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Rumbo al codo de los 7.000 millones | ||
Según previsiones de organizaciones especializadas este año el planeta soportará esta cantidad de habitantes, que llegarían a 9.000 millones en el 2045. El crecimiento plantea serios desafíos en términos de producción y distribución de alimentos, control de la natalidad, migraciones y cuidado del medioambiente. | ||
"Gente, gente, gente", reflexionó Paul Ehrlich en un libro que, publicado en 1968, sigue fogoneando polémicas: "La bomba de la población". "Hace tiempo -confiesa Ehrlich en ese trabajo- asimilé intelectualmente el problema de la explosión poblacional, pero lo entendí emocionalmente hace un par de años, una noche calurosa y hedionda en Nueva Delhi... la temperatura era de casi 40 grados y en el aire flotaba una neblina de polvo y humo. Las calles hervían de gente. Gente que comía, lavaba, dormía. Gente que metía las manos por la ventana del taxi para pedir limosna. Gente que defecaba, orinaba. Gente colgada de los autobuses. Gente que conducía ganado... gente, gente, gente...". Cuarenta y tres años después de aquella mezcla de asombro y fastidio que embargó a Ehrlich en su paseo por Nueva Delhi, "National Geographic" sentencia: "Este año alcanzaremos el hito de 7.000 millones de individuos y se calcula que la población global ascenderá a 9.000 millones en el 2045". Luego la revista desliza un dato: "India tenía unos 500 millones de habitantes en 1966, cuando Paul Ehrlich hizo su recorrida en taxi, pero la población actual es de 1.200 millones".Se necesitaron unos 35.000 años para que el planeta tuviera mil millones de seres humanos pero bastaron sólo dos centurias para multiplicar esa cifra por siete. Gente, gente, gente... 1.000 millones en el 1800, 2.000 en 1930, 3.000 en 1960, 4.000 en el 1974, 5.000 en 1987, 6.000 en 1999, 7.000 ahora, 8.000 en el 2024, 9.000 en el 2045... Gente, gente, gente... Más, más, más, a pesar de la menguante tasa de natalidad en amplios espacios del planeta. Pero no en los países y regiones más pobres de esa geografía. Otros estudios, como el realizado en el 2009 por el Instituto Internacional de Sistemas de Análisis Aplicados (Iiasa) de Laxenburg, en Viena, estiman que los pobladores del planeta alcanzarán su cifra máxima de este siglo en el 2075 para descender hasta situarse en 8.400 millones para el 2100, producto no sólo de un mayor control de la natalidad sino de la acción de epidemias como la del sida, especialmente en África, y otras catástrofes. La pregunta se impone: ¿cuánta carga humana puede tolerar el planeta sin que se erosionen sin retorno los recursos para defender la vida? Nadie tiene una respuesta que, desde aval científico, deshaga miedos. Incertidumbre. Una cuestión sí es cierta en esta materia: el futuro ya no es lo que era. -Admitir que la incertidumbre se nos instaló como compañera definitiva es en alguna medida un salto hacia la mayoría de edad... es el fin de ciertas inocencias -ironiza el argentino José Pablo Feinmann. Y en "La filosofía y el barro de la historia", de la mano de Hegel, calibra los alcances de la inocencia. "Es la plena afirmación de lo estático, de lo que es y solamente es". Pero lo estático un día deja de ser. Y recuerda "National Geographic: "Desde hace siglos, los pesimistas poblacionales (N. de R.: o sea aquellos que creen que el crecimiento poblacional terminará con la especie) han hecho advertencias apocalípticas a los optimistas congénitos, quienes tienen la firme confianza en que la humanidad siempre encontrará los medios para superar la adversidad y mejorar su destino. Hasta ahora la historia ha favorecido a los optimistas, mas la historia no es una directriz infalible para el futuro. Tampoco la ciencia, ya que no podemos vaticinar el resultado debido a que los factores -cuántas personas habrá y cómo viviremos- dependen de decisiones que vamos a tomar y de las ideas que están por surgir". -Pero si no nos apuramos, las relaciones entre quienes habiten el mundo del futuro estarán definidas por los estigmas... por bolsones de millones de seres hundidos en grados de marginalidad cuya naturaleza hoy no podemos imaginar... será un mundo con millones dentro de guetos y el resto de la humanidad que los ha olvidado -dice Loic Wacquant en Buenos Aires. "Será un mundo de descalificación lateral y de distanciamiento mutuo", escribe.
Vidas superfluas
Este pesimismo también es compartido por el talentoso Zygmunt Bauman, que asume la modernidad en términos de fábricas de parias. En "Vidas desperdiciadas" habla de las "vidas superfluas". ¿Qué alcance tiene esta definición? Sigamos a Bauman: * "Ser superfluo es ser supernumerario, innecesario, carente de uso, sean cuales fueren las necesidades y los usos que establecen en patrón de utilidad e indispensabilidad. Los otros no te necesitan: pueden arreglárselas igual de bien, si no mejor, sin ti. No existe razón palmaria para tu presencia ni obvia justificación para tu reivindicación del derecho a seguir ahí". * "Que te declaren superfluo significa haber sido desechado por ser desechable, cual botellas de plástico vacías y no retornable o jeringuilla usada: una mercancía poco atractiva sin compradores o un producto inferior o manchado, carente de utilidad, retirado de la cadena de montaje por inspectores de calidad". * "´Superfluidad´ comparte su espacio semántico con ´personas o cosas rechazadas´, ´derroche´, ´basura´, ´desperdicios´: con residuo. El destino de los desempleados, del ´ejército de reserva del trabajo´, era el de ser reclamados de nuevo para el servicio activo. El destino de los residuos es el basurero, el vertedero". * "Con frecuencia, en realidad de manera rutinaria, de la gente tildada de ´superflua´ se habla como de un problema esencialmente financiero. Ha de ser ´provista´, es decir, alimentada, calzada y cobijada. No sobreviviría por sí misma, carece de ´medios de subsistencia´, sobresubsistencia biológica, lo contrario de muerte por desnutrición o frío. La respuesta a la superfluidad es tan financiera como la definición del problema: limosnas provistas, legisladas, avaladas o promovidas por el Estado y variables en función de la investigación de los recursos económicos en cada caso, designados con un abanico de eufemismos: subsidios de asistencia social, deducciones tributarias, desgravaciones, subvenciones. Quienes se muestran poco comprensivos hacia una respuesta de este tenor tienden a rebatirla en términos análogamente financieros encabezados por un ´¿podemos permitirlo?´, apelando a la ´carga financiera´ que todas esas medidas imponen a los contribuyentes". En fin, quizá siga vigente el apocalíptico mensaje que hace más de dos siglos descargara Thomas Malthus sobre los problemas que desplegará el crecimiento descontrolado de la población. Pero, como lo señala "National Geographic", también está vigente una reflexión de aquel reverendo: "Las situaciones extraordinarias suelen dar origen a intelectos adecuados para contender con las dificultades que encuentran". Claro, hoy, gente, gente, gente...
CARLOS TORRENGO |
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