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"Un obispo y militares buscaron matar a Alfonsín"
Julia Constenla ayudó en los 80 a "instalar" en Europa al entonces candidato radical. Su estrecha relación con el presidente se refleja en una interesante biografía.

Junto a Pablo Giussani, quien fue su esposo, Julia Constenla -ambos periodistas- formó parte del grupo de argentinos que, viviendo en Europa, fueron a comienzos de los 80 protagonistas claves en la tarea de ayudar a a Raúl Alfonsín a situarse en el Viejo Continente como el hombre que lideraría el retorno de nuestro país a la democracia.

Nació así una relación intensa entre el matrimonio Giussani y el por entonces sólo un importante dirigente de la UCR que aspiraba a llegar a presidente. Un vínculo que se fortaleció con el inicio de la transición para transformarse en sólida amistad. Ahora, con "Raúl Alfonsín. Biografía no desautorizada" (Vergara), Julia Constenla pasa revista, vía una cálida y reflexiva crónica, sobre aquellos años cuyo recuerdo aún emociona a millones de argentinos. Este diario conversó días pasados con ella.

-¿Cómo hizo para escribir sobre Raúl Alfonsín sustrayéndose de la tensión, de los dictados a veces tan neuróticos con que se suele escribir la historia argentina? Aun admitiendo que reflexionó asumiendo la contradicción, su libro es más sobre lo humano que sobre lo político.

-Hice primar mucho lo humano? Lo mejor que se puede decir de este aporte que es mi libro es eso: prima lo humano, el Alfonsín tal como lo conocí en Roma, a comienzos de los 80, cuando con Argentina bajo la bota militar él jugaba entero a favor de un futuro digno para nuestro país. Mire, en aquel tiempo, cuando uno todavía veía todo negro en materia de Argentina, él llegaba a Europa, se reunía con los argentinos que estábamos allá y nos hablaba con tanta convicción, con tanta seguridad de que la noche comenzaba a terminar? que era admirable. Le ponía fuerza a la historia, a nuestras historias. Una de las dos razones por las cuales escribí esta biografía nació ya con Raúl en los meses finales de su vida. Nació esa tarde, meses antes de la muerte de Raúl, cuando no pudo concurrir al homenaje que en el Luna Park se le rendía a la democracia en un nuevo aniversario del inicio de la transición. Ahí, cuando vi tanto pibe radical que debía conocer toda la entrega que Alfonsín hizo al país, el Raúl que se metió en un comité siendo un pibe, que perdía internas? que siguió y siguió. El Alfonsín de la defensa incaudicable de la vida? Sí, yo escribí este libro para decirles a esos pibes que vale la pena ir a la política, asumirla, militar. En las buenas, en las malas, pero vale la pena.

-¿Otra razón para escribir el libro?

-Quería hacer punta en el campo de la biografía sobre Alfonsín.

-En su libro usted señala que, en esa gira, ya Alfonsín tenía muy en claro que el diferendo con Chile por el Beagle era una tarea a solucionar sí o sí y lo antes posible. Y solucionarlo pacíficamente. Acá, en ese tiempo, no era un tema central de su discurso. ¿Cuán importante fue la presencia de este tema en el discurso de Alfonsín en Europa?

-Muy importante. Tanto en los contactos con la política como con los medios. Y esto se explica porque, a la mala imagen que Argentina tenía en materia de respeto a los derechos humanos, se sumaba la aventura de Malvinas. Pero es cierto también que Alfonsín quería que el tema del Beagle lo solucionaran, respetando el principio bioceánico, los militares antes de abandonar el poder. Recordemos que ya estaba el resultado de la mediación de Juan Pablo II. Sin embargo, la dictadura le dejó ese regalo a la democracia.

-Usted conoce a Alfonsín en Europa. Desde lo ideológico, y cuando esos "opíparos almuerzos y largas cenas" que usted relata y de los que participan Pablo, Germán López, Dante Caputo, ¿qué le confirma qué es Alfonsín desde lo ideológico?

-Un socialdemócrata. Un hombre imbuido plenamente de ese ideario. Tanto que en la gira que hace a comienzos del 83 por Europa se entrevista con todos los líderes de la socialdemocracia europea: François Mitterrand, Felipe González. Nosotros, con Pablo, le armamos los contactos para que en Italia se entrevistara con Sandro Pertini, Bettino Craxi, Enrico Berlinguer, el secretario del PCI que había roto con Moscú mucho antes y era socialdemócrata. Todo el discurso que despliega en esas entrevistas es de pura madera socialdemócrata? y así murió. Él llevó a la UCR a la Internacional Socialista, banderas que hoy levanta también su hijo Ricardo?

-Usted dice que Raúl Alfonsín era católico. ¿Cuánto era su catolicismo?

-Firme, no más. Jamás hizo de la religión un patrón de medida de conducta ética. Sí, era católico, pero no era masón, como sí lo eran algunos de sus ministros, colaboradores y compañeros de lucha en Renovación y Cambio.

-¿Quiénes eran masones?

-Raúl Borras, por ejemplo. Y yo tengo la impresión de que por ciertos perfiles de su formación, de su cultura, Alfredo Concepción también era masón, pero Alfonsín era católico.

-Aunque no es contradictorio con ser masón, aunque él no lo fuera.

-Es más, era un hombre de misa dominical. Incluso asistía con su familia a misa dominical en la capilla que hay en Olivos. Yo digo en el libro que al comienzo del mandato esas misas las daba un capellán castrense, pero?

-¿Complejo para Alfonsín, no? El grueso, sino todos, de los capellanes militares estaba consustanciado con la dictadura, máxime en ese comienzo de la transición?

-Y? lo cierto es que monseñor Jorge Casaretto, que en tanto obispo de San Isidro tenía jurisdicción sobre la capilla de la residencia presidencial, designó para ésta a otro sacerdote: Carlos María Franzini, hoy obispo de Rafaela.

-Ya que hablamos de curas, usted inserta en su libro un dato grave, creo que hasta ahora permaneció muy desconocido, al margen de la historia?

-¿El complot para asesinar a Alfonsín?

-Sí. ¿Usted corroboró que ese complot existió?

-Sí, yo lo corroboré incluso por fuentes eclesiásticas de las que, por supuesto, no le voy a dar datos. Pero corroboré que en una cena en casa del entonces monseñor Ogñenovich, de la que participó éste con algunos militares, se organizó un atentado contra Alfonsín, atentado que finalmente no se plasmó. Pero sí, un obispo y militares buscaron matarlo. Leopoldo Moreau supo incluso, y yo lo pongo en el libro, que fue Rogelio Papagno, peronista, diputado nacional, quien estuvo presente en esa cena y denunció el hecho ante el presidente de la Cámara de Diputados de la Nación, Juan Carlos Pugliese. Ante un pedido de Pugliese, Papagno escribió la denuncia y se la entregó. Leopoldo cree recordar que Ogñenovich estaba en contacto con miembros de la Bonaerense. Y dice que lo escrito por Papagno lo guardó Pugliese en la caja fuerte de la presidencia de la cámara. Cuenta también que, cuan-do él lo reemplazó en esa presidencia, el documento no estaba? Pero yo corroboré ese complot incluso por varias vías.

-¿Tiene información de por qué no se concretó el atentado?

-Porque se filtró la decisión y le llegó al gobierno.

-¿Siente que esta información sorprende, que no se conocía en detalle?

-Sí, el libro tiene incluso información que la propia familia de Raúl Alfonsín desconocía. Pero yo no aspiro, no me desvela la primicia? no tengo por qué andar subrayando: "Aquí hay una primicia". Lo mío es más sencillo: soy una cronista y en el libro vuelco una crónica personal centrada en Raúl Alfonsín. No soy analista de política, como sí lo era Pablo, mi esposo?

-¿Cuándo vio a Alfonsín por última vez ?

-Un mes antes de su muerte?

-¿Qué le critica desde lo político?

-Mire, hoy me interesa lo que supo liderar, aquello de salir de la noche oscura, de tanta tragedia, de decirles a los argentinos "¡Vamos, vamos!"? Sabe, hoy almorcé con pibes de la Juventud Radical. No habían nacido cuando Raúl hizo punta, pero saben, leen, conocen? y uno de ellos dijo, hablando de Alfonsín: "Bueno, con él sabemos que se puede ser la vida, se puede ser la paz"?

 

CARLOS TORRENGO

carlostorrengo@hotmail.com



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