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¡Esos cordones?!

- Cada vez que se reflexiona sobre el asesinato de Aramburu, de los segundos que mediaron antes de su asesinato...

- Ejecución, para sus asesinos...

- Así es... pero salta ese pedido que él les hace: ´Átenme los cordones´. ¿Cómo reflexionar el significado de ese pedido?

- Imposible reflexionarlo desde otro lugar que no sea reconocer, en ese hecho, una inmensa cuota de dignidad por parte de Aramburu. Y Firmenich se agacha y le ata los cordones. Luego los balazos que dispara Fernando Abal Medina. El hijo de Aramburu, Eugenio, dice que lo confesado por Firmenich y Norma Arrostito en la revista "La causa peronista", donde relatan el asesinato, coloca a los terroristas en situación de inferioridad moral en relación con su padre...

Cabe señalar que, respecto de este tema, Rosendo Fraga y Rodolfo Pandolfi recuerdan en su biografía la presencia, hacia finales de los 90, en el programa por televisión de Bernardo Neustadt, de los ex dirigentes de Montoneros Fernando Abal Medina y Roberto Perdía, y del que participara también, en distinto momento, Eugenio Aramburu (N. de R.: En ese programa, Perdía le tendió su mano derecha a Aramburu hijo, que rechazó el saludo). En ese programa se habló de los momentos finales de Aramburu.

El libro recoge luego la opinión vertida días después a la revista "Tres Puntos" -5 de agosto del ´98- por un ex integrante de Montoneros: el periodista Horacio Verbitsky: "Esos montoneros (Vaca Narvaja-Perdía) habían sido mis compañeros de militancia y, por decirlo en términos de entonces, ese hombre era el hijo del enemigo. Y la verdad es que hubo una diferencia abismal de integridad, de dignidad y de inteligencia a favor de Aramburu. Voy a decirle algo más. A mí me impresionó profundamente el episodio del asesinato de Aramburu". (N de R: Aquí Verbitsky se refiere a la nota de agosto de 1974 en la que Firmenich y Arrostito se refieren en "La causa peronista" a cómo fue asesinado Aramburu). Me impresionó el relato de la escena de su último deseo. Cuando se lo preguntaron, Aramburu expresó el deseo de que le ataran los cordones. Firmenich se agachó y se los ató sin darse cuenta de lo que estaba ocurriendo. Creo que hay en esa escena una metáfora espantosa que me persigue desde hace muchos años. Me parece que es la mejor presentación del error trágico que significó el rumbo que posteriormente tomó la organización Montoneros.

- ¿Por qué cree que gente sensible e inteligente se dejó dar órdenes por ese atador de cordones? (le pregunta la revista a Verbitsky)

- Ésa es una de las perplejidades más grandes de mi vida. ¿Cómo puede ser que gente de ese nivel intelectual y moral pudiese ser reconocida por nosotros como conducción? La única explicación que tengo es la clandestinidad. La clandestinidad diluía las aristas personales. Uno se relacionaba con la organización, no con Firmenich, Perdía o Vaca Narvaja. La conducción se expresaba a través de documentos, no de gestos.



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