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Se necesitan políticas de Estado
La fruticultura, en muchos casos, no muestra reglas de juego claras.

Una vez más aparece en la principal actividad económica de la provincia una profunda crisis que para algunos es terminal y para otros de coyuntura, ya que aunque con menos actores seguirá el año que viene, el otro y el otro.

Las causas del problema frutícola casi siempre fueron estructurales, pero los efectos (mirado con perspectiva histórica) aparecieron como coyunturales. Claro, la actividad no desaparecía, pero a través de los años comenzó a generar anticuerpos que hacían a la propia subsistencia individual o grupal y que se transformarían luego en tumores muy difíciles de erradicar y que ningún gobierno a través de los años fue capaz de revertir.

Los guarismos son escandalosos comparando los años 80 con la actualidad: nos demuestran que los gobiernos no han sido eficientes (a pesar de lo mucho o poco que han gastado) y pareciera que para muchos de los dirigentes con poder de decisión no hay solución.

Sin embargo, creo que con una fuerte decisión política llevada a cabo con creatividad, dinero (bien asignado) y gestión -es decir, políticas de Estado- es posible salvar a muchos de los actores que todavía están en la actividad, acrecentarla en el tiempo y diversificarla revirtiendo el triste destino de nuestros pueblos, donde cada vez se instalan más negocios de venta de productos masivos dirigidos al consumo del obrero y empleado (por suerte) y menos a una sociedad con muchos productores y su cadena de valor, que viven y gastan en esas comunidades.

Hoy la situación no es igual que en los 80, por lo que la solución -estructural y coyuntural- tampoco es la misma. Pero ahora se necesita solucionar imprescindiblemente las dos.

Para poder transmitir algunas ideas que permitan revertir en parte el problema, debemos partir de la base de que ningún productor debe ser independiente, salvo por su propia decisión, y que para ello debemos dotar a la producción primaria, a los empaques y frigoríficos que no estén integrados, es decir que no lleguen a los canales finales de venta por propia estructura, de alternativas integradas, viables con ayuda desde el Estado, para que logren estos objetivos, complementándose en agricultura por contrato, diversificación, complementación, industrialización, etcétera.

Para ello el gobierno provincial, con la anuencia y ayuda del gobierno nacional y el Estado todo, debe hacer una política frutícola consensuada, basándose en el Plan Frutícola Integral y aggiornándolo para que sea útil a todos los actores no integrados verticalmente en el sistema. A ellos y únicamente a ellos deben ir dirigidos el programa a ejecutar y sus esfuerzos.

A los que no están en condiciones de seguir este plan deben buscárseles alternativas de diversificación para que en lo comercial sean complementarias de los objetivos buscados o ayudarlos a salir del sistema y no ser expulsados.

A los que son actores centrales de esta actividad, que son los que en realidad sí están integrados, hay que darles reglas de juego claras, infraestructura estatal y, según los años, alguna solución coyuntural como, en este caso, de menor exportación, atraso cambiario y alta inflación.

Lamentablemente, después de más de 30 años en muchos casos no hay transparencia ni reglas de juego claras. Para algunos ni siquiera importan... solamente hay usos y costumbres en una región donde la posición dominante es cada vez más común.

Aprovechemos que el gobierno provincial está en línea con los postulados del gobierno nacional y, sobre la excepcional base de una economía con un alto valor agregado que debería ser orgullo (como lo fue otrora) en el concierto nacional, lograr estos objetivos. Creo que ha llegado la hora no solamente de tratar de solucionar la coyuntura, aunque a lo mejor no sea atractivo para algunos políticos.

 

RICARDO D. EPIFANIO

(*) Presidente del Consejo profesional de Ingeniería Agronómica de Río Negro



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