego no poder hacerlo".

 

RICARDO ANGRIMAN

(*) Abogado y profesor nacional de Educación Física marceloangriman@ciudad.com.ar



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