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"Quiso legalizar el peronismo"
La historia vuelve a mirar sobre una figura polémica: Pedro Eugenio Aramburu. General, presidente de facto en nombre de la Libertadora y figura comprometida con la vida nacional tras dejar el poder. Asesinado por Montoneros en 1970, el interés de la historia se renueva a partir de la necesidad de estudiar su protagonismo, sin caer en los extremos con que se lo abordó hasta no hace mucho. Hay en desarrollo al menos seis investigaciones sobre él. Tiempo atrás, Editorial Vergara publicó "Aramburu. Una biografía", del politólogo Rosendo Fraga y el periodista Rodolfo Pandolfi. La primera biografía sobre aquel ex presidente que, vía interesantes reflexiones, analiza el intenso tramo de la historia del país que se abrió a partir del surgimiento del peronismo, su derrocamiento en el ´55 y su retorno a la lucha por el poder. La que sigue es la entrevista a Pandolfi.

- La historia dice que usted fue uno de los periodistas argentinos que mantuvieron mucho diálogo con el Aramburu ya ex presidente. ¿Cómo fue ese vínculo?

- Sincero. Era un hombre sereno, hablaba con gran economía de palabras. Se reía muy poco. Escuchaba mucho. El tema siempre era la política, el país. Me invitaba a tomar café a su casa, Montevideo 1.053, casi esquina Santa Fe? ahí donde lo secuestraron. Salíamos a caminar.

- ¿Sin custodia?

- Sí. En esa materia, el que estaba fuertemente custodiado por un grupo de la Armada era el almirante Rojas, que vivía en Austria también a metros de Santa Fe. Aramburu no, a lo sumo un policía dando vueltas por ahí. Es más -y lo decimos en el libro-, semanas antes de que lo secuestraran, me llamó para conversar. Lo fui a ver a la mañana siguiente. Nadie en el largo hall de entrada al edificio. Subí y encontré la puerta abierta del departamento. Golpeé y lo vi envuelto en una toalla cruzar del baño a su habitación. Me dijo que pasara? se cambió y vino el café. Había un nietito en un moisés. Valga la paradoja: Aramburu siempre se sentaba de espaldas a una ventana que daba a la calle, donde en la vereda de enfrente estaba el inmenso Colegio Champagnat, desde cuya biblioteca, durante semanas, los Mon-toneros siguieron sus movimientos para luego secuestrarlo.

- ¿Cuándo lo vio por última vez?

- Tres o cuatro días antes de que lo secuestraran.

- ¿Cómo lo define desde lo intelectual?

- No era inteligente, su pensamiento se forjaba en sentido común, en lo práctico, abierto... le gustaba escuchar, aprender. No era anticomunista, sí muy antifascista. Y, como buen vasco, despreciaba a Franco a punto tal..., bueno, lo contamos en el libro, impidió mítines de franquistas vernáculos.

- En el libro de ustedes, Aramburu no emerge como antiperonista furioso. Y éste es uno de los temas por los cuales la historia vuelve a Aramburu. ¿Qué le decía él sobre el peronismo?

- Era un tema central de nuestras conversaciones. A él le disgustaban formas y estilos de ejercicio del poder por parte del peronismo. Pero fue uno de los pocos mandos militares de la Libertadora que -ya en el poder- advierte que están cometiendo lo que nosotros en el libro definimos como "error inicial": subvalorar el aspecto cuantitativo del respaldo de un sector importante de la población al régimen peronista.

- En otros términos, lo de José Luis Romero: Si los que no somos peronistas creemos que el peronismo se olvidará de Perón, estamos desequilibrados ¿Eso percibe Aramburu?

- En esa línea. Detectar ese "error inicial" tenía mucho valor en el marco de la Libertadora, donde imperaba fuerte la tendencia a podar el peronismo. Pero en ese marco, con ese pensamiento, él estaba muy solo. Sentía que la proscripción del peronismo, con todo lo que implicó en violación a derechos, persecuciones, cárcel, etc., era un callejón sin salida. Presidía una Argentina partida en dos: peronismo-antiperonismo. Se miraban a cara de perro. Odio. Rojas, por caso -como lo señalamos en el libro-, estaba empecinado en mantener muy viva la llama del peronismo. Lo colocaba como enemigo extranjero. Rojas asumía el liderazgo de todos los prejuicios sobre los inmigrantes del interior del país que llegaban a Buenos Aires, al gran Buenos Aires, y que eran peronistas.

- ¿Racismo?

- Por lo menos rechazo social... Nosotros decimos que mucho del antiperonismo quería que, a lo sumo, el peronismo fuera una suave socialdemocracia, a la que definimos como "escandinava, culta, prolija". Utopía. El peronismo real no tenía nada de eso. Era agrio, duro, autoritario, nada elegante a la hora de disputar poder, de ejercerlo... Es decir: peronismo en estado natural.

- Usted me dice que en todo ese mundo de unos y otros, Aramburu estaba solo. Sin embargo del libro se extrae que Carlos Alconada Aramburu, ministro del Interior de la Libertadora, era su mano derecha, pensaba como él en relación con el peronismo. ¿Es así?

- Es así. Eran muy compinches, digamos. Ambos perciben, como lo señalamos en el libro, que el peronismo no se iba a disolver como un terrón de azúcar en el café. Esa coincidencia los llevó -ya en el ´57- a forjar un decreto vía el cual se levantaba la proscripción del peronismo. Cuando Alconada se lo llevó a Aramburu para que lo firmara, se le cruzó un marino. No lo quería dejar entrar. Lo cierto es que Rojas, dejando de lado a Teodoro Hartung, ministro de Marina y quien estaba dispuesto a reflexionar el tema, se opuso. Y detrás suyo la Armada. Finalmente, el decreto no salió. Aramburu evaluó en ese momento seguir gobernando sin la Marina.

- ¿Por qué no lo hizo?

- Para no echar más leña al fuego.

- En las memorias de varios de los mandos navales de la Libertadora -las de Rojas, las del almirante Jorge Perrén-, Aramburu y el Ejército de la Libertadora son criticados por mil razones, todas vinculadas con decisiones de gobierno. Usted y Fraga dicen que la relación entre Rojas y Aramburu fue dura. ¿Cómo lo define a Rojas?

- Era muy vanidoso, personalidad tortuosa... hombre de odios. En el marco del gobierno, tenía a su favor que la Armada había actuado muy cohesionada durante la Libertadora y lo seguía estando. Nosotros la identificamos como el "ala más aguerrida de la Libertadora"...

- Muy sugestivo el antiperonismo de Rojas. Llegó a contraalmirante con Perón, era director de la Escuela Naval cuando el bombardeo de Plaza de Mayo y no movió un dedo en el marco de esa conspiración. Bueno, Aramburu llegó a general con Perón...

- Sí, pero jamás le dieron mando de tropas. Siempre lo destinaron a cargos burocráticos: sanidad, la Escuela de Guerra, la Escuela de Gendarmería, etc. Era un oficial sospechado por el peronismo. En cuanto a Rojas, jamás había insinuado estar muy en desacuerdo con el peronismo... Pero mire, las diferencias de Aramburu con Rojas venían de cuando los dos compartieron la agregaduría militar en Brasil. Mientras Aramburu se relacionaba con militares brasileños, visitaba unidades, Rojas odiaba a Brasil...

- Murió rabioso por el Acuerdo Tripartito con el cual Argentina, Brasil y Paraguay -muchos años después, durante la última dictadura- acordaron cómo manejar cuencas hídricas, acuerdo que por el lado argentino manejó Oscar Camilión...

- A Rojas tampoco le gustó el acuerdo con Chile por el Beagle.

- Pero con uno y otro están los fusilamientos de junio del ´56. La masacre de José León Suárez. ¿Cómo reflexionaba aquella sangre el Aramburu que usted trató?

- Como lo que fue: una tragedia. Nunca deslindó su responsabilidad de comando en el tema... Como decimos en el libro, fue culpable directo del fusilamiento del general Valle, pero tuvo la responsabilidad sobre el conjunto de las muertes...

- ¿Lo de León Suárez no fue un asesinato?

- Por supuesto. Se fusiló gente antes de que se dictara la ley Marcial y fue por decisión de Rojas, ya que Aramburu estaba en Rosario. Es cierto que el gobierno sabía que había un movimiento en marcha, incluso el día anterior al estallido detuvo a varias docenas de dirigentes sindicales... En realidad él creía que se podía estar marchando a una guerra civil. Decidió desde ahí, desde la necesidad de disciplinar el Ejército, donde aún había mucho peronismo...

- El episodio de la prácticamente adolescente hija de Valle, en la puerta de Olivos pidiendo por la vida de su padre, cuando ya se había dejado de fusilar, y la guardia le dijo que Aramburu dormía la siesta, ¿cómo lo reflexiona?

- Es cruel y se encuadra en eso que Aramburu le dijo a su hijo: "Cuando en el campo militar se toman decisiones duras, hay que mantenerlas".

- Recuerdo una tapa de "Periscopio" de -creo- diciembre del ´69. Aparecía Aramburu diciendo: "Si me lo piden..." O sea, si le pedían que se hiciese cargo de reemplazar a Onganía y buscar una salida hacia la democracia plena ¿Aramburu habló de ese tema con usted?

- No. Pero para esa época, el tiempo de Onganía estaba bajo descuento. Su proyecto con mucho de corporativismo se había hecho añicos en el Cordobazo. Y estoy convencido de que Aramburu iba a liderar la transición del sistema político hacia la democracia, cosa que no deseaba una gran parte del poder...

- ¿Quiénes?

- La derecha en sus diversas vertientes, a la que no le interesaba un proyecto de esa naturaleza. Ahí estaban incluso los juramentados ante la tumba de Lonardi: los Imaz, Miori Pereyra, que odiaban a Aramburu. También sectores de la Iglesia Católica, temerosos de la eventual apertura política. Por eso el asesinato de Aramburu, por parte de los Montos, fue funcional a todo ese espacio.

- ¿Fueron los Montos a secas o ellos y un sector del aparato de Estado del onganiato?

- Ellos, lo demás hay que probarlo.

- Días después del secuestro, usted se encontró con un joven nacionalista que tuvo proyección nacional en poco tiempo más. Él le preguntó sobre quién hizo el secuestro. Usted le respondió: "Ustedes". No porque ese joven estuviera implicado, sino por la vertiente ideológica a la que pertenecía. ¿Ese joven era Juan Manuel Abal Medina?

- Dejémoslo ahí...

 

Un periodista de gran formación

Rodolfo Pandolfi pertenece a una de las generaciones de periodistas de mayor formación intelectual que tiene la Argentina y que han cruzado con holgura los 70 años. Fue analista político, entre otros medios escritos, en "Primera Plana", "Clarín", "El Mundo", "El Economista", "Cronista Comercial", "Confirmado", "Búsqueda" (Revista uruguaya, quizá por más de 20 años una de las más creativas en Latinoamérica en el campo de la cultura y la política). Es autor de "Frondizi por sí mismo", "Balbín, un caudillo, un ideal"; "Azules y colorados", "Alfonsín" y "La Capital Congelada". Colaboró, además, en la redacción de discursos y documentos durante los gobiernos de Alejandro Lanusse y Raúl Alfonsín.
 

CARLOS TORRENGO

carlostorrengo@hotmail.com



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