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...y llega Dilma | ||
Ungida su sucesora por el popular presidente brasileño, deberá consolidar los grandes avances sociales con un estilo diferente. Y tiene otro desafío: acumular poder en una estructura partidaria difícil. | ||
Los finales de los 60 la encontraron militando pistola en mano en el ala militar de la Vanguardia Armada Revolucionaria Palmares (VAR). Tenía algo más de 20 años. Estudiaba Economía y había nacido en cuna de padres de izquierda. Cuando llegó el 70 ya sabía de pasar a la clandestinidad. Cambiar de domicilio todos los días. Esconder armas. Sabía de ver caer a compañeros y de cómo los destrozaban vía tortura en las mazmorras de la dictadura militar liderada en aquel tiempo por el duro general Garrastazu Médici. Y sentía cómo la buscaba el régimen. Junto con María Celeste Martins, su asesora de hoy pero su amiga de militancia de siempre, tenían claro todo lo que les sucedería si las cazaban. La cazaron a ella, en enero del 70. Fue en San Pablo. Estuvo 70 días en un centro de torturas, quizá bajo la picana y el submarino que tanto excitaba a Sergio Fleury, un asesino de la Policía Federal brasileña que tejió a sangre y muerte una historia densa en la represión a disidentes durante aquella dictadura. Estuvo tres años presa. Una foto la muestra: detenida 3.023. Ahora, el 1º de enero, Dilma Vana Rousseff, economista de profesión, miembro del Partido de los Trabajadores en política, asumirá la presidencia de Brasil. -Sin enojos, sin rencores. Con las ideas de siempre: luchar contra la indigencia, que es la más honorable de las luchas cuando se está en política, es luchar por un mejor Brasil -dijo la noche en que ganó la segunda vuelta. Huelga a esta nota detenernos en lo que es Brasil hoy en términos de mudanzas y de proyección de poder a escala internacional. Sólo dos reflexiones: * Tras ocho años de gestión de Luiz Inácio Lula da Silva, Brasil modificó sustancialmente el perfil de su sociedad, signado por décadas por la postración para millones de seres debido a la iniquidad que determinó la distribución de la renta y el escaso interés que puso mucho de la política por superar ese cuadro. * A lo largo de ese lapso Brasil renovó su pacto con su legendaria aspiración de proyectar poder en la escena internacional. Lo logró. Y en arreglo a no dejarse engolosinar con ambiciones dictadas por sueños de hegemonía, crece sí su rol de nación con fuerza de decisión muy definida en nuestro continente y gran parte del mundo. Ahora es el turno de Dilma en el timón de este país de casi 200 millones de seres. Lula la marcó como su heredera a la hora de mirar a sus espaldas y optar. Si la política es incluso la búsqueda permanente de la diferencia, ahora con Lula saliendo de Planalto y Dilma llegando, cabe el interrogante: ¿en qué pueden llegar a diferenciarse? -En la actitud -responde el sociólogo argentino Horacio Ricardo Leis, que lleva años viviendo en Brasil, donde ejerce cátedra en la Universidad Federal de Santa Catarina. -Ellos tienen -dice Leis- orígenes muy distintos. Dilma viene de la guerrilla y Lula de los sindicatos. En Lula hay una voluntad para negociar mucho mayor que en Dilma. Ella parece mucho más fuerte, en el sentido de decir "Hay que hacer esto y chau. Y al que no le gusta le corto la cabeza". Pero Dilma tiene que construir poder. Y es en este punto que hay coincidencia entre analistas de la política aunque nadie sepa cómo y cuánto puede lograr en la prosecución de ese objetivo. En general se coincide en que ese camino lo tendrá que recorrer apoyándose en Lula. La otra opción es buscar la orgánica del Partido de los Trabajadores, una estructura a la que Lula, si bien no desdeñó, tampoco se verticalizó. En los pliegues y repliegues de planeta PT hay acumulado cierto enojo con Lula. (Continúa en la página 24)
"El partido quiere una presidenta propia", señaló el fin de semana anterior "O Globo". Con este punto de vista coincide Leis. -El poder de Lula es personal, es transversal a los partidos, él negoció con todo el mundo para construir su poder personal. Pero ahora el PT quiere ocupar el poder por él mismo. Ahí va a haber conflictos, sobre todo con los otros partidos de la alianza gobernante. Cada vez que Roberto Mangabeira Unger escucha hablar de la "traición" de Lula al PT, el rostro y la voz se asumen desde lo agrio. -¿Qué traición? ¡Traición es creer que se puede gobernar con eslóganes! -señaló semanas atrás este ex ministro de Planeamiento de la administración Lula y hoy catedrático en Oxford, donde en un pasado no muy lejano tuvo a Barack Obama como alumno. (Ver recuadro) Un argentino acude a consolidar este punto de vista, el politólogo José Natanson. Autor de un interesante ensayo -"La nueva izquierda"-, ante la pregunta sobre la mentada traición sostiene: * El interrogante puede parecer abstracto, pero viene a cuento de la reacción de intelectuales y políticos que acusan a Lula de haber renegado de sus ideales. En principio, salvo los desinformados o los negadores, nadie debería sorprenderse mucho: en el 2002, en plena campaña electoral, el FMI ofreció un paquete de rescate a Brasil de 30.000 millones de dólares con la condición de que todos los aspirantes a la presidencia -o sea Lula- se comprometieran a aplicar un programa ortodoxo. Y Lula, presionado por la crisis financiera, aceptó firmando. * Pero el giro no debería ser visto como un simple intento de adaptación oportunista sino como el resultado de un largo proceso de aprendizaje, consecuencia de las derrotas presidenciales anteriores y de la experiencia del PT en la gestión de las grandes ciudades, incluyendo San Pablo: una cosa es cantar en los fogones de los foros sociales mundiales y otra muy distinta gobernar megalópolis con enormes problemas y un presupuesto limitado. Las cosas se aprenden de ese modo. Y también de escuchar a la sociedad, que tras diez años de neoliberalismo comenzaba a desencantarse con Fernando Henrique Cardoso pero no estaba dispuesta a tirar por la borda los avances de la modernización y la estabilidad que tanto esfuerzo habían costado. ¿Qué se puede esperar de Dilma como presidenta? Como mínimo, que parta de un aprovechamiento intensivo de todo lo logrado por la administración Lula. -Ése es su capital: llegar a Planalto con una economía organizada, en expansión, y una sociedad que respalda ese capital -dice a este diario el argentino Diego Guelar. Ex miembro de Montoneros y ex embajador en Estados Unidos, la Comunidad Europea y Brasil, se apasiona cuando habla de este país. Para Guelar, Brasil siempre fue gobernado desde consensos básicos, acuerdos por donde debe ir el sistema de decisión. Pero consensos que reconocen dos alcances diferentes. Veamos. * Un tipo de consenso que viene de lejos en la historia. Forjado vía el protagonismo, el acuerdo entre pocos actores: la estructura del poder tradicional, hegemónico, dominante durante décadas. * Un nuevo tipo de organización del consenso. Germinado por la administración, tiene desde lo político fuerte sustento democrático. Y, desde su textura, su base es definidamente la más amplia lograda al menos en medio siglo de la historia de Brasil. Lo que ha mudado, al menos en gran parte, es la razón que alienta la búsqueda de consensos. La mano derecha -ideólogo concretamente- de Lula, Marco Aurelio García, lo explica a este diario en estos términos: -Antes, el poder consensuaba en función de intereses minoritarios, de ésta o aquella rama de la economía, de la política. Ahora se alientan los consensos que tengan la mirada puesta en todo Brasil, no en el Brasil de pocos. Ése es el gran cambio. No hay misterio. Se trata de miradas egoístas, conservadoras, temerosas, por un lado, y de miradas más generosas por el otro -dice Marco Aurelio García. Luego remata: -¡Y Dilma tiene esta mirada! "Dilma tiene el camino desbrozado por Lula. La pista está despejada. Toda teorización compleja y conspiradora sobre lo que hará emerge hoy como improcedente. Estéril", dice la británica "The Economist".
Sin especulación
¿Qué dice ella? -Me causa gracia toda la especulación sobre si voy a seguir el programa de Lula? ¿Cómo voy a desaprovechar todo lo que se hizo y se hizo muy bien para que mediante el gran salto que le inyectamos a la economía hayamos rescatado a alrededor de 22 millones de brasileños de un nivel de miseria y les aseguramos su acceso a bienes básicos de consumo, además de alimentos? Y, por timidez quizá, Dilma soslaya el otro logro social que hereda: la movilización social ascendente que rescató vía la expansión de la economía a más de 30 millones de pobres y los situó en condiciones de clase media. Movilización social inducida por la jerarquización que Lula hizo del aparato de Estado como planificador y el aliento de decisiones combinadas entre el sector público y la actividad privada. "Se habla en Brasil de la "nueva clase C", la nueva clase media baja. Para estar en ese sector hay que tener un ingreso de entre 1.000 y 2.500 reales mensuales. Se puede imaginar a una familia de la nueva clase media con uno o dos sueldos medios, que en Brasil está hoy en 800 dólares; un departamento alquilado, algo de acceso al crédito y, en algunos casos, un auto económico. Ahí están esos 30 millones de seres que antes estaban abajo. Un caso de ascenso social a gran escala", reflexiona Pablo Díaz de Brito, analista del Centro para la Apertura y el Desarrollo de América Latina. Se va Lula, el presidente de los 30 millones. Llega Dilma por más millones...
CARLOS TORRENGO carlostorrengo@hotmail.com |
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