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Irlanda se hunde en un mar de deudas
Mencionada hasta hace poco como ejemplo de lo que deberían hacer los países emergentes para lograr el desarrollo, la crisis mundial reveló gruesos errores.

DUBLIN.- A primera vista nada hace entrever la grave crisis que atraviesa Irlanda. Quien llega a su capital, Dublin, contempla el reflejo de tiempos mejores: el edificio futurista del nuevo aeropuerto o el bello centro de la ciudad.

Sin embargo, a Irlanda el agua le llega hasta el cuello. La elevada deuda que asfixia a la verde isla ha sembrado impaciencia entre sus habitantes. "¿Hasta cuándo seguirá el gobierno al frente del poder?", preguntan los comentaristas en la radio. "¿Cuánto tiempo más estará dispuesto el contribuyente a seguir pagando impuestos?".

Al fin y al cabo el Anglo Irish Bank recibirá para finales de año una inyección financiera de casi 30.000 millones de euros.

El gobierno intenta ahora desviar la indignación del pueblo hacia los bancos. "Las personas en Irlanda están, como es lógico, enfadadas con los bancos que han concedido préstamos masivos sin mayores contemplaciones", dijo el ministro de Finanzas, Brian Lenihan, en un intento por salir del atolladero.

Sin embargo, el tono en Irlanda está comenzando a exacerbarse. "Nadie le cree ya", dijo un reportero con franqueza y sin tapujos a Lenihan, quien a su vez respondió: "Eso no se lo acepto".

Y es que al ministro de Finanzas no le falta razón. A diferencia de Grecia, el gobierno ha jugado con todas sus cartas al descubierto desde el primer momento. Lenihan y el primer ministro Brian Cowen habían llamado la atención acerca del mal estado del sistema bancario -eso después de adoptar diferentes medidas estatales de rescate millonario-. También dejaron bien claro cuál era la situación de las arcas públicas. Lo único es que al principio casi nadie quiso escucharlos.

Por aquel entonces el resto de Europa estaba demasiado ocupado con Grecia. Ahora el endeudamiento total se ha disparado a casi un 100% del Producto Bruto Interno. La nueva deuda batió un récord en la Unión Europea al situarse en el 32%. Los tratados de Maastrich limitan el endeudamiento máximo en que puede incurrir un Estado a un 60% y la nueva deuda a un 3% por ciento. Sin embargo, en estos momentos ni siquiera Alemania, que como motor económico del bloque comunitario es considerado un referente, logra cumplir tales directrices.

Pese a todo, el ministro irlandés de Finanzas no se da por vencido. "No hemos ocultado nada", afirmó y emprendió el arduo camino de la austeridad. Pero incluso si lograra duplicar las previsiones de ahorro de 3.000 millones de euros para el año próximo la crisis de la deuda, que supera en mucho esa cuantía, no podría atajarse ni de lejos.

El esfuerzo ahorrativo del Estado tendrá un duro impacto, sobre todo, en el ciudadano de clase media. "No creo que nos veamos obligados a cerrar hospitales o escuelas", dijo Lenihan sin sonar demasiado alentador. Ha depositado su esperanza en que de los "activos tóxicos" adquiridos por el Estado a los bancos sólo unos pocos terminen de hundirse definitivamente. Con mucha suerte la nacionalización del Allied Irish Bank podría incluso convertirse en un negocio lucrativo a largo plazo.

En diez años Lenihan espera haber superado lo peor. Para ello tratará de atraer de nuevo a los inversores extranjeros a la isla, según anunció también hace sólo unos días el primer ministro Brian Cowen. Ya ahora Irlanda se ha convertido en un lugar atractivo para las centrales europeas de grandes compañías estadounidenses del ámbito de la electrónica o farmacéutico, debido a los incentivos fiscales.

Aun así, los irlandeses no tienen realmente una alternativa propia para elaborar una estrategia que les permita salir de la crisis por sí mismos. "Lo único que podríamos haber hecho es negar el lastre de la deuda e inyectar una y otra vez dinero fresco en el sistema", dijo. Pero entonces Irlanda sí que se habría convertido en una segunda Grecia.

 

MICHAEL DONHAUSER

DPA



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