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De la época de "la plata dulce" y "el dame dos"

El "Programa para la reconstrucción, saneamiento y expansión de la economía argentina" fue presentado el 2 de abril de 1976 por José Alfredo Martínez de Hoz, primer ministro de Economía del absurdamente bautizado por las Fuerzas Armadas como "Proceso de reorganización nacional".

Los sueldos de los trabajadores fueron congelados (cayeron el 40% entre 1976 y 1980) y se suprimieron los controles de precios, redujeron las retenciones a las exportaciones y solicitaron préstamos a organismos internacionales.

"Tenemos la satisfacción de anunciarles la sanción y promulgación de una de las leyes más importantes que se han dictado, no sólo hasta ahora sino que podrán dictarse en el curso de la acción de este gobierno" (la de entidades financieras), sostuvo Martínez de Hoz el 1 de junio de 1977. Argumentó que "muy pocos sectores de la actividad empresarial de la Argentina enfrentan una tasa de crecimiento tan notable como el financiero" y que "el servicio de prestar asistencia financiera y de procurar el crédito a la comunidad en realidad se acerca al concepto de un verdadero servicio público".

La reforma de marras, la liberalización de la cuenta capital, la política monetaria ultrarrestrictiva, la "tablita" cambiaria y los altos intereses favorecieron los arribos de capitales y el boom de las importaciones. Por otra parte, el cortoplacismo financiero afectó las inversiones y las actividades productivas.

Para reducir la emisión monetaria, se financió el déficit fiscal con la emisión de títulos indexados por la inflación, lo que desencadenó especulaciones adicionales.

La nueva "ley de entidades financieras" liberó el mercado de dinero y dio garantía estatal a todos los depósitos a plazo fijo.

En octubre del 77, las tasas de interés alcanzaron un nivel del 135% anual, por lo que demasiadas empresas prefirieron endeudarse en el extranjero a tasas bajas y luego invertir en pesos en la Argentina, donde eran muy altas. Los tomadores de créditos hipotecarios pagaron tasas usurarias cuando se implementó la circular 1050 del BCRA y miles de ellos perdieron sus viviendas.

El sistema financiero siguió en expansión -hasta las "cuevas" que operaban "en negro"-, pero poco se habló de los cierres de fábricas y de sus obreros convertidos en cuentapropistas.

Llegaron a venderse dólares para colocar pesos en el sistema a tasas elevadas y plazos de apenas siete días, ya que en cualquier momento podían recomprarse aquellos dólares aprovechando las devaluaciones preanunciadas por la "tablita". Fue la época de "la plata dulce" y "el deme dos".

Tras la quiebra del Banco de Intercambio Regional (BIR), en 1980, cerraron otras 37 entidades, cuando persistían el atraso cambiario, el crecimiento de la deuda externa, el déficit en cuenta corriente por el dólar barato y la apertura comercial. Los temores de una devaluación desencadenaron fugas de capitales.



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