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Skay Beilinson Estación esperanza
Skay y los Seguidores de la Diosa Kali se presentan hoy en Bariloche con su nuevo disco: "¿Dónde vas?". "La vida sin un propósito se vuelve mediocre", dijo él.

Eduardo Rouillet

Hoy a la 22 en Puerto Rock Bariloche, Av. 12 de Octubre 14, Skay y los Seguidores de la Diosa Kali -Mauricio Espíndola en batería, el bajista Claudio Quartero, Javier Lecumberry en teclados y el guitarrista Oscar Reyna- presentan su último compacto: "¿Dónde vas?". Eduardo Beilinson pasó por The Longfellows, viajó a Sudáfrica con sus padres en 1967, desde fines del 68 vivió en el Barrio Latino de París y por participar en revueltas estudiantiles posteriores al Mayo francés fue deportado a Londres. A su esposa, Carmen "La Negra Poli" Castro la conoció en 1969 y con ella y su hermano Guillermo vivieron en comunidad. Fue también miembro fundamental de Diplodocum Red & Brown y de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota.

"De alguna manera podría definirme como un pesimista con esperanza. Creo que estamos en un momento crítico, algo así como a mitad de camino entre la desaparición y la trascendencia. Escuché a alguien diciendo que todos los sueños que tuvimos en los 70 fueron como un ensayo para la gran aventura que tenemos por hacer. La vida sin un propósito se vuelve pobre, mediocre. El gran motor de la humanidad es poder desarrollarnos en las capacidades que intuimos tener. Todos poseemos un bien mayor, posible de desplegar en las mejores condiciones. Es un poco la lucha de lidiar con lo cotidiano, haciendo los espacios donde recrearlas, alimentarlas, comprender que las cosas no se arman por sí solas, requieren trabajo, esfuerzo, sólo factibles si te apasiona lo que hacés. De lo contrario, no sé cómo se sostiene una actividad durante toda una vida. Yo aún tengo esperanza y sigo ligado a aquellos sueños de juventud", dice Skay.

-Sueños y propuestas que tenían consistencia ideológica, una construcción con sentido?

-Sí? Todas las maneras de resolver eso están vinculadas a lo político y con ese campo tengo un gran problema: soy muy descreído, muy desconfiado. Sé que la herramienta para transformar la realidad está vinculada con la política, pero hoy, desgraciadamente, la veo en la lucha por el poder y nada más que el poder. Se hacen más cosas por fuera de ella, vía ONG, pequeños grupos, emprendimientos en los que se avanza más que con las promesas de los políticos. Pensamos que por el sólo hecho de ser joven y advocar a una ideología, a unos sueños, el mundo iba a mejorar y evidentemente no es tan fácil, requiere esfuerzo, trabajo y dedicación. Cada uno en su ámbito, a medida que pueda desarrollarse, encontrando pares con quienes hacer, procurando que la propia vida no sea tan opresora, constituyen pequeños espacios ganados.

-Está claro que la globalización se mete y contamina, disemina el individualismo...

-Es el paradigma de este tiempo. Una de las grandes diferencias de hoy con aquel tiempo es que entonces había una contracultura, un montón de miradas, vivencias, experiencias hermanadas que confluían hacia un fin. Actualmente las cosas están muy atomizadas, desperdigadas y no terminan de conformar un movimiento. Pero cuando cien, muchísimas personas piensan lo mismo, la información trasciende, genera una onda posible de captar por otros. A pesar de los paradigmas actuales basados en el individualismo, a medida que se vayan produciendo transformaciones en pequeños grupos, en más y más gente se producirá un despertar. ¡Quiero creerlo! (Ríe Skay)

-Ahí está el esperanzado? ¿Ahora, cómo funciona este pensamiento? ¿Se canaliza en tu actividad creativa?

-Fundamentalmente trabajando en grupo, en equipo; en la manera que se establece el vínculo con los demás; con respeto, comprensión, contención. Los que tenemos la suerte y la gracia de encontrarnos en la música, desde Poli que es fundamental en todo esto, Rocambole (Ricardo Cohen) u otros amigos con los que compartimos ideas, esperanzas, charlas, informaciones?

-Pero, en algún momento, la cofradía se encuentra con obligaciones económicas?

-En el caso mío y de Poli, somos los últimos que cobramos. A veces las cosas no salen del todo bien económicamente, cuando vamos al interior los costos son muy altos. Bueno, a veces los músicos, los técnicos, los asistentes, ganan más que nosotros. Asumimos el rol de llevar este barco adelante.

-¿Cómo esta ideología encuentra un canal para que otro escuche, lea, perciba?

-Eso en realidad nunca se sabe. Se empieza haciendo por uno. Y la música es compartir, sobre todo la que hacemos nosotros, rocanrol, donde el otro completa la mirada y hasta interactúa. Todos los shows son distintos por más que toquemos los mismos temas. Cómo cada uno de los participantes del evento recicla, lo desconozco. Por fortuna algunos confirman -cuando se acercan a decir gracias o los veo emocionados disfrutando- si hemos logrado un buen nivel expresivo. Eso garpa todo.

-¿Qué te devuelven?

- Yo suelo ser muy crítico, dudo mucho de lo que hago y lo que me llega es más de lo que esperaba. Sí, dudo todo el tiempo y entre los que me confirman primero está Poli, luego los amigos, personas en cuyo juicio confío. Dudo en el momento de componer, de grabar. Cuando estamos tocando no tengo tantas incertidumbres porque lo que pasa se relaciona más con la interpretación que con el proceso de creación, de elaboración de una canción. Interviene más la expresión y la composición pasa a otro plano. Dudo mientras compongo, cuando grabo, armo una letra? El primer momento, el más creativo, un tema puede ser infinitas cosas, se puede llevar a lugares absurdos, silencios, ruidos, lo que sea? Ése es proceso creativo para mí. Tomar algo que no tiene forma y empezar a dársela, moldearlo. Expresarlo con palabras no me es tan fácil como con las manos.

-¿Cuándo está terminado?

-Ah? Hay dos partes. Una, antes de entrar a grabar, donde lo tengo medio definido. Luego, al grabar, olvido la maqueta y empiezo de nuevo. Si me pierdo, vuelvo a ella para reubicarme. Rearmo todo, ya trabajando con la materialidad del sonido. Sé que tengo una parte de guitarra, pero debo precisar si será tenue, filosa, etérea. Allí comienza el otro proceso. ¿Cuándo termina la canción? Al encontrar lo que buscaba. Si hay errores, corrijo, y si me gustó el resultado, ya está. A mezclarla. Hay temas más fáciles y cuando los planteó en el estudio suenan como quería, salen de una. Cuando el sonido final me completa, hasta me supera, quedan. Yo compongo con la guitarra eléctrica sin enchufar, prácticamente sin sonido, lo imagino. Cuando armo el demo, lo busco más o menos. En estudio, empiezo a definir el que me gusta, cómo quiero que suene el bajo, la batería. Eso aparece rápido y la canción se arma sola, a veces. Sola brilla, dice lo que debe decir. En otros casos, lo planteo y no suena, cambio. Cuando me pierdo, no soy de insistir mucho. Rompo todo lo hecho y empiezo de nuevo. Trato siempre de encontrar la síntesis, lo fundamental del tema. La dicha del artista es ver que algo que partió de la nada termina siendo. En mi caso, una canción. Yo no tengo hijos, así que mi manera de trascender se relaciona con las canciones más que con la paternidad.



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