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Los sonidos del interior
El armoniquista cordobés Fabricio González acaba de grabar su primer disco solista. Antes, .tocó con León Gieco, Iván Noble, Javier Calamaro y Abel Pintos. Un talento.

Eduardo Rouillet

Cantautor, armoniquista y guitarrista zurdo, nativo de Villa María, Córdoba, comenzó a tocar la armónica en su adolescencia, como autodidacta. Con veinte años, bajó a Buenos Aires para ampliar su formación musical y su habilidad para ejecutar la armónica cromática y diatónica y desarrollar diferentes estilos: folclore, tango, jazz, pop, blues, country y rock.

A lo largo de su carrera compartió escenario y discos con Alejandro Lerner, Javier Calamaro, Divididos, Miguel Botafogo, Pappo, Juanse (Ratones Paranoicos), JAF, Iván Noble, Las Blacanblus, Memphis La Blusera, Abel Pintos, León Gieco, Bruce Ewan, Deacon Jones, Carey Bell, Holland Smith y Norton Buffalo, entre otros.

Junto a su banda Mr. Mojo, formada en el 96, realizó actuaciones en Mendoza, San Luis, Santa Fe, Rosario, Córdoba, Santiago del Estero y Buenos Aires. En el 2000 hicieron una gira por Dallas, Nueva Orleans, Memphis, Greenville, Nashville y Miami y por Colombia en 2006/2007.

En diciembre del 2006, Fabricio Rodríguez, de 32 años, fue invitado por León para abrir sus seis funciones en el Ópera presentando "15 años de mí". En el 2008 realizó un tour promocional por Miami, ciudad que en el 2009 visitó junto a Javier Calamaro. En enero del año pasado entró a grabar en el estudio El Pie las quince canciones de "El mundo de los silencios" con la participación de Abel Pintos, Alejandro Lerner, Andrés Jiménez y Javier Calamaro. Es su primer trabajo solista, acompañado por la banda Mr. Mojo.

"Yo soy un zurdo raro, porque toco guitarras o mandolina con la izquierda pero escribo con la derecha. La principal dificultad del que quiere ser músico y avanzar en ello es ser del interior. Con el tiempo descubrí que para vivir de la música necesariamente hay que estar acá", dice. La entrevista con Río "Negro" se desarrolla en Samsung Studio, en San Telmo, a media cuadra de la avenida Belgrano, donde Fabricio presentó su compacto en vivo. "Tuve que dejar muchas cosas: familia, amigos... se hace duro encontrar un mundo bien diferente", explica.

"Vengo de una ciudad de 80, 90.000 habitantes en la que nos conocemos todos. En Buenos Aires sos uno más tratando de ocupar un lugar, un espacio para tocar, para que los medios te consideren. Yo muevo tanta gente sobre el escenario que tengo la necesidad de que semejante producción sea captada por la mayor cantidad de gente posible. Y eso es difícil porque somos muchos peleando por el mismo lugar. Hay que ser muy paciente, perseverante, y trabajar duro. Todo, en algún momento, llega...

-¿Es éste el momento?

-Me largo como solista porque necesito experimentar con los sonidos de la banda, tocar menos la armónica, jugar con diversos timbres, componer una polca, cantar con Abel Pintos y Alejandro Lerner, Javier Calamaro y Andrés Jiménez. Miro a mi alrededor y veo la cantidad de personas que se movilizan en este proyecto, no me fijo si estoy sonando en la radio de moda. El éxito es haberme rodeado de la gente que me acompaña, está en la construcción. Disfrutar el proceso es algo que hasta este momento no hice.

-Has acompañado a muchos músicos en un segundo plano y ahora estás al frente de un grupo propio...

-Tengo la suerte de que, además de ser solista, cuento con compañeros con los que toco hace mucho; con Mr. Mojo lo vengo haciendo desde hace diez años. Tocar con tantos colegas, conocidos y no tanto, me ha abierto muchas puertas. También la armónica ha colaborado en ello. León me conoce y se copa conmigo cuando me escucha tocarla. Pensar que toda la data que saqué para aprender armónica es de temas suyos como "Cuando me muera, quiero". Esa canción la escucho en el 70 y pico y digo: ´¡Esto es lo que yo quiero hacer!´. Con Lerner éramos vecinos y quería tocar armónica cromática. Estudiábamos juntos porque yo también aprendía con él. Y terminamos saliendo de gira juntos. Yo siempre digo que en la vida no hay que hablar tanto de uno, hay que escuchar al otro. Me encanta rodearme de gente con la que pueda aprender. Está bueno tener los pies sobre la tierra y decir "No la sabemos toda". Lo interesante de la vida es ir por el camino del aprendizaje.

-Estar en el centro y delante de la banda, ¿cómo te sienta?

-No me modifica mucho, porque la decisión de salir como solista nació un poco de mis compañeros. Ellos me dijeron que era mi momento, "¡Hacelo ahora, nosotros estamos atrás tuyo!". Cuando hay que armar la lista de temas los consulto. No me considero un solista autoritario, por ende no me genera mucho peso. La única diferencia es que salió un disco de Fabricio Rodríguez y Mr. Mojo. Es un proceso que ahora estoy empezando a disfrutar, una acumulación de trabajos, de momentos importantes, como tocar con Abel (Pintos) en el Ópera. Hace años venía con mi mamá a Buenos Aires y le decía que quería tocar en la calle Corrientes... el año pasado hice doblete con Abelito y con Iván Noble, enfrente, en el Gran Rex. Y yo no me daba cuenta de lo que significaba. Me amargaba porque con la banda metíamos cincuenta personas en un bar. Hoy disfruto eso de asimilar errores y aciertos, absorbo energía de gente como Javier, Ale (Lerner), Juan (Lebek), mi mánager, mi amigo. No sé cambiar una bombita de luz en mi casa, estuve una semana con una pieza a oscuras de vago nomás. En cambio, la música me gusta. Lo que me mantiene expectante en la vida es que tengo mucho para aprender, y no sólo en lo musical.



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